domingo, 24 de septiembre de 2017

El olivo

   El viejo olivo había muerto rodeado de naranjos y limoneros que, como si de soldados en formación se tratara, crecían junto a él. Una bacteria letal había comenzado por secar sus hojas, luego sus ramas y finalmente todo el árbol.
   El olivo fue plantado por el bisabuelo de la familia cuando construyó la casa hacía más de un siglo en aquella modesta finca de huerta.
   Toda la familia se reunió una mañana para retirarlo. El abuelo cogió de la mano a la abuela y contó a su hijo y a su nuera lo nervioso que estaba la primera tarde que pidió relaciones a la abuela, hija del dueño de la finca.

   -Estuve media hora esperando junto al entonces joven olivo y salió el padre de vuestra abuela. Me preguntó sobre mis intenciones y yo le dije casi tartamudeando que era un hombre honrado, trabajador, caballeroso y que pretendía formar una familia. Me contestó que eso estaba muy bien, que tal vez si avanzaba la relación podríamos ir una mañana de caza, porque tenía armas y sabía usarlas.
   -El abuelo no se andaba con tonterías -comentó el hijo.
   -Desde luego que no, pero lo peor fue el tono. Creo que no he sentido más miedo en mi vida. Luego entró en la casa y salió la abuela. Estaba guapísima. Fuimos al pueblo y nos sentamos en el parque. Antes de anochecer volvimos y nos despedimos junto al olivo con un casto beso.
   -Con el tiempo nos casamos -intervino la abuela- y nos mudamos aquí. El abuelo estaba sentado junto al olivo cuando le dije que esperaba un hijo. Ahí estuvo siempre el árbol, siendo testigo de todas las noticias importantes de la familia.
   -Es cierto -aseguró el hijo- aquí os dije que tenía novia, más tarde que me iba a casar con ella y finalmente que íbamos a tener una niña, vuestra nieta.
  
   La nieta de apenas tres años correteaba ajena a todo tras el perro de la casa que, pacientemente, aceptaba los juegos de la niña.

   -Bueno, es la hora. Se me parte el alma verlo así y cuanto antes lo quitemos será mejor -sentenció el abuelo.

   Una motosierra y un tractor hicieron el trabajo y al cabo de un rato sólo quedó un enorme socavón, que fue rellenado con tierra del huerto, y un nudo en el estómago.

   Unos días antes, el abuelo había comprado un olivo de apenas dos años en un vivero. Ocuparía el lugar de aquel viejo amigo que ya no estaba. Dejaría reposar un poco la tierra y lo plantaría al día siguiente.

   Aquella noche hubo una de las mayores tormentas que se recordaban en el lugar. Fue como una canción de despedida. Llegó la mañana y todos se reunieron para plantar el nuevo árbol. El abuelo estaba triste y la nieta lo notó.
  
   -¿Estás triste, abuelito?
   -No, cariño -disimuló el abuelo.
   -Yo, cuando estoy triste, me pongo a jugar.
   -¿Qué te parece si jugamos a plantar un árbol?
   -Sí, sí, sí -se entusiasmó la niña.

   El abuelo hizo un pequeño agujero con la azada, sacó el olivo de la maceta y se lo dio a la niña. Ésta lo metió en el hoyo y echó tierra para tapar los huecos.
   La pequeña se dirigió a sus padres:

   -¡He plantado un árbol! ¡Ahora será mi olivo! -Exclamó mientras saltaba de alegría.

   Todos rieron y la niña salió corriendo perseguida por el perro. El hijo se abrazó a sus padres y les dijo que su mujer tenía algo que decirles. Miró al olivo recién plantado, luego a los demás y con una sonrisa deslumbrante anunció lo que casi se le notaba en la cara:

   -Estoy embarazada, vais a ser abuelos por segunda vez.

   Todos lo celebraron y la abuela miró al olivo.

   -Ya tienes una bonita historia que contar, guárdala y no la pierdas.

   Un leve soplo de viento movió las ramitas del joven olivo...

   Santi Malasombra
  

  

  

domingo, 10 de septiembre de 2017

La nariz roja

   Caminaba cabizbajo por aquella ciudad sin nombre para él. No era más que un lugar de paso y lo único que le hacía levantar la mirada de la acera era encontrar un bar adecuado. No quería entrar en uno que estuviese muy concurrido porque buscaba beber en silencio.
   En todas partes existe ese bar que se niega a evolucionar y continúa con su barra de aluminio y su aroma a café y vino. Finalmente lo encontró y se sentó en uno de los taburetes.
   El viejo camarero ya había visto a muchos como él y en apenas un segundo supo que estaba ante un hombre triste.

   -¿Qué le pongo, amigo?
   -Una copa de whisky sin hielo -respondió.
   -¿De qué marca? -volvió a preguntar el camarero señalando las tres que tenía junto a las botellas de brandy y ginebra.
   -Es igual, ese mismo -dijo señalando uno.

   La copa se llenó con generosidad y bebió más de la mitad de un trago. En el fondo de la barra un jubilado ojeaba un diario deportivo y de vez en cuando comentaba alguna jugada o algún hecho futbolístico con el camarero que respondía con la sabiduría del juez que sentencia. En una de las mesas cuatro tipos jugaban al dominó y otros dos observaban la partida sin decir nada.
   No tardó en acabar la copa y con un gesto pidió otra. La botella volvió a salir de su estantería y adivinó que le esperaba una tarde movida.
   El camarero se sintió en la obligación casi profesional de dar conversación al hombre.

