domingo, 6 de marzo de 2016

Un domingo cualquiera

   Suena el despertador, lo reviento de un martillazo y me levanto. ¡Es domingo! Bueno, en realidad me da lo mismo porque todos los días son iguales. Lo primero, la ducha: llamo a un esbirro y le ordeno que me traiga a uno de los prisioneros que tengo en las mazmorras del castillo, lo colocan en una pared y le doy un manguerazo de agua con una manguera de esas que usan los señores que apagan incendios. La experiencia me ha enseñado a mantener la presión justa de agua: lo suficientemente fuerte para que el señor prisionero no pueda levantarse, pero que sobreviva para poder reírme otro día de él. 
   Bueno, pues ya he cumplido con la ducha diaria. Ahora toca el desayuno. Hoy me apetece hacerlo en un bar. Salgo con mi flamante coche deportivo de 500 caballos a los que previamente he alimentado con pienso y buena hierba: al contrario que a los humanos, a los animales hay que tratarlos bien, 
   La verdad es que no avanzo mucho porque me parece que la hierba era demasiado buena y los caballos parecen colocados. En fin, voy a ponerles un disco de Bob Marley y llamaré a un taxi. 
   Pues llego al bar y lo primero que veo es a una pareja sentada en un mesa disfrutando del café y de unos churros. No pude ni quise evitar acercarme y decirle a ella:
   -Hola, guapísima, después del otro día no te puedo quitar de mi cabeza. ¡Qué bien lo pasamos! Aunque eres un poquito falsa. Dijiste que era un dios en la cama, que volverías a llamarme y no lo has hecho.
   -¿Pero qué dice usted? ¡No le conozco de nada!
   -Ya, ya, ¿es tu novio?
   -¡No! Soy su marido- dijo él levantándose airado y con ganas de pelea.
   -Mira muchacho, no te enfades, que para ti es un honor que te ponga los cuernos conmigo. 
   Me atacó con toda su furia, pero no contaba con que yo no estaba solo: mis guardaespaldas actuaron enseguida y lo inmovilizaron. Saqué del bolsillo un casco de vikingo que casualmente llevaba encima y se lo puse. Ella también me atacó y me dio unos guantazos que aguanté estoicamente sin defenderme: es el pago por ser maligno.
   Salí del bar y me di cuenta de que no había tomado nada. Es que a veces me despisto. Entonces recordé que muy cerca del aquel bar había una gasolinera que, además, tiene cafetería. Pues dicho y hecho. Me acerqué y les dije al personal que abandonaran el lugar porque estaba ardiendo.
   -¿Qué dice usted? ¡No vemos el fuego!- Contestó uno de ellos.
   -No, pero espere un segundo, señor.
   Saqué un lanzallamas del otro bolsillo y le pegué fuego al sitio. Todos salieron huyendo y aproveché la confusión para prepararme un buen café que degusté mientras observaba el bonito fuego y el humo negro del combustible ardiendo. 
   Pronto llegaron los bomberos y con sus mangueras sofocaron el incendio.
   -¡Buen trabajo, muchachos!
   -Gracias, señor, ¿qué ha pasado aquí? ¿Cuál es el origen del fuego?
   -Bueno, señores bomberos, esa es una historia complicada. Según algunos estudios, el hombre comenzó a dominar el fuego hace como un millón y medio de años más o menos. Lo consiguieron frotando dos palos aunque ya lo conocían por la caída de los rayos sobre los árboles. Pero claro, no sabemos a ciencia cierta si consiguieron controlarlo antes. Pero si me permiten hay otra historia que mola más. Verán, un tal Prometeo, hijo de Jápeto, era un Titán que se mezcló con los humanos y trató de que éstos vivieran mejor. Se dio cuenta de que vivían en cuevas y de que no podían cocinar los alimentos. Entonces, subió al Monte Olimpo donde los dioses se pegaban la gran vida y le pidió a Zeus que le diese un poquito de fuego para los humanos. ¡Ni de coña! dijo Zeus. Entonces Prometeo en un descuido robó una chispa del rayo de Zeus y la bajó a los humanos para que su vida fuese mejor. 
   Zeus se dio cuenta de que en la Tierra había fogatas y decidió encadenar a Prometeo a una montaña como castigo. Yo, personalmente, habría sido más duro con Prometeo. ¿Ayudar a los humanos? ¿De qué vas, payaso? Desgraciadamente, Hércules rescató a Prometeo y como castigo ahora el Hércules está en Segunda B.
   De pronto me di cuenta de que los señores bomberos se habían dormido ante el rollazo que les estaba metiendo. Pues nada, hay que aprovechar las oportunidades: les robé el camión y así ya tengo mangueras nuevas para la ducha de mañana. 
   Es que uno nunca sabe las sorpresas que te puede deparar un domingo cualquiera...

   Santi Malasombra 

4 comentarios:

  1. No sé de qué depende el que le lean a uno o no... Pero lo tuyo no defrauda nunca . :)

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    1. Muchísimas gracias. Bueno, me leen pocos pero siempre hace ilusión que lo haga alguien. Y como no vivo de esto tampoco me preocupa demasiado. :)

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