martes, 12 de febrero de 2013

El cumpleaños de Malasombra

   Afortunadamente, hoy me levanté con mal humor y para celebrarlo decidí tomar un café en un bar. No soy persona de frecuentar esos lugares. Me causa indignación ver personas disfrutando de su desayuno.
   Estaba sentado tranquilamente cuando, de repente, se acerca una señorita y sin mediar palabra me da un beso en la mejilla.
   -¿Pero qué hace usted?- La increpé con ira.
   -Quería ver si se convertía usted en príncipe- Contestó ella con sarcasmo.
   -¿Acaso insinúa que soy feo como un sapo?
   -No, señor. Como un sapo, no, Mucho más. Usted es lo que cariñosamente se conoce como feo de "cohones".
   -Señorita, me gusta su actitud, su crueldad gratuita y su desparpajo a la hora de ofender, pero no estoy interesado en una relación. Tal vez en otra ocasión.
   Aquella chica se levantó y salió del bar sonriendo. Bueno, pues seguí con mi café y aproveché un despiste del camarero para largarme sin pagar. Era un miserable euro y soy extremadamente rico gracias a mis "negocios", pero la satisfacción de saltarme la ley no tiene precio.
   Nada más poner un pie en la acera, me encontré con la misteriosa señorita que volvió a acercarse a mi. Esta vez sus intenciones no eran besuquiles (Este palabro creo que no existe, pero me da igual. Entendéis lo que quiero decir) Me apuntó con una pistola de descargas eléctricas y disparó. Sentí como caía mi cuerpo paralizado, como dos tipos enormes me recogían del suelo y me metían en una furgoneta negra de cristales tintados. La chica entró también y se apresuraron en amordazarme y esposarme. No entendía nada. Evidentemente tengo miles de enemigos y no podía adivinar quién era el responsable del secuestro.
   Estaba tumbado e inmovilizado, pero podía verla y la miré con ojos de rabia. Dijo que no le gustaba que la mirara y me roció con spray de pimienta. Aquello era insoportable. Soy de los que piensan que el dolor es divertido, pero no tanto cuando soy yo el que lo siente.
   Pasaron unos largos minutos y el vehículo se detuvo. Me sacaron y me hicieron caminar unos metros. No podía ver dónde estaba. Trataba de adivinar cuando sentí una patada en la espinilla que parecía dada con una bota de buzo. Caí de rodillas al suelo y noté como rasgaban mi camisa y me dejaban la espalda desnuda. El chasquido de un látigo me dio a entender que lo siguiente no iba a ser agradable. Se sucedieron los latigazos. No sabría decir cuántos fueron, pero notaba como mi sangre se escapaba a borbotones. De pronto paró aquella tortura. Estaba a punto de perder el conocimiento.
   Me metieron la cabeza en un cubo de agua y después de unos segundos la sacaron. Esta operación se repitió varias veces. Entonces escuché la voz de aquella misteriosa chica ordenando que se detuviese la tortura. Me sentaron en una silla y pude verla de nuevo. El agua había eliminado los últimos restos de pimienta.
   -Señor Malasombra- Me dijo- Me alegra que ya pueda ver de nuevo así sabrá lo que le espera.
   Sacó un revolver y lo colocó sobre mi cabeza. Lo amartilló y apretó el gatillo.
   Yo había cerrado los ojos. Esperaba el final. Había llegado mi hora. Pero no fue así. No escuché ningún disparo y parecía seguir con vida. Todo mi cuerpo temblaba y no me atrevía a abrir los ojos.
Entonces ocurrió algo que no podía sospechar: Las risas inundaron aquel lugar. Abrí los ojos y allí estaban, entonando el Cumpleaños Feliz, varios de mis amigos. ¡ERA UNA FIESTA SORPRESA!
   ¡Qué grandes! ¿Qué maravilla! Allí estaban mis compañeros de la timba de póker de los sábados. Freddy Kruger, Anibal Lecter, Norman Bates, El Joker y Bob Espònja que, a pesar de la imagen que da en la serie de dibujos es un golfo de cuidado: jugador, bebedor y especialista en broncas. La chica misteriosa tambíen cantaba y fue cuando le pregunté su nombre.
   -Me llamo Regan- Pero, aunque he crecido, todos me conocen como la Niña del Exorcista.
   Me quitaron las esposas y cuando me incorporé ya no me importaron las graves lesiones que había sufrido. Sólo pude decir entre sollozos de alegría y emoción:
        AMIGOS MÍOS, OS QUIERO