   -¿Usted es de por aquí?
   -No, estoy de paso. -contestó desganado.
   -¿Trabajo?
   -Más o menos, en realidad hace mucho que mi trabajo es mi condena.
   -Todos tenemos alguna en la vida -aseguró el camarero.
   -Es verdad -asintió el hombre antes de apurar la segunda copa y pedir la tercera.
   -Aunque tire piedras contra mi tejado, no debería usted beber tan rápido -dijo el camarero mientras acercaba la botella a la copa.
   -No se preocupe, no le voy a crear ningún problema, no soy de esos que beben y arman escándalo. me marcharé borracho, pero en paz.
   -Bueno, no pretendía ofenderle, es que aquí he vivido de todo.

   El hombre respondió con una sonrisa forzada y fijó su vista en la copa.

   El jubilado del fondo había acabado el periódico y estaba claro que había escuchado la breve conversación y que se moría por entrar en ella. Cualquiera sabe las horas que pasaría en el bar a la espera de cualquier novedad que le sacara de la rutina. Se acercó al hombre con una prestancia que rozaba lo ridículo y dijo:

   -Amigo, hay condenas que duran toda la vida, pero el alcohol no te libra de ellas.
   -Ya, pero tampoco pretendo liberarme de nada, lo único que quiero es olvidar un rato -contestó el hombre delatando su incomodidad.

   El jubilado comprendió que molestaba y se dirigió al camarero:

   -Bueno, voy a ver si saco unas entradas para llevar a mis nietos al circo que van a estar aquí un par de días.
   -Sí, mi hija va a llevar a mi nieta también, actúa "El payaso", dicen que es muy gracioso y los niños se ríen mucho.
   -Antes eran un trío de fama mundial, "Los tres payasos", eran hermanos, pero tuvieron un accidente y sólo quedó uno.

   El jubilado salió del bar y el hombre pidió la cuarta y última copa mientras sacaba su cartera y pagaba. No tardó en acabársela y se despidió con un apagado hasta luego.
  
   -Cuídese, amigo -se despidió el camarero.
  
   El hombre volvió a la acera y encaminó sus pasos hacia el descampado donde se encontraba el circo, se acercó a una gran caravana y entró en ella. Se sentó en el sillón frente a un espejo y una mesa con maquillaje, miró hacia la esquina donde se encontraba la foto de "Los tres payasos", apoyó los codos en la mesa y su cabeza en las manos y lloró. Eran lágrimas de whisky y tristeza que necesitaba sacar de su cuerpo todos los días.

   Se lavó la cara, se secó y se maquilló antes de colocarse la brillante y redonda nariz roja.

   Aquella noche los niños se rieron mucho...

   Santi Malasombra

domingo, 27 de agosto de 2017

La esperanza

   Esperanza:

   Estado de ánimo que surge cuando se presenta como alcanzable lo que se desea.
  
   No cabe ninguna duda de que la esperanza es bonita, pero para ilustrar con un ejemplo práctico lo que significa os voy a contar una historia que me pasó hace unos años.

   Un día que estaba trabajando en el desierto como pastor de escorpiones africanos me alejé demasiado del pueblo y no me quedó más remedio que pasar la noche entre las dunas. Por suerte me acompañaba un camello que transportaba agua, comida y una lona para improvisar una pequeña tienda de campaña.

   La noche pasó sin novedades y aproveché las primeras luces del alba para desmontar el campamento y volver al pueblo. Apenas había comenzado a caminar cuando divisé algo en la lejanía que se acercaba a mí. Enseguida me di cuenta de que era un ser humano y lo esperé.
   No tardó mucho en llegar y vi que tenía pinta de estar perdido. Sus labios estaban secos y apenas podía hablar, pero sus gestos y su mirada se dirigieron a la cantimplora que colgaba de mi camello. Evidentemente necesitaba agua.

   Alcancé el agua y entonces vi aquello de lo que os quería hablar. Su cara de sufrimiento se transformó en esperanza. Es increíble como puede cambiar la vida en apenas unos segundos. Seguramente aquel tipo llevaba horas o días pensando en que todo se había acabado y de pronto estaba salvado.

   Es por eso, que nunca debéis perder la esperanza y siempre debéis luchar hasta el final. Si aquel pobre hombre se hubiese rendido jamás me habría encontrado.

   Cogí la cantimplora y se la di. La abrió, la apoyó en sus resecos labios y comprobó que estaba vacía. Me miró desconcertado y le dije que ahora ya podía buscar a otro para que se la llenase de agua.
   Monté en mi camello y me alejé tranquilamente hacia el pueblo. Estaba demasiado débil para seguirme y allí se quedó.
  
   Llegué a mi destino con mis simpáticos escorpiones y con la satisfacción de haber regalado un poco de esperanza a otro humano. Es reconfortante saber que uno también es capaz de hacer el bien aunque sea esporádicamente.

   Sí, llevaba más agua, podría habérsela dado y haberle traído conmigo, pero tampoco es bueno excederse y siempre es aconsejable la moderación.

   No sé si habrá sobrevivido, pero reconozco que siempre me quedará un poco de pena por no llevar polvorones entre mis provisiones porque sí le habría dado uno...además de la esperanza.

