domingo, 12 de junio de 2016

Zanahorias, sentidos y frustranosequé.

   A veces me siento solo a reflexionar sobre la vida mientras contemplo una zanahoria morada. ¿Sabéis que hay zanahorias moradas? Seguro que sí.
   El caso es que repasando mi biografía me entra el desasosiego: ¿he sido lo suficientemente malo? Me gusta pensar que sí, pero creo sinceramente que nunca llegaré a ser tan malvado como quisiera.
   Sí, enemiguitos míos, incluso yo tengo fustrra..fruta...fusr...fustaci...fruitis..frus...¡Joer! ¿Os dais cuenta? Ni siquiera soy capaz de escribir correctamente "frustraciones" y el estar solo en este momento es un nuevo error. Si tuviese a alguien cerca le habría pegado y me quedaría tranquilo, pero ¿qué hago ahora? ¿pegarle a la zanahoria morada?
   Como dijo el economista austriaco Friedrich Hayek: en un orden espontáneo no pueden evitarse las frustraciones inmerecidas.
   Es decir, que los desordenados están condenados a la frustración. Por otra parte una escritora austriaca, Elfriede Jelinek, dijo que el arte y el orden son parientes enemistados. Llegamos a la conclusión de que las personas ordenadas o que acatan el orden establecido no pueden ser artistas.
   Para crear arte has de ser desordenado o rebelde y frustrado...
   No me convence esa conclusión. Para llevar acabo el noble arte de la estafa o el chantaje estás obligado a ser ordenado porque si dejas cabos sueltos no funciona. Si la maldad es un arte, que evidentemente lo es, ¿porqué precisa de orden? ¿Eh? ¿Eh?
   Es lo que pasa cuando leo cosas de austriacos estando de resaca. ¿Qué sabrán ellos? Si ni siquiera hablan español.
   Pues aquí sigo con la zanahoria morada. ¿Sabíais que una jirafa puede limpiarse las orejas con su propia lengua? ¡Qué asco!
   Vale, lo reconozco, es que me propuse escribir una historia todos los domingos y a veces no me vienen ideas o, como hoy, las que tengo no me convencen o no sé cómo terminarlas. Es que si hay algo que odie más que la "música" de Maná es repetirme. Pero estoy dispuesto a correr el riesgo escribiendo sin sentido.
   -Perdona, Malasombra, sí tiene sentido: escribes de izquierda a derecha.
   -No me refiero a ese sentido. imbécil.
   -¿A qué sentido te refieres? ¿Tacto, oído, gusto, vista, gusto?
   -Pues sí, Santi, a esos sentidos me refiero. Ven que te lo explico mejor.
   -Oye, no te molestes, que los conozco.
   -No, hombre, no, ya que te has infiltrado en mi historia te voy a dar una lección magistral sobre los sentidos.
   -¿Y esas cuerdas? ¿Para qué son?
   -Adivina, adivinanza...
   -¡Nooooooooo!
   -Bueno, Santi, ahora que estás atado te voy a mostrar para que sirven los sentidos. ¿Ves lo que llevo en la mano?
   -¡Una tarántula!
   -Cierto, la vista funciona. Ahora te meto la araña en la boca, ¿a qué sabe?
   -¡Agggggghhhhhh! ¡No lo sé!
   -Bueno, el gusto lo tienes regular. Ahora voy a hervir coliflor delante de donde estás sentado.
   -¡Qué mal huele!
   -¡Bien! Te funciona el olfato. Ahora vayamos con el oído. Espera un momento que saco del calabozo a los de Coldplay para que te canten.
   -¡Por favor! ¡Eso no! ¡Dont,t be cruel!
   -¡Sufre, mamón! ¡Devuélveme a mi chica!
   -¿Pero qué dices, "trastornao"?
   -Y, por último, el tacto. Seguramente el sentido más placentero para mí. Siente el tacto de mi mano.
   ¿Santi? ¿No dices nada?
   Bueno, como seguramente habréis adivinado le he pegado un puñetazo, pero viendo que está inconsciente y sangra, lo mismo me he pasado un pelín.
   Venga, que voy a ver si lo reanimo que en el fondo no soy tan malo. Así me respondo a la pregunta que me hice antes: ¿he sido lo suficientemente malo?
   Evidentemente, no: soy un pedacito de pan.

