sábado, 19 de febrero de 2011

Malasombra tiene una cita.

   Mis asesores insistían en que sería bueno que tuviese una pareja. Yo no estaba muy convencido, eso de compartir sentimientos con una chica no me gustaba. Lo había intentado otras veces, pero las mujeres tienen la irritante manía de decir cosas bonitas. Entré en Internet en una página de relaciones y concerté una cita con una señorita. Fue sencillo, porque soy extremadamente guapo y atractivo ( es mentira, pero como el que escribo soy yo, digo lo que me da la gana ). Había quedado en una playa levantina y preparé mi coche para disfrutar de una vista agradable en un acantilado acompañado por música adecuada. Caí en la cuenta de que no tenía música en el coche. Había ordenado que quitaran el equipo de sonido, ya que solía maquinar mis planes mientras conducia y a mi cerebro no le gustan las distracciones.
   Afortunadamente soy un hombre de recursos y contraté a un músico para que amenizara la romántica velada. Ya se acababa la tarde cuando recogí a la señorita, llegué con media hora de retraso, porque creo que eso gusta a las mujeres. Me saludó sin sonreir y para romper el hielo le dediqué un piropo:
   -Me dijiste que tenías treinta años y aparentas treinta y cinco.
   Parece que no le gustó mucho, porque no contestó e hizo un gesto de indignación. Bueno, yo había cumplido tratando de ser agradable. Conducí hasta el lugar elegido para iniciar el cortejo, paré el coche y le pregunté si le apetecía escuchar algo de música. Asintió y a mi señal apareció el artista que había contratado: Manolo el del bombo, que interpretó con mucho entusiasmo uno de sus grandes éxitos. La cara de la señorita estaba pasando de la indignación al enfado y no me quedó más remedio que recurrir a mi última carta. La miré fijamente a los ojos y sonreí. Debió de salir mal porque no estoy acostumbrado a ese gesto y la cara de la señorita no pudo disimular una mueca de terror. Me pidió que la llevase a su casa y así lo hice.
   Cuando llegué a su portal salió del coche y yo fuí tras ella, le pedí el teléfono y me lo dio, pero no el número sino el aparato y parece que una vez dentro de su casa llamó a la policía. Afortunadamente pude sobornarlos y volví a mi castillo algo decepcionado. La cita con aquella señorita, que ahora que caigo no se como se llama, tal vez debería habérselo preguntado, no resultó como esperaba.
   Tal vez esté condenado a estar solo y a llevar a cabo mis planes malignos sin compartirlos con nadie. Me dicen que el chistecito, ligas menos que el chófer del Papa lo han cambiado por:
   Ligas menos que Malasombra.

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