domingo, 10 de julio de 2011

Malasombra, la mesa y el libro.

       Estaba paseando por los pasillos de mi castillo, cuando escuché una voz que me susurraba al oído:
       -Malasombraaaaaaaa...hace mucho que no echamos una partida de ajedrez.
       Ahora si me resultaba familiar, era mi amigo Karpov. Antiguo campeón de ajedrez al que le había enseñado a ser un borde, a cambio de una clases de aquel juego maligno que dominaba tan bien. Para los que no domináis este mundo aclaro que el simpático era Kasparov y el antipático, gracias a mis lecciones, Karpov. Yo lo llamaba Karpi, por aquello de la familiaridad.
       -¡Hombre Karpi, Cuánto tiempo! ¿Qué te trae por aquí?
       -¿Cómo me preguntas eso Malasombra? Sabes que llevo años encerrado en una de las mazmorras de tu castillo. Fue el castigo que me impusiste por ganarte al ajedrez.
       -¡Es cierto! ¡Qué mala memoria tengo! ¿Has conseguido escapar? tendré que castigar al carcelero, aunque pensándolo bien, lo mismo te doy una oportunidad para que recuperes la libertad. Karpi, ¿una partidita? Si ganas tú, estás libre y si pierdes, vuelves a la celda.
       -Me parece que no tengo elección; Acepto el reto. Pero antes, permíteme una pregunta. ¿Porqué me traicionaste y favoreciste a Kasparov?
       -Me sorprende tu pregunta, pero voy a contestarla. La verdad es que me llamó y me ofreció mucho dinero y ya sabes que yo no tengo principios: ¡Quién más me paga más amigo es!
       Después de aclarar a Karpi sus dudas nos encaminamos a mi salón de juegos. Era bastante grande. Como hacía algo de calor ordené que colocaran la mesa en el campo de golf que tenía en un rincón de la sala. Los criados obedecieron y así lo hicieron. Nos sentamos y entonces fue cuando me di cuenta del error que habían cometido mis sirvientes: Una de las patas de la mesa estaba metida en uno de los hoyos del "green", por lo que estaba coja y las figuras ajedreciles (Este palabro, me da que no existe, pero es igual, tampoco me voy a presentar al Nobel de literatura) resbalaban. Decidí arreglar esta situación con un método revolucionario: Usaría un libro para nivelar la mesa y poder jugar en condiciones. Me acerqué a mi extensa biblioteca para coger un ejemplar de los 2 que había, pero no quería dejar solo al otro y desistí. Lo mejor sería salir y conseguir uno. Llamé al piloto de uno de mis helicópteros y le dije:
       -Señor piloto, tiene que llevarme a un sitio donde haya libros, necesito uno. ¿Conoce algún lugar?
       -Depende- me contestó.
       -¿De dónde es usted?
       -Depende.
       Supuse que era gallego por sus respuestas y para que estuviese familiarizado con el destino, yo mismo propuse uno:
       -Lléveme a Santiago de Compostela. Seguro que por allí encuentro alguno, ¿verdad?
       -Depende- volvió a contestarme.
       Me estaba gustando aquel tipo. Era coherente con sus respuestas y además me llevó donde le había pedido. Una vez en Santiago me acerqué a una librería, pero estaba cerrada. Tenía que encontrar un lugar para conseguir un libro. Recorriendo las calles me encontré frente a la Catedral y entré para preguntar. No había nadie y entonces vi un ejemplar que coincidía con la medida apropiada para calzar la mesa de ajedrez, lo cogí y volví a mi castillo.
       Una vez solucionado el problema y con la mesa nivelada, me desaparecieron las ganas de echar la partida con Karpov. Ordené a mis guardias que volviesen a encerrarlo y allí me quedé, orgulloso de haber reciclado un libro viejo y darle un nuevo uso.


Desaparece el Códice Calixtino de la Catedral de Santiago


El Códice Calixtino o Codex Calixtinus, un libro del siglo XII de valor incalculable, ha desaparecido de la Catedral de Santiago de Compostela, en lo que puede ser uno de los hurtos más importantes de patrimonio histórico y artístico de España.


1 comentario:

  1. Eres tú el ladrón del códex calixtinus y para poner en una pata de una mesa¡¡¡¡¡ pero qué poca vergüenza jajjajaajaja

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