Santi Malasombra
  

domingo, 30 de julio de 2017

Rey Malasombra (Último capítulo)

   Ya habían pasado tres meses desde mi regreso de Tornilloallen, el planeta en el que reiné por un día.
   Mientras torturaba a un señor en mi castillo por razones que no recordaba me picó el gusanillo de la curiosidad. ¿Qué habría sido de Carmen y de Florentino? Me limpié la sangre y llamé a un detective que trabajaba para mí para que averiguase su paradero. 
   No tardó en obtener la información que necesitaba. Carmen había cogido todo el dinero que yo le había regalado y regentaba una sala de fiestas. Casualmente, Florentino iba a ofrecer un concierto en los próximos días en aquella sala. Parece ser que se llevaban muy bien. Pensé en hacerles una visita sorpresa el día de la actuación de Florentino. 
   Acudí con varios de mis esbirros y enseguida y me acerqué a Carmen para darle una sorpresa. ¿se alegraría de verme? La verdad es que me daba igual.

   -Hola, Carmen, veo que te van bien las cosas -dije sonriendo.
   -¡Malasombra! ¿Tú por aquí? -preguntó sorprendida.
   -Pues sí, regresé a la Tierra y he pensado en visitar a los viejos amigos.
   -¿Qué pasó con tu reinado?
   -La verdad es que se acabó horas después de proclamarme rey. Los que dicen que es mejor caminar que llegar a la meta tienen razón. 
   -¿Y Guisi? ¿Qué pasó con ella?
   -La abandoné, pero no sé qué habrá pasado con ella. Sinceramente, no me importa. Esta noche actúa Florentino en tu sala, ¿ha llegado ya? Me gustaría saludarlo.
   -Sí, está en el camerino. Cuando volvimos nos hicimos amigos y le he ayudado a cumplir su sueño de ser pianista. Es un buen tipo.
   -No lo dudo, aunque me defraudó un poquito al abandonar su deseo de vengarse de mi con tanta rapidez.
   -Ya sabes, Malasombra, la gente tiende a pasar página y a dejar atrás los malos pensamientos.
   -Sí, por desgracia es así. 

   Me indicó con un gesto que la acompañara y llegamos a la puerta tras la que se encontraba Florentino. Nada más entrar comprobé en la mirada del pianista que no se alegraba precisamente de verme.
   
   -¿Qué haces aquí, Malasombra? 
   -No te preocupes Florentino, sólo he venido a ver tu actuación. 
   -¿Seguro? -preguntó con nerviosismo -todavía recuerdo lo que me hiciste.
   -Sí, fue divertido, pero no tienes nada que temer. Me portaré bien.
   -Bueno, me alegra escuchar eso. 
   -En fin, Flortentino, sólo quería saludar. Te dejo para que te concentres y disfrutaré del recital. Cuando termines podemos tomar una copa con Carmen y hablar de nuestras cosas. 
   -Sí, claro, no hay problema -contestó algo más tranquilo.
 
   Salí de allí y me senté a esperar el concierto. Mis esbirros ya habían tomado posiciones y pronto comenzaría el espectáculo. No tardó mucho el pianista en aparecer en escena y sentarse al piano. Fueron suficientes unos pocos acordes para que mi gente se levantase y empuñase las armas. Ordenaron al público asistente que permaneciese sentado mientras yo subía al escenario. Florentino me miraba horrorizado porque no era tonto y sabía perfectamente lo que iba a suceder. Carmen también apareció y fue la única que se atrevió a preguntar.
 
   -¿Qué está pasando, Malasombra?
   -Nada, Carmen, que voy a hacer la función más interesante y divertida. No te habrás creído que iba a soportar un recital de música sin hacer nada.
   -No, por favor -suplicó Florentino mientras mis hombres lo sujetaban y colocaban sus manos sobre las teclas.
   -No te preocupes -dije -ya te dije que no te haría nada y cumpliré mi palabra. esta vez será uno de mis hombres el que haga el trabajo.

   A mi señal, uno de los esbirros cerró la tapa del piano y Florentino comenzó a gritar de dolor. El atónito público contemplaba la escena y fue cuando me dirigí a ellos.

   -Ya ven ustedes, no sólo toca el piano. Además canta, aunque no muy bien. Tal vez debería haber ensayado un poco más la voz. El caso es que como no han pagado por escuchar ópera, al salir les darán todos sus objetos de valor a un par de señores que les esperan en la puerta. A no ser que quieran subir al escenario y acompañar al artista.

   Todos se marcharon rápidamente después de entregar sus pertenencias y ya solo quedaba el pianista, carmen y yo. Carmen me miraba preocupada, pero enseguida la tranquilicé.

   -No te preocupes, Carmen, no te voy a hacer nada. Lo único que mi gente les ha dicho a los asistentes mientras les robaban que tú eras la jefa y supongo que alguno irá a la policía. Además, el dinero que te llevaste pertenecía a un par de grupos criminales a los que estafé en su día y casualmente alguien les ha dicho que fuiste tú. Si yo fuera tú huiría y me escondería.
   -Eres un hijo de puta -me insultó Carmen.
   -No me vas a ablandar con elogios -contesté -tarde o temprano alguien te encontrará y creo que no deberías perder más tiempo.

   Carmen corrió hacia la salida y ya viviría siempre con la angustia del perseguido. La verdad es que le había mentido y nadie la buscaba, pero ella no podía saberlo. Miré a Florentino que seguía retorciéndose de dolor y me despedí de él con cortesía. Al fin y al cabo soy un caballero.

   -Señor pianista, ha sido un privilegio escucharle. Espero con impaciencia su próximo recital.

