martes, 24 de enero de 2012

Malasombra huele mal

   Los relámpagos iluminaban el bosque y los rayos sonaban poderosos. Estaba perdido y calado hasta los huesos. La terrible tormenta me atacaba como si supiese quien era yo. La naturaleza estaba enfadada conmigo y con razón. Ya han pasado unas semanas desde que arranqué una docena de abetos para una tradición de esas de Navidad. Y eso que había vuelto para replantarlos, claro que, parece ser que no les gustó que enterrase la copa y dejase las raices en el aire. Nadie debería esconder sus raices. Debemos estar orgullosos de ellas. Si este consejo es bueno para las personas, ¿porqué no sirve para los árboles?
   Bueno, el caso es que parece ser que los árboles, muy rencorosos ellos, hablaron con un tormenta y ésta me atacaba sin piedad. Tenía que salir de allí a toda costa, estaba algo desorientado a causa de un ataque anterior de otro miembro de la naturaleza, el centeno, aliado de los malditos árboles. No era la primera vez que era víctima del centeno, un maldito cereal que, disfrazado con un traje de botella de cristal y destilado en Escocia, se apoderaba de mi ser.
   Miré a mi alrededor buscando un refugio y entonces, apenas visible entre la llovizna, divisé una cueva. Hacia ella encaminé mis pasos y sin pensarlo dos veces entré en aquella gruta desconocida. Algo de buena suerte por fin. Me senté a esperar que pasase el mal tiempo, pero seguía teniendo frío y me adentré un poco más hasta tropezar con una abrigo de piel. ¡Vaya! El destino se estaba reconciliando conmigo. Me agaché a cogerlo y en aquel instante el abrigo se levantó como si estuviese vivo y rugió de forma espeluznante. ¡Menuda metedura de pata! El abrigo estaba lleno de carne, músculos y diversos tejidos orgánicos...Resumiendo: Era un oso que se avalanzó sobre mi y no me quedó más remedio que salir huyendo.
   Perdí la noción del tiempo y no se cuánto corrí, pero cuando creí estar a salvo me detuve y comprobé que aquel animal ya no me seguía. Todo aquello me resultaba extraño. Como estaba en León entraba dentro de lo posible encontrarme con una manada de leones, pero ¿un oso? ¡qué raro!
   Estaba tan desconcertado y asustado que no me di cuenta hasta entonces de que me había hecho caca encima. Debéis tener en cuenta que los malignos, en el fondo, somos bastante cobardicas. Me limpié como pude y dejé allí mis pantalones sucios y malolientes. Encontré un trozo de lona con el que me cubrí y abandoné aquellas tierras de León, prometiendo no volver. Claro que, mis promesas tienen menos valor que una moneda de cartón.

UN FUERTE OLOR A ESTIERCOL INVADE LEÓN

Un fuerte olor a estiércol invade León todas las tardes desde el pasado lunes sin que se haya confirmado cuál es su origen, aunque las investigaciones se centran en las fincas ganaderas del alfoz norte una vez descartado que el olor proceda de la propia ciudad y de las fábricas próximas.

http://www.larazon.es/noticia/7191-un-fuerte-olor-a-estiercol-invade-leon-desde-el-lunes-sin-que-se-fije-el-foco
  

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