Camino lentamente y atento a cualquier ruido que no fuese el de mis pisadas sobre la desgastada acera. Llego a una puerta, compruebo con cierto nerviosismo que nadie me ha seguido y golpeo tres veces con mis nudillos. Al momento se abre una rendija en la parte superior y alguien me pide una contraseña.
-Mola mazo cocer col en un cazo.
-Correcto, señor Malasombra, puede pasar.
-Gracias y tal y cual.
La estancia está apenas iluminada por una pequeña bombilla que cuelga del techo. Coloco el abrigo y el sombrero en una cosa de esas donde se cuelgan cosas. En la mesa me esperan tres personas con cara de pocos amigos. Me siento y saludo con mi habitual cortesía:
-¿Qué coño estáis mirando?
Nadie responde, pero uno de ellos, Nick Carapalito, se levanta airado y me apunta con su revolver.
-¡Llegas tarde, Malasombra!
-Ya, bueno, el tráfico, ya sabes, anda siéntate a ver si me voy a enfadar- contesté mientras en un movimiento ninja le puse una katana en el cuello.
Entonces otro de los hombres, Jhonny Cuellosugus, dijo con voz calmada.
-Señores, haya paz, vayamos al asunto que nos ha traído aquí.
Johnny tenía razón y guardamos nuestras armas. El único que no había dicho nada era el cuarto hombre que, impasible, seguía sentado en su silla: era el mítico Tony Puñobrocoli.
Ya estábamos todos sentados y dispuestos a culminar el plan que llevábamos meses preparando.
Cuatro hombres despiadados reunidos en torno a una mesa con botellas de bourbon, puros de los caros y pistachos. Nada podía salir mal.
-Bien- dije- antes de comenzar he de asegurarme de que nadie se va a rajar. Somos hombres con muchos delitos a nuestras espaldas y con una reputación que mantener. Si nuestros enemigos llegan a conocer lo que vamos a hacer aquí sería nuestro final.
-Ya lo hemos hablado-dijo Johnny- estamos contigo hasta el final y asumiremos las consecuencias si algo sale mal.
Se hizo un incómodo silencio mientras una cerilla encendía el primero de los puros y el primer vaso era bañado por el bourbon. Fue Tony, el más callado el que dio el paso:
-¡Vamos a hacerlo! ¡Con un par!
Hice una señal al esbirro que abrió la puerta y nos trajo a un prisionero que habíamos capturado. Era un policía de los que pintaba con tiza las siluetas de nuestras víctimas.
-¿Qué queréis de mí? ¡Por favor! ¡No me matéis!
-Eso depende de ti- dije- Te vamos a pedir algo y deberás hacerlo. Coge una tiza y dibuja en el suelo el juego del tejo.
-¿Cómo dice?
-¿Estás sordo o qué? ¡Qué dibujes el juego del tejo!
El policía cogió la tiza, se puso de rodillas y lo hizo. Luego se levantó y con cara de susto preguntó:
-¿Y ahora qué?
-Eso no es asunto tuyo. Te vamos a soltar, pero recuerda que gracias a nosotros tienes trabajo y si te vas de la lengua te la cortaremos, además de otras cosas.
-Seré una tumba, lo juro.
-Bien, mejor que lo seas si no quieres estar en ella.
Una vez liberado el policía sano y salvo...Bueno, lo confieso, le dimos una paliza, pero creo que sobrevivirá...creo..
Pues ya podíamos comenzar a jugar al tejo. Eso sí, con música de los cantajuegos de fondo.
Y es que los criminales como nosotros somos muy infantiles, pero debemos mantenerlo en secreto.
Advertencia: si lees esto y lo cuentas, te buscaremos y te reventaremos. Eso sí, desde el cariño y eso.
Santi Malasombra
No hay comentarios:
Publicar un comentario