domingo, 8 de noviembre de 2015

La señora quiere vivir...

   -Buenas noches, Malasombra.
   -Santi, ¿qué haces en mi blog? ¡Largo de aquí!
   -Hombre, es que quería contar algo un poco más serio.
   -Hazlo en el blog ese que tienes de supuesta poesía.
   -Ya, podría, pero es que esto es una historia real.
   -Pues no te dejo.
   -Por cierto, Malasombra, en la calle hay un tipo regalando cosas y ayudando a la gente.
   -¿Cómo? ¡No puedo permitirlo! ¡Voy a por él!
 
   Bueno, creo que me he librado del nota este por un rato. Ahora voy con lo que quería contar.
Ya llevo tiempo queriendo escribir sobre una señora de mi pueblo. La conozco de vista, pero no tengo ningún contacto con ella. Soy muy torpe para adivinar su edad, pero calculo que tendrá ochenta y muchos.
   La señora sale todas las mañanas muy temprano de su casa apoyándose en un carrito de la compra que le ayuda a caminar. Lo hace lentamente. Entra en la panadería, compra su barrita de pan y luego se encamina hacía la plaza de abastos. Ya le pierdo la pista, pero supongo que comprará allí sus cosas o simplemente se paseará. Siempre va arregladita, pero sin caer en el esperpento de alguna señora que se pasa tres pueblos con el maquillaje.
   Sé que es viuda, que tiene dos hijas y que vive sola en su casa. Más de una vez he coincidido con ella y con alguna de sus hijas en la panadería y he sido testigo de algunas frases:
   "Mamá, quédate en casa y yo te hago la compra"
   "Mamá, deberías venirte a vivir conmigo o con mi hermana"
   "Mamá, hoy hace mucho calor" "Mamá, hoy hace mucho frío"
   Reproches de aspecto cariñoso apoyados por la dependienta que siempre añade:
   "Con tus hijas estarías mucho mejor y más tranquila".
   Una mañana salía detrás de ella con mi compra y la ayudé abriéndole la puerta de la panadería. Una vez en la calle me miró con la dulce mirada de ancianita de cuento y me dijo:
   -Muchas gracias, hijo.
   -Encantado señora.
   Sostuvo la mirada como si quisiera decirme algo y esperé unos segundos. Efectivamente, quería decirme algo:
   -¡Ay, hijo! Si les hiciera caso y me quedase en casa, ya estaría muerta.
   Dudé qué responder, pero me salió del alma con taco incluido:
   -Señora, viva su vida y no haga ni puto caso.
   La señora sonrió y comenzó su caminar lento y decidido hacia la vida,..su vida.

   Santi Malasombra

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