sábado, 19 de marzo de 2011

Malasombra visita al psiquiatra.

   Llevaba unos cuantos días sin sentirme bien. Ya había pasado la gripe y mi cuerpo estaba recuperado, pero aquel tiempo pasado en la cama me había hecho reflexionar aceca del sentido de mi vida. Pensé que, tal vez, la fiebre había provocado una serie de pensamientos delirantes que me estaban atormentando. Decidí poner fin al desasosiego que sentía y acudir a la consulta de una psiquiatra. Hacía años que todo el mundo que entraba en contacto conmigo decía que estaba como una regadera, pero para mí eso era un cumplido.
   Ordené a un cenicero que tenía sobre la mesa que concertase una cita, pasaban los días y el maldito cenicero no acataba mi órden, a pesar de que lo alimentaba con suculentas colillas.¡Ingrato! No me quedó más remedio que salir a la calle y recorrer la ciudad en busca de una consulta. Finalmente encontré una y entré en el edificio con la intención de acabar de una vez con mis problemas. Me recibió una chica muy guapa, vestida con una bata blanca demasiado provocativa para mi gusto. En fin, cada uno en su casa se viste como quiere. Me hizo pasar a una sala, me ofreció una toalla y me dijo que podía quitarme la ropa. Le dije que mis problemas eran mentales y que sólo quería hablar con ella. Me miró algo extrañada, pero asintió, diciendo que al fin y al cabo el que pagaba era yo. Me preguntó si prefería tumbarme en una especie de diván un poco raro, parecía una camilla, o sentarme en un sillón. Opté por el asiento, ella hizo lo propio y me preguntó:
   -Le escucho,¿de qué quiere hablar?
   -Verá usted, no me encuentro muy bien y mi vida no tiene lógica. Yo me dedico a hacer el mal y últimamente estoy cayendo en un pozo del que no veo salida. Ayer, sin ir más lejos, tropecé con una señorita y le pedí perdón y hace un par de horas he dado las gracias al camarero que me puso el desayuno...es horrible. Luego me arrepentí, pero el daño está hecho. Llevo días pensando en cosas positivas y me da miedo decirlo en voz alta, pero a veces me entran ganas de...sonreir. Ayúdeme por favor, le pagaré lo que me pida. Necesito volver a ser malo, estar enfadado, boicotear actos públicos y privados, experimentar la maravillosa sensación de fastidiar a los humanos. Me siento feliz y no lo soporto.
   Debo confesar que rompí a llorar deseperadamente. Verbalizar las emociones más profundas me estaba afectando y necesitaba encontrar una salida. La doctora estaba sentada frente a mí y no decía nada, pero advertí que estaba un poco inquieta. Suponía que los psiquiatras estaban acostumbrados a escuchar toda clase de barbaridades, claro que, por la edad que aparentaba, la doctora no podía tener mucha experiencia, seguramente había obtenido el título hacía poco tiempo. Me pidió que esperase un momento y salió de la habitación. Aproveché para secarme las lágrimas con un pañuelo bordado con simpáticas calaveras. Estaba empezando a calmarme cuando entró acompañada de un tipo bastante grande y me comunicó que debía irme de allí inmediatamente. No entendía porqué y pregunté:
   -¿Qué ocurre doctora? Estoy dispuesto a pagar la consulta.
   -Esbozando una media sonrisa exclamó:
   -¡Qué doctora ni qué leches! La psiquiatra está en el piso de abajo, aquí hacemos masajes con final feliz.