miércoles, 29 de febrero de 2012

El camarero Malasombra


   Ya estaba en mi castillo de nuevo y entonces me di cuenta de que a mi camisa le faltaba un botón. Hice llamar a la encargada de mi ropa, que acudió inmediatamente.
   -Vamos a ver, Cristina, ¿se puede saber dónde está el botón de mi camisa?
   -Señor Malasombra, me llamo Sonia y no se a qué se refiere.
   En ese momento recordé que la camisa la había comprado en Suiza cuando fui a "tomar prestado" un trozo de cable del acelerador de partículas. Evidentemente ella no podía ser la responsable, pero si hay algo que odio es llamar a uno de mis sirvientes y no echarle la bronca. Bueno, en realidad odio muchas cosas, es una forma de hablar.
   -Pues a partir de este momento te llamas Cristina y punto. Eres la responsable de mi vestuario y te voy a descontar del sueldo el precio de toda la camisa. Y da gracias a que no te despido por inútil. Ahora, fuera de mi vista.
   -Pero señor, si yo....
   -¡Fuera de aquí!- la interrumpí antes de pudiese decir nada más-
   La pobre sirvienta se marchó pero, aunque había disfrutado mucho con aquella reprimenda, el problema estaba sin solucionar. Debía volver a buscar el botón. Ordené que me preparasen un coche y al anochecer de aquel día tomé rumbo a Suiza.
   Después de unas horas llegué a mi destino, pisé el freno y...¡No funcionaba! ¡Estaba roto y no podía parar! No me quedó más remedio que continuar conduciendo hasta que el coche se parase por si mismo al agotarse el combustible.
   Alguien podría argumentar que una buena solución es buscar una pendiente, utilizar el freno-motor y cruzar el coche para detenerse con cierta seguridad. Pues si, es cierto, pero si lo hiciera esta historia sería coherente y yo estoy medio "trastornao". No le pidáis peras al olmo.
   Por fin, después de un tiempo y agotada la gasolina el vehículo se detuvo. Lo primero era averiguar dónde estaba. Pregunté a un lugareño y me dijo que aquello era Demmin, una ciudad en el norte de Alemania.
   Ya ubicado, abrí el capó del coche para comprobar la avería de los frenos y, efectivamente, estaban cortados. De pronto me fijé en un pequeño detalle. Había un pendiente cerca del motor. Lo había visto recientemente y además recordaba a la portadora. Se trataba de Cristina, la encargada de mi ropa.
   Cerré el coche y llamé a la centralita de mi castillo. Me contestó César Alierta, que se ganaba un sobresueldo trabajando para mi. Le mandé que llamase a la encargada de mi vestuario.
   -Señor Malasombra, ¿qué desea?- contestó sin sospechar que la había descubierto.
   -Pues mira, Cristina, voy a ir al grano. He encontrado tu pendiente y se que has saboteado los frenos para que me estrellase.
   -Señor Malasombra, no se qué decir...fue un momento de debilidad. Entenderé que llame a la policia y me denuncie.
   -Por supuesto que no voy a denunciarte. Quiero decirte que estoy orgulloso de que una persona tan vengativa trabaje para mí. En cuanto regrese daré instrucciones para que te doblen el sueldo y además tendrás vacaciones pagadas.
   -Yo, yo, yo...- balbuceó, sin duda, desconcertada.
   -No digas nada. La decisión está tomada. Hasta luego, Cristina.
   -Señor Malasombra, me llamo Sonia.-Volvió a corregirme, pero esta vez lo dejé pasar. ¡Me gustaba aquella chica! En un futuro podría serme útil.
   Después de esta conversación, mandé que fuesen a buscarme. Para matar el tiempo decidí dar un paseo por aquella localidad alemana hasta que vi un precioso descapotable rojo y, con intención de tomarlo prestado, me subí al coche.
   Enseguida vino un señor que me indicó que bajase del vehículo.
   -¿Es usted agente de la ley? -Pregunté.
   -Pues no, soy el dueño del restaurante y este cochecito es para niños de hasta 5 años de edad. ¡Bájese inmediatamente!
   Lo hice con la mala suerte de romper el volante. Ya me parecía que era demasiado pequeño. El señor del restaurante me dijo que debía pagar, pero yo no tenía dinero encima. Entonces llegamos a un acuerdo. Precisamente se celebraba allí un acto político y si trabajaba de camarero, la deuda quedaría saldada.
   Accedí, pero al rato de estar sirviendo cervezas, recordé que yo era el Gran Malasombra, maligno y poderoso, con recursos ilimitados y además con tarjetas de crédito. Dejé caer la bandeja, le pagué al señor y me marché a las afueras del pueblo a esperar tranquilamente que alguno de mis esbirros viniese a llevarme a casa.