   Seguramente dijo algo parecido a un insulto, pero entre los gritos de dolor no lo entendí bien. Tampoco importaba mucho. Reuní a mis hombres y me marché de allí con la satisfacción del trabajo bien hecho. Estaba tan contento que renuncié a mi parte del botín y dejé que mis esbirros se lo repartiesen entre ellos.
   Era noche cerrada cuando llegué a mi castillo y me senté en el salón a disfrutar de una buena copa y a pensar en toda aquella historia. El final había sido gratificante. Seguramente Guisi habría disfrutado mucho porque era una maldita psicópata. Aquel pensamiento ensombreció mi alegría y no sabía porqué.
   Me levanté y al pasar frente a un espejo me miré como hago siempre porque soy bastante presumido y observé el reflejo de mis ojos. Estaban vacíos y nunca los había visto así. De pronto llegó uno de mis hombres.

   -¿Qué pasa? -pregunté.
   -Señor, hemos capturado a una persona que merodeaba por los alrededores.
   -Traedla inmediatamente -ordené.
 
   Nada más entrar mis ojos volvieron a llenarse de vida.

   -¡Guisi!
   -Malvado Malasombra, en el balcón del palacio de Lechuguito tú me besaste a mí. ¿Porqué?
   -Porque estoy enamorado de ti, Guisi.
 
   Ella sonrió...

   FIN

   
   
   

domingo, 23 de julio de 2017

Rey Malasombra (13)

   Salí al balcón del palacio escoltado por Guisi y por el emperador Lechuguito. Observé a la multitud con la tierna mirada del tiburón que divisa un banco de atunes. No había preparado ningún discurso porque aquel acto sería una simple presentación. Ya llegaría la hora de legislar. Invité con un gesto al emperador a dirigirse al pueblo.

   -Amados tornilloallenses, he gobernado durante mucho tiempo con el único propósito de hacer que la felicidad os acompañe, pero ha llegado la hora de mi retiro. A partir de hoy Tornilloallen estará en las manos de Malvado Malasombra, que será coronado y guiará vuestros pasos. Nada debéis temer nada de él porque su bondad y sabiduría conquistará vuestros corazones.

   El pueblo comenzó a murmurar ante la inesperada noticia, pero a mí me daba bastante igual. Me adelanté y Lechuguito puso sobre mi cabeza la corona que certificaba nombramiento. Hizo una reverencia de sumisión y se retiró unos metros. Era el momento de decir mis primeras palabras como rey.

   -Pueblo de Tornilloallen, quiero agradecer al emperador Lechuguito la confianza que ha depositado en mí. Mi primera decisión es la de cambiar el título de emperador por el de rey porque esta ciudad no está mal, pero no llega a imperio. La segunda es anunciaros que hoy mismo me casaré con Guisanta y será la reina. A ella le debéis la misma obediencia que a mí. Con motivo del enlace real habrá tres días de fiesta para vosotros donde todo estará permitido. Celebrad esta nueva etapa de prosperidad y alegría con cerveza, mucha cerveza.

    La reacción del pueblo fue mejor de lo que esperaba y comenzaron a aplaudir. Sí que era cierto aquello de que son muy inocentes. Miré a Guisi y se acercó con la ilusión de una niña, me miró a los ojos y la besé. El pueblo vitoreaba y lanzaba vivas a los nuevos reyes.
    Pasados unos minutos nos retiramos al interior y comencé a tomar las primeras decisiones como rey. Pedí a Guisi que encerrase a Lechuguito en un calabozo y que trajese al general Chincheto.
   -Bien, general, somos los nuevos reyes y nos debes obediencia.
   -Sí, majestad, así es. Estoy a su servicio -dijo con calma.
   -Bueno, yo no te conozco y no sé si me puedo fiar de ti. La decisión la tiene la reina -dije mirando a Guisi.
   -Nos podemos fiar de él -aseguró Guisi.
   -Bien, general, estarás al frente del ejército con tus hombres, pero de momento no te devuelvo las armas. No estamos en guerra y con unas simples porras podréis garantizar el orden. Ahora, libera a tus hombres y marchaos a vuestras dependencias hasta que os llame -ordené.
   -A sus órdenes, majestad -dijo el general antes de marcharse.

   Guisi y yo nos quedamos solos y fuimos a la habitación del antiguo emperador. El día había sido muy largo e intenso. Nos sentamos frente a la cama.

   -Ya eres la reina.
   -Sí, mi señor -dijo sonriendo.
   -Vale, lo de mi señor entre tú y yo no cabe. Somos reyes los dos.
   -Sí, mi señor -repitió mientras sus ojos se deslizaban a la cama.
   -Supongo que querrás compartir cama.
   -Claro que sí, Malasombra, lo estoy deseando.
   -Bueno -concluí.

   Nos metimos en la cama y pasó lo que tuvo que pasar. Que si abrazos, que si besitos, que si caricias, que si esto, que si lo otro, que si hicimos el amor...sí, me sedujo.

   Guisi se quedó dormida a mi lado, pero yo no podía dormir. Era rey, tenía un pueblo bajo mis pies, una mujer malvada y preciosa enamorada de mí, ¿porqué estaba triste?

   Me levanté con mucho cuidado y miré a Guisi, la reina Guisi, por última vez. Llegué a la sala donde estaba la puerta estelar y di el paso. En apenas unos segundos estaba de vuelta en mi castillo.
   Fui a mi cama y dormí plácidamente hasta que llegó la mañana. Me levanté y observé mi maravilloso jardín de rosales. No tenía flores porque mis jardineros las cortan en cuanto empiezan a brotar para no estropear la belleza de las espinas.
   Volvía a ser el malvado Malasombra. Aquel que conquistó un reino y lo abandonó a su suerte sin ningún remordimiento. Sí, ese era yo.
   Comenzaba un nuevo camino de maldad y estaba deseando dar el primer paso.

