Estaba pasando el tiempo mientras echaba palomas a una panadería...Vale, ya sé que es al revés, pero yo hago las cosas a mi manera, cuando recibí una llamada:
-¿Señor Malasombra?
-Sí, soy yo, ¿porqué me molesta?
-Soy el inspector de policía Emiliano.
-¡Agárrala con la mano!
-¡Déjese de tonterías! ¡Hemos detenido a su hija! Necesitamos que venga a comisaría.
-Espero que sea por algo grave o habrá consecuencias.
Para llegar antes le robé un patinete a un niño y llamé a un taxi. Os preguntaréis que porqué entonces le quité el patinete al niño. Pues por puro placer. Desde luego que tenéis unas preguntas más absurdas...
Finalmente llegué y me encontré frente a la situación: mi hija sentada en una silla mientras cuatro policías, dos antidisturbios, un Tédax, un legionario y un buzo de la marina la vigilaban.
El Inspector Emiliano se presentó y comenzó a explicarme lo que había hecho:
-Verá, señor Malasombra, la detuvimos mientras intentaba atracar un banco con una careta de Candy Candy.
-¡Mira que se lo tengo dicho! Para atracar ha de ponerse la careta del Jóker, que para eso se la regalé. Espero que le den un buen escarmiento.
-¿Eso es lo que le preocupa? ¿la careta? ¿Y el atraco?
-Bueno, lo del atraco se lo puedo perdonar porque le falta experiencia y ya aprenderá.
-¡Es usted un mal padre!
-¿Cómo se atreve a juzgarme? Sepa usted que todas las noches le leo un cuento de Edgard Allan Poe y la arropo con una manta que robé de un psiquiátrico abandonado del norte de Siberia.
-Me parece que vamos a tener que poner el caso en manos de la justicia para que le quiten la custodia de su hija.
-Pues buena suerte. El último juez que lo intentó dimitió y ahora vende enciclopedias por las casas. Mire, inspector Emiliano, soy demasiado poderoso y mi maldad no tiene límites. Yo, de usted, me la entregaba y asunto arreglado.
-¿Cómo se atreve a amenazarme? ¿A qué lo detengo?
La cosa se estaba calentado cuando mi hija se levantó y le mordió el tobillo al buzo. Al caer al suelo se soltó la válvula de la botella de oxígeno y fue a parar a la cara del legionario que, al intentar quitársela, le dio un manotazo al tédax. Los cuatro policías fueron a separarlos, pero la cabra del legionario que estaba por allí los embistió. Los antidisturbios intentaron calmar la situación, pero con tanto lío comenzaron a pegarle al inspector...
Total, que entre unas cosas y otras aproveché la situación, cogí a mi hija y nos largamos de allí.
Llegamos al castillo y no me quedó más remedio que mantener una seria conversación con ella:
-A ver, hija mía, intentar atracar un banco estuvo bien y lo del mordisco al buzo cuenta a tu favor, pero como dije en comisaría: ¿qué es eso de la careta de Candy Candy?
-Papá, tiene una explicación porque tengo que contarte algo más. Perdí la careta del Jóker mientras huía de otro banco y no me quedó más remedio que improvisar si quería volver a atracar otro. Encontré la asquerosa careta de la Candy esa en una papelera y la utilicé. No estoy orgullosa, pero me has enseñado a improvisar y así lo hice.
-¡Espera! ¿Habías atracado otro banco?
-En realidad dos. Me detuvieron en el tercero. Mira en mi mochila.
Efectivamente, la mochila estaba llena de dinero.
-Hija mía, eso es otra cosa. No es perfecto, pero dos de tres está muy bien.
-Gracias, papá.
-Mira, vamos a guardar este dinero para comprar tu regalo de cumpleaños: dentro de poco cumplirás 10 añitos.
-Papá, ¿podría ser un lanzallamas?
-Claro que sí, hija- dije mientras no pude reprimir una lágrima.
-¿Porqué lloras, papá?
-Son lágrimas de felicidad y de orgullo de padre. Ahora ve a tu habitación y descansa que te lo has ganado.
-Buenas noches, papá.
-Buenas noches y dulces pesadillas
Santi Malasombra
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