  

domingo, 26 de febrero de 2012

Malasombra y sus reparaciones

   Sonó el despertador en mi masión y lo apagué al viejo estilo malasombriano. Le tiré un meteorito lunar que había adquirido en una subasta. Accioné el interruptor y la luz no se encendió. ¡Vaya! debía recurrir a mis conocimientos de ingeniería para averiguar cúal era el problema. Lo primero era comprobar si la bombilla estaba fundida. Llamé a una empresa  especializada en mover grandes pesos y, después de liberar los cimientos de mi masión, comenzaron a girar la casa mientras yo sujetaba la bombilla para que se desenroscara de su sitio. Una vez alcanzado el objetivo, observé la bombilla con detenimiento y descubrí que no estaba fundida. Llamé a media docena de técnicos de la NASA para que me ayudasen a determinar el origen del problema. Después de 3 meses de ardua y minuciosa investigación, descubrieron que la avería radicaba en una cable eléctrico que no estaba en buen estado. Me recomendaron comprar uno nuevo y conectarlo a la red.
   La verdad es que ya me había gastado unos cuantos miles de Euros en averiguar la causa del problema y, aunque el dinero me sobra gracias a mis chanchullos, no estaba dispuesto a gastarme ni un céntimo más. Pensé en atracar una tienda, pero eso no tiene glamour y yo soy un maligno con clase y elegancia.
   La solución estaba en Suiza, donde además tenía varias cuentas secretas en sus bancos. Allí me dirigí a bordo de una bicicleta voladora. No, los que estéis pensando en las bicis que volaban en la película ET el extraterrestre, estáis equivocados. Mi bici volaba porque la facturé en un avión...¡Mal pensados!
   Ya en Suiza, me colé en las instalaciones del colisionador de adrones instalado allí y cogí prestado un trozo de cable para reparar la avería de mi mansión. Espero que no se den cuenta del estropicio que causé. Al fin y al cabo mi comodidad está muy por encima de cualquier descubrimiento científico que ayude a la humanidad a conocer el mundo que nos rodea.


http://www.rtve.es/noticias/20120223/supervelocidad-neutrinos-cuestionada-cable-defectuoso/500510.shtml

jueves, 2 de febrero de 2012

El misterio de la Gioconda "gemela"


   Después de mi sabotaje en Londres me apetecía otro viaje, pero esta vez en el tiempo. Me senté en mi máquina y la puse en marcha. Debía elegir una época. Dos jubilados estaban mirándome mover la ruleta que utilizo para marcar el año y me dejé llevar por sus comentarios:
  -Pero hombre, dale más adelante. En mis tiempos si que hacíamos las cosas bien.
  -¡Desde luego!- asintió el otro- este Malasombra no tiene ni idea.
  -¡Échale más agua a la masa! ¡Así no vas a ningún sitio!
  -¡Tanto no! ¡Un poco más atrás! ¡Inútil!
  Bueno, me estaba empezando a cansar y le di al botón mientras la ruleta marcaba el principio del Siglo XVI e Italia como punto de destino.
  Aparecí en un taller de pintura y allí vi a un señor con abundante barba que me miró sorprendido.
  -¿Quién es usted?-preguntó.
  -Soy el gran Malasombra, viajero del tiempo y maligno en general, ¿con quién tengo el gusto de hablar?
  -Me llamo Leonardo Da Vinci.
  -¡Hombre Leo! He oído hablar de ti. Eres un tipo famoso en mi época. Pasarás a la historia.
  -¿De verdad señor Malasombra? ¿Por qué motivo?
  -Por escribir obras de teatro como Romeo y Julieta y Macbeth-dije tratando de aguantar la risa- ya verá como en unos años comienzas a escribirlas. ¿Qué estás haciendo ahora?
  -Pues terminando de pintar un cuadro de una señora. Llevo varios años trabajando sobre este lienzo.
  -Hombre un poco lento, ¿no?. Esto lo pinto yo en una tarde.
  -Me gustaría verlo- dijo con voz retadora.
  -Vale, nos vemos después de comer, que volveré por aquí.
  -Le esperaré, aunque estoy convencido de que no lo conseguirá.
  Regresé a mi máquina del tiempo, viajé a Paris en 1911, robé el cuadro original, le hice una foto, la retoqué un poco con Potochop (ya se que no se escribé así, pero me hace gracia Potochop) y me presenté a la hora acordada, no sin antes dejar el original en la pensión de un trabajador argentino del Louvre, que, sin comerlo ni beberlo, fue acusado del famoso robo de la Gioconda. ¡Pobre!
  Le mostré "mi obra" a Leonardo y quedó impresionado.
  -Es usted un genio- comentó con admiración-
  -Pues te lo regalo. Déjalo en tu taller y haz lo que te apetezca con él.
  -Muchas gracias señor Malasombra. Me gustaría que le echase un vistazo a una máquina que he inventado para volar. Usted que viene del futuro podría decirme si funcionará.
  -Pues mira, Leo, abandona la idea. Vengo del siglo XXI y nadie ha conseguido todavía construir nada capaz de volar. Es imposible. No pierdas el tiempo con esas chorradas.
  -Tengo más cosas...
  -Lo imagino, pero debo irme. En otra ocasión.
  -Le deseo buen viaje señor Malasombra.
  -¡Gracias!
  Volví a a la actualidad dejando allí la réplica y ahora aparece en la prensa que es un descubrimiento importante. ¡Ignorantes! Por cierto, ¿os habéis fijado de que yo he tuteado a Leonardo Da Vinci y él me ha tratado siempre de usted? La explicación es sencilla: Él tiene educación y yo no.

UNA HERMANA "GEMELA" DE LA GIOCONDA
Se realizó al mismo tiempo que Leonardo pintaba su obra y conserva detalles que el original ha perdido. El Prado conservaba una copia de la «Mona Lisa» que ejecutó, probablemente, Melzi, uno de sus discípulos.