lunes, 4 de abril de 2011

Malasombra cuenta una fábula

       Una pareja recién casada trataba sin éxito de tener un hijo, pero la esposa no conseguía quedarse embarazada. Decidieron adoptar un cachorro de pastor alemán al que cuidaban y querían como si fuese un hijo. El perro vivía feliz y sus dueños siempre estaban pendientes de él. Con el tiempo se convirtió en un ejemplar enorme y en una ocasión salvó a la pareja del ataque de unos ladrones. Era un perro fiel y dispuesto a defender a sus amos de cualquier peligro.
       La pareja, por fin, consiguió tener un hijo y, lógicamente, estaban muy contentos con él. Le dedicaban todas las atenciones y todo su amor. A su vez, disminuían las atenciones hacia el perro, los paseos eran cada vez más cortos y el pastor alemán se sintió relegado. Comenzó a tener celos del bebe y ya no era tan cariñoso.
       Un día dejaron al niño durmiendo en su cuna y salieron a la terraza a cenar, aprovechando la buena temperatura. El marido entró al piso a buscar algo de vino y vio horrorizado, como el perro salía de la habitación de su hijo con la boca llena de sangre y moviendo el rabo de felicidad, como hacía en los viejos tiempos. El hombre sin pensarlo dos veces cogió un arma que tenía y disparó al perro, matándolo en el acto. Entró corriendo en la habitación del niño y allí estaba: Durmiendo plácidamente en su cuna y, a los pies de ésta, una enorme serpiente con la cabeza destrozada a mordiscos.
       Sin duda, la moraleja es que no hay que juzgar antes de tiempo.
       Esta fábula la escuché hace muchos años. La he recreado acudiendo a la memoria. Seguramente habrá más versiones por ahí, pero el espíritu de lo que cuenta es el mismo.

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