   Continuará...
   (Que sí, que dije que éste era el último, pero se me ha ido de las manos. Yo quería terminar en el capítulo 13 porque me gusta mucho el número, El caso es que hay más...¡Anda! lo llamaré epilogo y así mantendré el 13. Resumiendo, que la próxima semana será la última entrega de esta cosa y para que sepáis que lo digo en serio:  ¡lo juro por la cerveza!)

domingo, 16 de julio de 2017

Rey Malasombra (12)

   Se acercaba la hora de mi discurso ante los tornilloallenses y quedaban asuntos pendientes. Los reuní a todos en un salón del palacio y comencé la tarea.
   -Tú, Lechuguito, ¿dónde está la puerta estelar para volver a la Tierra? -pregunté.
   -Está en una puerta secreta que hay en la torre más alta del palacio -contestó -basta con entrar en la estancia y aquel que lo haga volverá a su planeta de origen.
   -Bien, me decepciona mucho que hayas contestado con tanta rapidez porque no me das motivos para torturarte.
   -Me limito a sumir la nueva situación -concluyó Lechuguito.
   -¿Habéis decidido ya? -pregunté a los concejales.
   -Sí, de momento nos quedamos aquí para ser ministros y servirle a usted -dijo Pinto en nombre de los tres.
   -¿Y tú, Florentino?
   -Yo quiero volver a la Tierra -contestó.
   -Así será -dije.

   Sólo faltaba la decisión de Carmen. Hice salir a todos porque quería tratar el tema en privado con ella y con Guisi. Eran mis compañeras de golpe de Estado y probablemente el tema más espinoso hasta el momento. Nos sentamos los tres y las miré. También se miraron entre ellas y no se puede decir que de forma amistosa.
   -Señoritas, el último plan era que tú, Carmen, volverías a la Tierra y que Guisi sería la reina de Tornilloallen casándose conmigo, pero parece que tenéis dudas.
   -Yo no tengo ninguna -aseguró Guisi -es Carmen la que dijo que estaba pensando en quedarse.
   -Entiéndelo, Guisi -dijo Carmen -la posibilidad era muy tentadora, pero puedes respirar tranquila porque lo he sopesado todo y definitivamente quiero largarme de este maldito lugar. No seré un obstáculo para ti.
   -No lo habrías sido, Carmen -replicó Guisi.
   -¿Y eso porqué?
   -Porque somos amigas y lo habríamos solucionado pacíficamente.
   -¿Lo dices porque sabes que me voy a marchar o estás siendo sarcástica?
   -Me has pillado, Carmen, si te quedas habrá lucha. No me valdría ningún acuerdo porque te consideraría una rival.
   -Yo también lo creo, Guisi, y es una de las razones para marcharme. No te tengo miedo y aunque no estoy segura de quién de las dos ganaría no me apetece comprobarlo. Tú has sido la única amiga que he tenido aquí y quiero tener un buen recuerdo. Además, tampoco me apetece tanto el poder.
   -Muchas gracias, amiga -dijo Guisi visiblemente emocionada.

   Las dos se dieron un tierno abrazo y acabaron con el conflicto. La amistad había triunfado. A mí me dio mucha pena porque esperaba una batalla, pero no se puede tener todo.
   Los tornilloallenses comenzaban a llenar la plaza y esperaban las palabras de su emperador, pero antes quería despedirme de ellos y los volví a reunir.
   -Señores concejales de cultura, no os tengo ningún aprecio y no os voy a ayudar. Habéis decidido volver, pero he de hacer honor a mi maldad y he cambiado de idea. Seréis encarcelados aquí y no volveréis jamás. Espero que os hayáis hecho muchas ilusiones porque así es más divertido desilusionaros.
   Comenzaron a protestar, pero Guisi reaccionó inmediatamente a pesar de no saber nada de mi cambio de planes y los inmovilizó. Florentino me miraba horrorizado pensando en que iba a correr la misma suerte.
   -¿Qué te pasa, Florentino? Parece que estás asustado.
   -¿En serio vas a ser tan hijo de puta y me vas a dejar aquí?
   -Reconozco que es tentador, pero tu caso es distinto -lo tranquilicé -Volverás con Carmen y una vez en la Tierra contactarás con unos amigos que te ayudarán a rehacer tu carrera de pianista.
   -Me habías asustado, Malasombra, pero hasta que no esté allí no me fiaré de ti.
   -Haces bien en desconfiar, pero sin que sirva de precedente cumpliré mi palabra.

    Ordené a Guisi que se llevara a los concejales y pedí a Florentino que saliese para despedirme de Carmen a solas.

   -Bien, Carmen, hasta aquí llegó nuestra historia. La verdad es que no sé porqué pero me caes bien. En la Tierra tengo varias propiedades en los que guardo dinero que gané honradamente con chantajes y extorsiones. Te voy a dar la dirección de uno de ellos y te vas a quedar con todo el dinero que encuentres en los cajones. No sé cuánto es exactamente, pero son millones y podrás vivir como te de la gana. Espero que te vaya bien.
   -Muchas gracias, Malasombra. Lo cierto es que me he divertido mucho estos días y nunca me había tropezado con un tipo tan trastornado como tú. Siempre te recordaré con cariño, aunque antes de marcharme he de preguntártelo, ¿en serio no te has sentido atraído por mi?
   -No, pero no te ofendas, eres guapa y atractiva, pero no te mentí cuando dije que no me interesaba el sexo. Y tú parecías aliviada cuando te lo confesé.
   -Sí, pero eso no significa que no me doliese un poquito el rechazo. Una tiene cierta autoestima.
   -Eres encantadora, Carmen, dame un abrazo.

