domingo, 13 de diciembre de 2015

Publicidad o algo

   Vamos a ver, vamos a ver...
   El asqueroso del Santi ha estado usurpando mi blog para escribir sus "tontás". ¡Ya está bien! ¡Caracoles! ¿Caracoles? Anda que yo también...¡Con lo bonito que suenan los tacos! Pero es que no están bien vistos y uno se corta.
   Bueno, voy a escribir sobre estos días navideños. No tengo nada en contra de la Navidad (Aparte de que una vez más intentaré secuestrar a los Reyes magos para que los niños no reciban regalos), pero no soporto la publicidad melosa, edulcorada, azucarada, ñoña, artificial, de mineralización débil, bicarbonatada y de bajo contenido en magnesio.
   Anuncios con voces rimbombantes y de tono lastimero que pretenden debilitar a los corazones más duros. Personas muy buenas, acciones muy buenas, pensamientos muy buenos...¡Quieren vender su producto! ¡Nada más! ¡No es real! ¿Porqué hemos de ser buenos en Navidad? Y el resto del año, ¿qué?. La actitud correcta es ser malo todo el año y, ya que hacemos distinciones, en Navidad mucho más.
   Recordad esto porque os será muy útil en la vida:
   Bondad = Mal
   Maldad = Bien
   ¿Y el maldito Justino de la lotería? Ya tiene delito que hayan estirado la idea del año pasado con el camarero que le guarda el décimo al cliente habitual.
   "-¿Qué te debo por el café?
     -Veintiún euros?
     -¿Veintiún euros por un café?
     -No, un euro por el café y veinte por esto."
    ¡Y va el tío y le da un décimo premiado! ¡Vamos! La culpa es mía. Tenía que haber ido al bar ese, liarme a guantazos con el camarero y quedarme con los números premiados.
   El caso es que este año plagian la idea y al señor de UP. ¡Encima se llama Justino! ¡Como el niñato Bieber! ¡Y le ponen cara de pena! Total porque se supone que hace felices a los demás cambiando de postura a los maniquíes. ¡Menuda chorrada! ¡Pues no se me ocurren a mí posturas y cosas para los maniquíes mucho más divertidas!
   Y entra el Justino con esa cara de haba y se encuentra a un maniquí sonriente con un décimo en la mano. ¡Un décimo! ¡Con lo bonito que hubiese quedado encontrarse con el maniquí haciendo una penineta! ¡Eso sí sería un anuncio guapo! Además, ¿qué clase de plantilla es la de esa fábrica? ¿no hay nadie decente que diga que le den al Justino?
   ¡Ojalá cierre esa fábrica!
 
   -Espero que no y que si algún trabajador lo deja por el premio, contraten a otro.
   -¿Quién eres tú?
   -Soy Santi, ¿no me recuerdas?
   -¡Aggggggggg! ¡Qué asco! ¡Otra vez en mi blog! ¡Fueraaaaaaaaaaa!
   -Tranquilo, Malasombra, que te va a dar algo.
   -A mí me dará algo, pero a ti te voy a dar una paliza.
   -Eh, no, ¿qué vas a hacer con esa silla?
   ¡¡¡CRASH!!!

   Por lo que sea, parece que el Santi se lo pensará (si es que sabe pensar) antes de volver por mis dominios. ¡Ea! pues ya me despido hasta que me dé la gana volver. Espero que no lo paséis bien y, sobre todo, que hagáis que no lo pasen bien los demás: es vuestra obligación. Ahí os quedáis. Me voy  ver vídeos de caídas graciosas en Youtube.

   Santi Malasombra

domingo, 6 de diciembre de 2015

Las cinco de la tarde

  Las cinco de la tarde. Suena el timbre que anuncia el final de la clase en aquel viejo edificio de pueblo. Niños corriendo, gritando y saltando. Manadas de chavales vamos a la huerta que rodea el pueblo y jugamos a los indios y vaqueros, pero siempre se descontrola la batalla y acabamos a pedradas. Si hay sangre, la tarde fue bien. Eso sí, nos cuidamos mucho de entrar en las tierras del tío Roque, porque una cosa es una brecha en la cabeza y otra un tiro con cartuchos de sal: no os imagináis lo que escuece eso. Pero el riesgo de robarle una naranja merece la pena y eso que mi familia tenía huerto propio, pero no es lo mismo. Anochece pronto y volvemos a nuestras casas a restañar las heridas. No hay ganadores ni perdedores. Al día siguiente todos amigos.
   Las cinco de la tarde. Suena el timbre. Hay que hacer un trabajo sobre árboles. La guerra debe esperar. Busco en la biblioteca de mi abuelo y no veo nada aparte de la enciclopedia. Demasiado trabajo buscar información tomo a tomo. Pregunto y me dice que tal vez en la biblioteca del pueblo encuentre algo. ¿Biblioteca del pueblo? ¿Hay biblioteca allí? Parece que sí. En una dependencia del centenario ayuntamiento. Mañana iré.
   Las cinco de la tarde. Suena el timbre. Recorro las calles adoquinadas hasta llegar al vetusto edificio y pregunto a un municipal que hay en la puerta. Me indica una puerta y entro. No es muy grande, pero para mí es enorme. Estanterías repletas de libros desde el suelo al techo. Busco y encuentro: árboles de hoja perenne o caduca, coníferas, frutales, europeos, africanos...demasiados árboles. Abro mi cuaderno de hoja cuadriculada y comienzo a copiar la información. Se hace de noche y vuelvo a casa. Mi abuelo me dice que está muy bien el trabajo y duermo feliz.
   Las cinco de la tarde. Suena el timbre. Los amigos me reclaman para lanzar piedras y para recibirlas. Me quedo pensando y decido volver a la biblioteca. Ya no pregunto. Doy las buenas tardes al municipal y entro. Esta vez no sé lo que busco, pero acabo encontrando unos tomos bien encuadernados de dibujos. ¡Las aventuras de Tintín! ¡Astérix! Cojo uno, me siento y comienzo a leer. Anochece y entra el municipal diciéndome que se hace tarde y que si mi familia sabe que estoy allí. Contesto que no y me invita a marcharme. Vuelve mañana, me dice sonriendo.
   Las cinco de la tarde. Suena el timbre. Me esperan los libros en la biblioteca. Las piedras, las carreras, la sangre y los tiros del tío Roque deben esperar. Ya le conté a mi abuelo que iba a estar allí. Me sumerjo en las aventuras de aquel reportero y de aquellos galos medio locos. Hacía mucho que no disfrutaba tanto. Devoro todo lo que hay con la ansiedad de un niño que no tiene límites. Llega un momento en que no queda nada y los releo.
   Las cinco de la tarde. Suena el timbre. Ya es primavera y la biblioteca se acaba. Vuelvo a las batallas en la huerta. Hay más luz y más sangre. Risas y lágrimas. Pero nada grave. Sobrevivimos todos a aquella época en la que podías comprar tabaco suelto, petardos o ganar un machete en la feria teniendo doce años.
   Las cinco de la tarde. Suena el despertador. Me levanto después de dormir todo el día después del turno nocturno. Me acerco a la farmacia y veo que en el viejo edificio del ayuntamiento sigue instalada aquella biblioteca. Hay un par de ordenadores y Wifi, pero los libros siguen allí. Me acerco al rincón de los libros juveniles y allí están mis viejos compañeros: Tintín, Milú, el capitán Haddock, Astérix, Obélix, Panorámix...
   Las cinco de la tarde. Solo puedo sonreír...

Santi Malasombra