domingo, 6 de noviembre de 2016

La prueba

   No esperaba a nadie en aquella soleada noche en mi diminuto castillo de 400 habitaciones cuando sonó el silencioso timbre de la puerta que siempre estaba abierta.
   -Buenas tardes, señor Malasombra.
   -Serán para usted: ¿qué demonios quiere?
   -Tengo que hacerle una proposición.
   -¿Indecente?
   -Por supuesto.
   -Pase y siga mis pasos.
   Aquel tipo me siguió, pero como no me gusta que me sigan, me volví y le apunté con un arcabuz del siglo XV que siempre llevo en el bolsillo.
   -¿Qué hace? Me dijo asombrado.
   -Apuntarle porque no me gusta que me sigan.
   -Usted me dijo que lo hiciese.
   -Si nos ponemos a discutir lo que dije o lo que no dije, no vamos a terminar nunca. Mejor siéntese el aquella silla y cuénteme de qué va esa proposición.
   -Verá usted, represento a unos señores muy poderosos que tienen una grabación en la que aparece usted siendo amable con un grupo de personas.
   -¡Eso es imposible!
   -Parece ser que no. Se grabó en Benidorm y se ve claramente como un grupo de jubilados le pide ayuda para encontrar su hotel y usted les indica correctamente su ubicación.
   -Ya, recuerdo aquellos hechos. ¿Cómo me grabaron?
   -Teníamos un infiltrado entre los jubilados.
   -¿Uno con barba blanca falsa, camiseta de Juego de Tronos, que no paraba de jugar a la Play y que no tendría más de veinte años?
   -¡Ese mismo!
   -Ya me resultó un pelín sospechoso, pero con tantos avances en cirugía estética uno nunca sabe. En fin, no puedo negar que fui amable, pero, ¿qué es lo que quieren los señores esos a los que representa?
   -Quieren chantajearle: diez millones a cambio de no difundir el vídeo en el Congreso Internacional de Malvados.
   -Bueno, sin duda ese vídeo destrozaría mi reputación, pero me parece que no completaron ustedes el trabajo.
   -¿Qué quiere decir?
   -Verá, el hotel al que fueron los jubilados es de una empresa panameña que curiosamente me pertenece. Los ancianos dan sus datos y yo envío a mi gente a desvalijar sus casas que, normalmente, están vacías. También clono sus tarjetas de crédito y dejo secas sus cuentas.
   -¡No puede ser!
   -¡Sí puede ser!
   -Bueno, señor Malasombra, en ese caso será mejor que me marche y comunicaré a mis jefes la realidad.
   -¿En serio crees que te voy a dejar ir? Te voy a torturar hasta que me aburra.
   -¡No, por favor! ¡Le diré los nombres de mis jefes!
   -¡Qué decepción! ¡Los vas a traicionar a la primera! ¡Ni siquiera te he pegado todavía!
   -Señor Malasombra, apiádese de mí...
   -Mira, chaval, aprecio que hayas intentado llevar a cabo un chantaje y reconozco que le has echado valor, pero esos señores que te han contratado son empleados míos: ésto era una prueba y no la has pasado. En fin, por lo menos eres grande y mis lagartijas se darán un buen banquete.
   -¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOO!
   -¡SÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍÍ!

    En fin, tendré que seguir con el casting para encontrar a un nuevo ayudante. Por cierto, lo de echarlo a las lagartijas era una broma: son cocodrilos del Nilo y no veas como comen las criaturitas.

   Santi Malasombra

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