   Aquel abrazo de despedida duró mucho más de lo que me hubiese gustado y al final nos besamos. Fue un beso inocente y puro, pero tuve que hacer un esfuerzo impresionante para reprimir el asco. Nuca entenderé porque la gente se besa, pero yo estoy en un nivel superior y tampoco me apetece averiguarlo.
   Florentino volvió a entrar y Guisi llegó después de encerrar a los concejales. Mi futura reina los acompañó a la puerta estelar y se marcharon. Cuando volvió me dijo:
   -Emperador Malasombra, el pueblo está esperando.
   -Gracias, Reina Guisi, pero lo de emperador me suena a pez y no me gusta. Seré rey y tú, reina.
   -Tú mandas, mi señor.

   Continuará...

domingo, 9 de julio de 2017

Rey Malasombra (11)

   -¿Te arruiné la vida? Tendrás que ser más concreto. He arruinado muchas y no tengo tanta memoria -dije mientras apuntaba a Ludwig.
   -Fue el día de mi debut como pianista. Yo estaba muy ilusionado y mi familia y amigos estaban en el auditorio cuando llegaste tú con tus esbirros y secuestrasteis el lugar para romperme las manos. Años de duro trabajo y estudio tirados a la basura y todavía no sé porqué lo hiciste.
   -¡Hombre! Ahora lo recuerdo todo. ¿Eras tú? Las personas que inventaron aquello de que el mundo es un pañuelo se quedaron cortos. ¡Nos hemos encontrado en otro planeta! ¿No es maravilloso?
   -¿Maravilloso, maldito Malasombra? ¿Porqué lo hiciste? ¿Qué te hice yo?
   -Escucha, Ludwig, no fue nada personal. Yo había visto Pretty Woman ese día y hay una escena en la que el Richard toca el piano y la Julia se sienta junto a él, pero en otro momento de la película él le pilla la mano con la tapa de un estuche que contenía un collar. Lo hizo de broma, pero yo me indigné muchísimo. ¿Dónde estaba la gracia? Lo decente habría sido decirle a la Julia que tocase el piano y luego cerrar la tapa de golpe. ¡Eso sí habría sido divertido!
   -No entiendo nada, Malasombra.
   -Ten paciencia, que la cosa no acabó ahí. Resulta que para relajarme salí a la calle a pegarle a la gente con la que me cruzaba hasta que llegué a un auditorio donde se anunciaba el debut de un pianista. Llamé a mi gente para tomar el recinto y tú estabas sentado al piano. Lógicamente te pusieron las manos sobre el teclado y yo cerré la tapa con fuerza. Lo único que quería era demostrar que era más divertido que la maldita escena del collar y así fue. Me reí muchísimo. ¿A tí no te pareció gracioso?
   -¿Eres tonto o qué? ¿Cómo me va a parecer gracioso que me rompieses los diez dedos de las manos?
   -¿Los diez? ¡Qué bien! A eso le llamo yo eficiencia. Por cierto, creo que no te he reconocido porque tu cara de dolor no era la misma que tienes ahora. Deberías haberte visto. Gritabas como si te hubiese hecho daño.
   -Necesité 20 operaciones y tres años de rehabilitación para volver a sentarme al piano. Cuando lo hice me di cuenta de que había desarrollado pánico escénico por el miedo a que se cerrase la tapa.
   -Hombre, Ludwig, yo no entiendo mucho de esas basuras que los músicos llamáis instrumentos, pero habría sido sencillo quitar la tapa para las actuaciones.
   -¿Crees que no lo pensé, asqueroso? Pero la fobia fue más allá de lo racional y acabaste con mi carrera de pianista para siempre. ¿Mereció la pena por reírte un rato?
   -¿Es una pregunta retórica? ¡Claro que sí! ¿Qué es una vida ajena a cambio de unos segundos de mi risa? ¡Absolutamente nada! Pero no vivamos de nimiedades del pasado y volvamos al presente. ¿Qué pretendes hacer?
   -¡Te voy a matar, Malasombra! -amenazó acercándose a mí.
   -¿En serio? -pregunté mientras le disparaba y lo dejaba paralizado.

   La verdad es que estaba decepcionado porque me esperaba un poco más de resistencia, pero un hombre dispuesto a vengarse no podía caerme mal. Lo até a una silla y ya pensaría algo para compensar su breve e inocente intento de agresión.

