domingo, 13 de febrero de 2011

Malasombra evita una revolución.

   Mis espias me habían informado de la existencia de una trama para derribar mi imperio. Por fin podía entretenerme en algo divertido: Aplastar una rebelíon. Reuní al Estado Mayor en mi castillo y para ambientar el encuentro puse una música adecuada para situaciones pre-bélicas, los pajaritos de María Jesús y su acordeón.
   Mis secuaces me informaron de todos los detalles: Tres personas se habían atrincherado en una de las plataformas circulares de mi cocina. Eran una señora vestida de verde, una señora de blanco y un señor de rojo. Uno de mis enviados pactó un encuentro para negociar, aunque mi intención era aniquilarlos en un descuido. Acudí a la reunión y al acercarme, se dividieron en trozos más pequeños. Aquello era inexplicable y ante esta nueva situación huí del lugar para diseñar una nueva estrategia.
   Ordené a mi fuerza aérea que realizase un ataque preventivo con armas químicas y así, debilitados por el bombardeo, podría llevar a cabo la misión. Mis aviones atacaron sin piedad y rociaron a los rebeldes con aceite y sal, después llegó mi turno, arremetí contra ellos con un siervo mío llamado Tenedor y la sublevación fue extinguida.
   Como tenía que justificar mi cruel represalia, soborné a los medios y se difundió la falsa noticia de que aquellas victimas se habían sacrificado por mí. En el colmo del cinismo, ordené que limpiasen la plaza con mistol y que se colocara una placa que decía:
   Señora lechuga, señora cebolla, señor tomate...Descansen en paz.

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