martes, 10 de diciembre de 2013

El reloj inmortal

   Este es mi reloj. Un viejo Casio cuya edad desconozco porque no recuerdo cuando lo compré, pero sí que lo hice en pesetas.
   Yo no soy muy partidario de llevar reloj, aunque suelo llevarlo. Normalmente utilizo uno bueno (sin exagerar. No es un Rolex ni se le acerca). Además tengo otro que me regaló mi tía que tiene pinta de costar una pasta. Este último solo me lo pongo en ocasiones muy especiales.
   Sinceramente, no les tengo ningún cariño ni apego a estos dos artilugios que marcan las horas.
   Pero, amiguitos, mi Casio juega en la Champion League de mi corazón. ¡Joer! ¡Qué cursi y almibarado comentario! Mejor me doy un cabezazo contra la pared a ver si me recompongo. Un momento....
¡CLONC!
   Bueno, ya está. El caso es que este reloj es el que llevo mientras trabajo. Le cambié la correa un montón de veces debido a que con el tiempo acaban rompiéndose. Las pilas también se las he cambiado en varias ocasiones. Las aventuras de este reloj son muchas. Se ha llevado golpes de todo tipo, se me ha caído en un bote de aceite industrial, se ha mojado, se ha quedado debajo de máquinas, lo he tirado al suelo para tener las manos libres y poder meterlas por algún angosto rincón...etc.
   Como podéis comprobar, ya no tiene correa. Es que el soporte para colocarlas se rompió y ahora lo llevo en un bolsillo lateral de mi pantalón de trabajo. Al terminar mi turno nocturno, me cambio de ropa y lo dejo en un estante de mi taquilla. Pero el pasado jueves se me olvidó y se quedó en el pantalón.
   El sábado puse la lavadora y al terminar saqué la ropa para tenderla y allí estaba, en el fondo del tambor. Lo cogí con cierto temor, pero enseguida comprobé que seguía funcionando como si nada.
   Mientras estaba en mi mano, el reloj me miró a los ojos y me dijo:
   -Ya te vale, tío. Tantos años juntos y es la primera vez que me llevas a un parque de atracciones. Lo que he disfrutado dando vueltas y surfeando sobre agua jabonosa.
   -Me alegra mucho que estés bien, pero ahora deberías descansar un poco.
   Lo coloqué sobre un trapo y lo tapé para que no se resfriase. Creí que ponerle algo de música sería relajante:
 
 
   -¿Qué pasa? ¿Cómo que no marque la hora? ¿Acaso quieres matarme?
   -No, hombre. habrá sido un lapsus. Mira, voy a buscar algo más apropiado:
 
 
   -Esto ya está mejor, me habías asustado.
   Mi reloj y yo nos echamos un bailecito y finalmente se quedó dormido y lo arropé. Ha pasado todo el fin de semana descansando y anoche volvió conmigo al trabajo. No podía ser de otra forma.
   Dicen que las cucarachas podrían sobrevivir a una catástrofe nuclear. Yo añadiría que mi reloj Casio también.
   ¡Es inmortal! no como esos relojitos pijos de metales caros y piedras de precios desorbitados con los que tienes que llevar un cuidado extremo para que no se estropeen o para que no te los roben. No hay comparación. mi Casio es superior a todos ellos.