   -No me has dicho como te llamas, pero supongo que si has intercalado Florentino entre Ludwig y Bach te llamarás Florentino.
   -Así es -contestó.
   -Bueno, has escuchado lo que les dije a los tres concejales. A ti te ofrezco lo mismo, pero con un matiz importante. Puedes volver a la Tierra o puedes quedarte aquí con una misión muy concreta: derrocarme. Sí, ya sé que suena extraño, pero es que no estoy encontrando ninguna resistencia y me gustaría que mi golpe de estado tuviese un poquito de chispa. Si decides quedarte te dejaré libre y podrás conspirar junto a unos cuantos tornilloallenses que elegiré al azar. Así tendrás la esperanza de vengarte de mi, aunque sigo creyendo que tus motivos son insignificantes.
   -Malasombra, llevo tanto tiempo obsesionado contigo que había olvidado lo que dejé atrás en la Tierra. Me parece que quiero volver si de verdad me vas a dar esa opción.
   -¿Estás seguro?
   -Definitivamente sí.
   -Es una pena, Florentino, pero espero que pases página y retomes tu carrera como pianista.
   -¿Lo dices de verdad, Malasombra? No esperaba este gesto de humanidad.
   -Bueno, ya te dije que no fue nada personal, pero confieso que tu ingenuo intento de venganza me ha conmovido. Me ha traído recuerdos de la infancia como cuando con cuatro años intenté mi primer delito en la guardería.
   -¿Le robabas a los otros niños?
   -Por supuesto que sí, pero esa era la rutina diaria. Yo hablo de delitos de verdad.  Seguí a la profesora y a su novio hasta un parque y los fotografié mientras se besaban. Luego le pedí dinero a cambio de no colgar las fotos por toda la ciudad. La profesora se rió mucho y no accedió porque una pareja dándose un beso no era nada escandaloso. Con el paso de los años yo también me río de aquel pobre intento de chantaje, pero los niños no venimos al mundo con un manual de delincuencia debajo del brazo. Se aprende practicando. Como tú habrás aprendido a tocar el piano.
   -Sí, Malasombra, y creo que ahora tendré que aprender a dejar atrás el rencor y retomar mi vida.
   -Florentino, es una buena decisión. No me malinterpretes, ni se me pasa por la cabeza disculparme porque no siento el más mínimo remordimiento por lo que te hice, pero es hora de pasar página. Eso sí, permanecerás atado hasta que llegue el momento. ¿Sabes donde está la puerta estelar o alguna pista sobre ella?
   -Hay rumores de que está en este palacio, pero no lo puedo asegurar.
   -Si está aquí la encontraremos.
   -Ya por simple curiosidad, ¿te castigó aquella profesora de la guardería?
   -Sí, me puso todo el día de cara a la pared con el Quijote en una mano y la Regenta en la otra. Por cierto, fueron los dos libros que le regalé cuando fui a la cárcel a visitarla.
   -¿Acabo en la cárcel? ¿Qué hizo?
   -¡Reírse de mí! ¿Te parece poco? Esto sucedió cuando tenía cuatro años, pero cuando cumplí los cinco reuní dinero suficiente para comprar cocaína, la puse en su bolso y llamé a la policía. Todos los niños lloraban cuando se la llevaron esposada...todos menos yo.

   Continuará...

   Santi Malasombra
 

domingo, 2 de julio de 2017

Rey Malasombra (10)

   El silencio se hizo incómodo y, finalmente, Guisi lo rompió:
   -Perdona, Carmen, ¿qué significa que te lo estás pensando?
   -No te enfades, Guisi, seguramente me marcharé como estaba previsto, pero no me negarás que el poder es muy tentador -contestó Carmen.
   -Sí, pero teníamos un plan. Yo siempre te he tratado bien y somos amigas. De hecho eres la única que tengo. Me dolería mucho que no cumplieses tu parte -dijo Guisi.
   -Bueno, Guisi, recuerda que prácticamente me obligaste junto con tu jefe a acostarme con Malasombra. Y no voy a decir que sea feo porque es el que manda aquí, pero tampoco es mi tipo -afirmó Carmen algo enfadada.
   -Pues no pareció importarte mucho -dijo irónicamente Guisi.
   -Porque era la única opción que tenía para marcharme de vuestro estúpido planeta -se justificó Carmen.
    -¡Señoritas, nuestro objetivo no está cumplido todavía! -dije para zanjar aquella discusión -Vamos a culminar el golpe de estado y luego ya veremos lo que pasa. Si rompemos el equipo nuestros esfuerzos no habrán servido para nada.
   -Tienes razón, Malasombra -concluyó Guisi mientras Carmen asentía.

   Para ser sincero me había molestado mucho cortar aquella disputa que tenía pinta de convertirse en una pelea de escorpiones dentro de un círculo de fuego. Por cierto, ¿sabíais que los escorpiones son comestibles? Se les quita la cola donde tienen el veneno y el simpático aguijón y se pueden comer incluso crudos. No tiene nada que ver con esta historia, pero he de amortizar mis conocimientos de supervivencia en la naturaleza. Por si alguien se lo pregunta he de aclarar que nunca lo he hecho ni creo que me vea en la necesidad de hacerlo.
 
   -Tú, Lechuguito, ¿hay algún lugar especial para dirigirse al pueblo? -pregunté.
   -Suelo hablar desde el balcón del palacio que da a la Plaza Mayor -contestó el emperador con la resignación del que se ha rendido.
   -Bien, ¿cómo los convocas? -seguí preguntando.
   -El cartelero oficial del imperio coloca carteles por toda la ciudad con la convocatoria -dijo el emperador.
   -¡Qué venga inmediatamente! -Ordené.

   Enseguida apareció el cartelero oficial y, aunque algo sorprendido, acató sin problemas lo que le mandé. Ni siquiera preguntó. Esa misma noche se reunirían los habitantes en la plaza para escuchar mi discurso y asumir un nuevo liderato. Mandé a Guisi a buscar a los tres concejales de cultura y al músico porque quería hablar con ellos. Carmen se encargaría de vigilar al general Chincheto y a sus hombres hasta que llegara la hora de mi proclamación. Necesitaba que el emperador Lechuguito me cediese el poder delante de todos para que no hubiese problemas.