   Santi Malasombra

domingo, 5 de junio de 2016

Aquí sí hay playa

   Nueve de la mañana. La chica que limpia la escalera está haciendo su trabajo. Espero pacientemente a que termine y llegue al portal. Llevo unas zapatillas con las suelas impregnadas en alquitrán y bajo tranquilamente pisando lo recién fregado y asegurándome de que ella me ve. Su cara no tiene precio y me insulta. Le doy los buenos días con mi exquisita educación. Ya en la acera me pongo unos zapatos y tiro las zapatillas manchadas al contenedor de residuos orgánicos.
   Es hora de llamar a un taxi que me lleve a la playa. Llega enseguida, le digo el lugar y apenas unos metros más adelante saco de mi mochila una pistola y apunto al taxista:
   -Señor taxista, conduzca hasta donde le he dicho y no habrá problemas.
   -¿Es un atraco?
   -Ya veremos cuando lleguemos. Su vida y su dinero dependerá de usted.
   El trayecto dura media hora. La aterrorizada cara del taxista es una bonita compañía. Llegamos al lugar y se vuelve ofreciéndome el dinero que tenía y suplicando por su vida.
   -¿Cuánto cobraría usted normalmente por este trayecto?- Pregunté.
   -Veinticinco euros.
   -Pues tome treinta y quédese la vuelta que ha sido una broma.
   -¿Una broma?
   -Si no le ha hecho gracia me da igual: yo he disfrutado del viaje. Por cierto, no pierda el tiempo con denuncias que la pistola es de juguete.
   Bajo del vehículo y me alejo rápidamente dejando a aquel hombre con la cara más blanca que...algo que sea muy blanco.
   Bueno, pues ya estoy en la playa y respiro el inconfundible olor del pescado frito. Me acerco al chiringuito y pido una ración:
   -Camarero, sea generoso con la ración, que traigo hambre atrasada. Luego me cobra lo que corresponda.
   -Muy bien, señor, ¿y para beber?
   Miro a aquel tipo con cara de sorpresa.
   -¿Cómo dice? ¿Acaso sirven alguna bebida que no sea cerveza?
   -Bueno, sí: vino, agua, refrescos...y por supuesto cerveza.
   -Perdóneme, pero me parece intolerable que alguien pueda beber algo que no sea cerveza, que es lo que me va a poner a mí. Si los demás quieren tirar su vida a la basura pidiendo otras cosas es su problema.
   -Bien, señor, le pondré una cerveza fresquita- Dijo el camarero con cara de "La de gilipollas que tiene que aguantar uno en este trabajo".
   He de reconocer que el pescado estaba exquisito y la cerveza maravillosa. Pero no podía pasar por alto el hecho de que en aquel lugar también servían agua y estaba dispuesto a vengar tal afrenta. Saqué de mi mochila un tarro con cucarachas y las arrojé sobre las tapas que estaban en el mostrador. Las caras de asco de muchos clientes y el intento de agresión del camarero demostró que había hecho bien. Salí huyendo y, por supuesto, sin pagar.
   El día estaba resultando ser más agradable de lo que había planeado y decidí dar un paseo por la orilla de la playa. Me di cuenta de que la gente me miraba raro, pero no sabía porqué. De pronto se me acercó un niño y me preguntó desde la inocencia:
   -Señor, ¿porqué va vestido con traje y corbata en la playa? ¡Hace mucho calor!
   -Bueno, chaval, es un homenaje a mis amigos australes, ¿sabes que en muchos países ahora es invierno y hace frío? ¿No te han enseñado eso en la universidad?
   -No, señor, tengo seis años.
   -¿Dónde están tus padres?
   -Mi papá está allí con mi mamá.
   -Llámalo, que he de hablar con él.
   El niño resultó que era obediente y llamó a su padre. Se acercó y me preguntó si había algún problema.
   -Sé que no es asunto mío, señor, pero ¿no le da vergüenza que su hijo no vaya todavía a la universidad? ¡Tiene seis años! A su edad yo ya tenía una carrera. Cierto es que compré el título con sobornos y chantajes, pero eso es secundario.
   -¿Está usted loco? ¡Deje en paz a mi hijo y lárguese!
   -Está bien, pero dele recuerdos a su esposa que es una señora muy simpática. Cada vez que terminamos de hacer el amor me cuenta un chiste.
   -¡Hijo de p***! ¿Cómo se atreve a decir eso delante de mi hijo? ¡Le voy a partir la cara!
   -¡Y yo me voy a partir de risa! ¡Dice que es su hijo! ¡Qué inocente! ¡Si cuando le ven a usted la gente se pregunta de qué ganadería es!
   Vale, lo reconozco, me atizó un puñetazo, pero son gajes del oficio. Nadie dijo que la vida fuese fácil.
   Pues ya estaba acabando la mañana e iba siendo hora de volver a casa. Lo mismo debería llamar al mismo taxista de antes, pero no sé si sería buena idea. Robé una bicicleta, llamé a otro taxi, coloqué la bicicleta en la baca y me llevó a casa. Ya sé que algunos os preguntaréis que porqué robé la bicicleta...
   ¡Pues por puro placer! Además, ¿quiénes sois vosotros para pedirme explicaciones!
   ¡Esto no quedará así!
   ¡Me vengaré!

   Santi Malasombra
   -