domingo, 19 de junio de 2011

Malasombra en la playa

       Bueno, ya estaba de vuelta en mi castillo. A veces vivo en una cueva, pero quiero dejar claro que las dos residencias son confortables y no tengo predilección por ninguna. Al fin y al cabo no dejan de ser lugares en los que descansar de mis actividades.
       Hablando de actividades. Estamos casi en verano y el calor hace que los humanos se acerquen a las playas para disfrutar del sol y de los chiringuitos. Intentan ponerse morenos y parece ser que eso gusta. No lo entiendo, con lo bonita que es la pálidez cadavérica que luzco yo, por ejemplo.
       La pasada madrugada fui a la playa con el Nautilus del Capitán Nemo. Es que se lo alquilé en uno de mis viajes al mundo imaginario de los libros. Algún día os contaré alguna anécdota divertida de estas aventuras, como cuando robé uno de los diez cañones por banda que escribió Espronceda. Pero será otro día.
       Con las primeras luces del día, los bañistas iniciaban sus rituales: unos colocando las sombrillas, otros paseando por la orilla, los más inteligentes apostados en las barras de los chiringuitos disfrutando de las rubias que se beben y de las que caminan. En realidad también miran a las morenas, pelirojas, etc. He puesto rubias para definir con una misma palabra a la cerveza y a la chica con el pelo de ese color. Así me ahorro una palabra, aunque con la explicación he utilizado muchas más palabras que si hubiese escrito en un principio lo que quería decir. Pero ya sabéis cómo soy, y si no, es mejor que no intentéis conocerme en profundidad.
       Cuando la playa ya estaba lo suficientemente concurrida, puse en marcha mi plan. La verdad es que no es muy elaborado pero, a veces, la sencillez se apodera de mí. Me lancé al agua desde el submarino y comencé a nadar hacia la orilla con una aleta de tiburón pegada en la espalda. Mientras me acercaba, no podía evitar esa sensación de regocijo que me invade cada vez que asusto a los humanos con mis bromitas. Ya estaba imaginando los gritos de terror y las carreras desesperadas para salir del agua, cuando por los altavoces sonó el siguiente mensaje:

                 LES HABLA EL SARGENTO PELÁEZ DE LA GUARDIA CIVIL DEL MAR:

       A VER, MALASOMBRA, QUE TE ESTAMOS VIENDO LOS BRAZOS Y EL FLOTADOR. LLEVAS DIEZ AÑOS CON LA MISMA GILIPOLLEZ Y NADIE SE HA TRAGADO QUE SEAS UN TIBURÓN NUNCA. TODOS LOS AÑOS LO MISMO. ¿NO TE DAS CUENTA DEL RIDÍCULO QUE HACES? ANDA, ANDA, SAL DEL AGUA Y TE INVITO A UNA CAÑA.
    

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