domingo, 28 de febrero de 2016

Te cuento un cuento

   La vida está llena de momentos desagradables que yo trato de evitar: dar los buenos días, dar las gracias, sonreír, ser amable...ese tipo de cosas. Pero a veces uno ha de hacer sacrificios para conseguir lo que quiere o para tener contentas a ciertas personas.
   El caso es que tengo una amiga que alguna vez ha trabajado para mí y digamos que le debo un favor. Me llamó porque tenía un compromiso ineludible y quería que hiciese de canguro de su hija el fin de semana. La niña tiene cuatro años y no se atreve a dejarla sola en casa. No entiendo porqué. Yo, con cuatro años, organicé mi primer motín en la guardería y puse en jaque a los antidisturbios.
   Bueno, llegó a mi castillo y su madre me la dejó con unas cuantas advertencias:
   -Malasombra, que no tome dulces, que no beba cerveza, que no fume y que no juegue con armas.
   -¡Jo! Me quitas todo lo divertido, a ver cómo la entretengo.
   -Nada, he traído alguno de sus juguetes, que juegue con ellos o que vea un canal infantil en la tele y cuando tenga sueño la acuestas y ya está.
   -Bueno, vale, está bien, marcha tranquila.
   Allí me quedé con la niña y la verdad es que no causó ninguna molestia. Se entretuvo con sus cosas y no me molestó en absoluto. Al anochecer le dije que se fuese a la cama y así lo hizo. La arropé, pero antes de salir de la habitación me dijo:
   -Señor Malasombra, cuénteme un cuento para que pueda dormir.
   -¿Un cuento? ¡Jo! ¿Es necesario?
   -Mi mamá siempre lo hace. Porfi, cuénteme un cuento...
   -¡Está bien!
 
   Mira, había una vez una niña de rubios cabellos llamada Caperucita a la que su mamá encargó una misión: tenía que llevar un anillo por el bosque y tirarlo en el Monte del Destino en Mordor.
   Caminaba cantando canciones de Siniestro Total hasta que llegó a una casita de paja. Tocó a la puerta y dijo:
   -¡Ábreme la puerta o soplaré, soplaré y tu casa derribaré!
   Un cerdito abrió la puerta y le dijo:
   -¿Qué quieres, Caperucita?
   -Nada, señor cerdito, sólo quería preguntar si este es el camino correcto para Mordor.
   -Pues sí. Todo recto, muchacha- dijo entre risas.
   -¿De qué te ríes?
   -Nada, del imbécil de mi hermano que ha construido una casa de ladrillos para nada.
   -¡Ah, vale! Pensaba que me tomabas el pelo.
   -No, Caperucita, sigue tu camino.

   La niña siguió caminado y se encontró con el lobo feroz.
   -¿Dónde vas, Caperucita?
   -Mira, lobo, tengo prisa y no estoy para bobadas. A un kilómetro hay un cerdito que vive en una casa de paja el muy tonto. Ve allí y podrás zampártelo.
   -¡Oh! ¡Gracias, niña!
   -¡A mandar!

   De pronto, se encontró con una tribu de osos de peluches y les preguntó:
   -¿Qué hacéis en medio del bosque?
   -Vivimos aquí y vamos a ayudar a la rebelión a destruir la Estrella de la Muerte.
   -¿Por qué motivo?
   -Es que nuestro nuevo dios, C3PO, tiene poderes y levita en el aire.
   -¡Idiotas! Eso no es más que un truco Jedi. Porque tengo prisa, pero lo que debería es avisar a Darth Vader de vuestros planes.
   -Niña, déjanos en paz con nuestras cosas.
   -Vale, vale,que os den...

   Caperucita ya estaba a punto de abandonar el bosque y llegar al monte cuando encontró a una niña encerrada en una torre que suplicaba su ayuda:
   -Ayúdame, que estoy encerrada y no puedo salir.
   -¡Vaya por Dios! ¿Y quién eres tú?
   -Me llamo Rapunzel y me han encerrado.
   -Por algún motivo, supongo.
   -Dicen que soy repelente.
   -Y seguramente lo seas, pero yo no me voy a interponer, que tengo cosas que hacer.
   -Al menos dame algo para comer.
   -Bueno, espera que hago una llamada.
    Al rato apareció una ancianita con una manzana y Caperucita le dijo que se la diera a Rapunzel.
   -Pero no es Blancanieves- dijo ella.
   -Ya, pero dice que es la más guapa del reino.
   -¡Se va a enterar esa presumida!
   -Ea, toda tuya, me largo.

   Por fin llegó Caperucita al borde del Monte del Destino y cuando sacó el anillo para tirarlo apareció un hombre calvo de aspecto desaliñado que le gritó:
   -No, Caperucita, no tires el anillo.
   -¿Por qué no voy a tirarlo?
   -Es de oro y conozco una casa de empeños donde venderlo y con el dinero podemos comprar cervezas.
   -Me gustas como piensas, tío, ¿cómo te llamas?
   -Homer Simpson.
   -Presiento que este es el comienzo de una hermosa amistad.

   Lo cierto es que la niña se había dormido nada más comenzar el cuento, pero yo lo acabé de todas formas. No sé porqué, pero sospecho que las setas que cené tenían un sabor extraño...¡Anda! ¡Un unicornio! ¡Un unicornio!

Santi Malasombra
 
 
 
 

2 comentarios:

  1. Vaya, vaya, ya sé al cuidado de quién voy a dejar a mi queridísima sobrinita Mari Beyoncé. Sólo puede quedar uno, hagan apuestas 😀

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