miércoles, 11 de mayo de 2011

Malasombra se venga de Skype

       Después de una larga noche de actividades varias, como manipular los radares de tráfico para que salten a 60 Km/h en autopistas o pintar bigotes en los carteles electorales que ensucian las calles estos días, me apetecía hablar por teléfono con el hijo de mi amigo Homer, Bart. Tenemos un acuerdo para intercambiar travesuras. Me puse en contacto con él a través de un servicio de telefonía por internet, pero nada más saludarlo, se cortó la llamada. ¡Maldita sea! Volví a intentarlo y nada.
       Estaba realmente enfadado y llamé a unos de mis trece mayordomos. Acudió rápidamente y me preguntó:
       -¿Qué desea el señor?
       -¡Quiero que venga uno de mis empleados, se llama Bill,!-dije gritando como un salvaje.
       -Enseguida señor Malasombra, ¿desea algo más?
       -Nada más, por cierto, estás despedido.
       -Por supuesto señor-dijo mientras se alejaba tranquilamente.
       Por supuesto podéis pensar que este mayordomo se había tomado su despido con resignación, pero la realidad es que lo había despedido y vuelto a contratar tantas veces que ya no me tomaba en serio.
       A los pocos minutos se presentó ante mí el susodicho Bill, con sus gafitas y con la cara de susto que suelen tener los que son llamados a mi presencia. Entre balbuceos atinó a preguntar:
       -¿En qué puedo ayudarlo, señor Malasombra?
       -He tenido un problema con una compañía y quiero vengarme. Tú, que entiendes algo de ordenadores, quiero que hagas algo inmediatamente. Piratea sus cuentas, ofrece sobornos para que manipulen datos desde dentro, lo que te parezca oportuno, ¡Qué paguen por lo que me han hecho!
       -Señor Malasombra, lo que me pide es ilegal.
       -Ya estamos con los malditos prejuicios. Escúchame Bill, no te lo repito más. ¡Quiero que hagas algo o te pongo de patitas en la calle! y además me aseguraré de que no vuelvas a trabajar más en ningún sitio. Apuntaré en mi lista negra tu nombre, Bill Gates, y convertiré tu vida en un infierno.
       -Por favor, no se enfade conmigo, señor Malasombra. Sabe usted que soy su humilde empleado y que cumpliré sus deseos...¿qué le parece si compro la compañía y despido a sus responsables?-dijo el pobre chaval presa del pánico-
       Por unos segundos me sentí magnánimo y le dije:
       -Está bien, Bill, me conformo con tu idea. Tienes mi permiso para ponerla en práctica. Puedes irte y de paso dile al mayordomo que despedí hace un rato que venga para hacerle un nuevo contrato.
       Bill salió de la estancia aliviado, pero todavía se podía adivinar en su rostro el tremendo susto que se había llevado. Sin duda cumpliría con su obligación de servirme. La amenaza y el miedo son dos de mis mejores aliados.


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