   -Bien, Lechuguito -dije -el plan es muy simple. Saldremos al balcón y tú dirás al pueblo que estás cansado y que a partir de ese momento yo seré el emperador. Si tanto te adoran acatarán tu decisión. A cambio te dejaré vivir como emperador emérito. Nadie te hará daño y serás respetado, pero no tendrás ninguna atribución. Si te niegas no me quedará otra opción que liquidarte.
   -Creo, Malvado Malasombra, que no tengo otra alternativa -asumió.
   -Así es -Concluí.

   Todo transcurría según lo planeado y estaba tan ilusionado que por un momento sopesé incluso la posibilidad de sonreír de verdad. Yo nunca sonrío a no ser que lo necesite y, por supuesto, siempre se trata de una sonrisa falsa. Afortunadamente, Guisi llegó con los terrícolas antes de que mi rostro mostrase signos de felicidad.

   -Malasombra, aquí están los tipos de tu planeta: Pinto, Paredes, Tupido y Ludwig Florentino Bach -dijo Guisi.
   -Buen trabajo, Guisi, ahora ayuda a Carmen a encerrar al general Chincheto y a sus soldados en algún sitio- ordené -yo he de hablar con esta gente.

   Las dos amigas...de momento...se marcharon y me quedé con ellos para contarles la situación:

   -Bueno, sé que tres de vosotros sois concejales de cultura y que estáis aquí porque a la salida de un prostíbulo había una puerta estelar. Es evidente que para ser concejales de cultura no hace falta ser cultos y que vuestras juergas delatan que sois unos vividores sin escrúpulos. Eso me viene muy bien para los planes que tengo. Cuando encontremos la forma de volver a la Tierra podréis hacerlo libremente o podréis quedaros aquí con rango de ministros de mi nuevo gobierno. La verdad es que sería muy cómodo para mí porque no tendría que enseñar a ningún tornilloallense valores tan bonitos como la corrupción y esas cosas que hacéis los políticos.

   -¿Es usted de la Tierra? -preguntó uno de ellos.
   -Pues sí, creo que era evidente, pero me viene muy bien que seas lo suficientemente tonto como para no haberlo deducido -contesté amablemente.
   -¡Mira qué bien! -dijo otro.
   -Quedan tres horas para mi proclamación. Os lo podéis pensar si es que sabéis lo que es eso y contestarme antes de que llegue el momento o daré por sentado que sois hostiles y os reventaré la cabeza. Ahora, salid todos de aquí menos el músico.

   Así lo hicieron. El músico me miraba con cara de analista. Estaba mucho más tranquilo de lo que la situación requería y no mostraba ningún signo de miedo. Eso me preocupaba un poco, aunque tampoco demasiado.

   -Bien, tú pareces el único con un mínimo de inteligencia -dije con calma.
   -Bueno, no soy tan tonto como Pinto, Paredes y Tupido, aunque eso no es difícil
   -¿Te haces llamar Ludwig Florentino Bach? Es muy bueno, ¿cuál es tu verdadero nombre? -pregunté.
   -Quizá algún día te lo diga, Malasombra -contestó misteriosamente.
   -Veo que ya sabes mi nombre -dije.
   -Lo sé desde hace años, Malasombra. Nada más ver tu cara asquerosa comencé a pensar en cómo vengarme de ti por lo que me hiciste en la Tierra. Arruinaste mi vida y vas a pagar por ello...
       Continuará...

domingo, 21 de mayo de 2017

Rey Malasombra (9)

   Llega la mañana y la hora de dirigirnos al palacio del emperador Lechuguito. Parece que mis compañeras no han dormido bien porque tienen cara de no haber dormido bien. Normalmente no me importaría porque soy lo bastante egoísta como para que me de igual lo que les pasa a los demás, pero esta vez necesito que Carmen y Guisi estén en plenas facultades.
   -¿Habéis pasado mala noche? -pregunté.
   -Sí, Malasombra -contestó Guisi -estuvimos hablando sobre mi futuro. Carmen quiere volver a su planeta y tú quieres convertirte en Rey. Ya que vamos a derrocar al emperador no sé cuál es mi papel porque se supone que entonces ya no habrá boda y ella no será reina.
   -Entiendo, Guisi -dije con calma -podrías ser tú la reina o podría nombrarte general y dirigirías el ejército. Tendrías el suficiente poder para hacer lo que te diese la gana.
   -Malasombra -intervino Carmen -Guisi me ha dicho que le haría ilusión ser la reina porque tú le gustas.
   -No sería un  problema- asentí -pero, ¿le has contado que no me interesan las relaciones?
   -Sí, pero dice que acabarías enamorándote de ella.
 
   La agente Guisi se ruborizó mientras yo trataba de reprimir una carcajada. Tampoco quería herir sus sentimientos...de momento.

   -Querida Guisi - dije con la sonrisa más falsa de mis sonrisas -si tú quieres nos casaremos, serás reina y ya veremos si con la convivencia surge la llama del amor entre nosotros.
   -Estoy segura que sí -dijo Guisi.
   -Todo es posible -afirmé sabiendo que no era posible.

   Estuvimos esperando en el apartamento hasta que llegó la hora de la siesta, que era cuando el emperador estaba solo en su habitación. Llegó el momento y Guisi indicó el camino. Ya me estaba cansando eso de andar. Una de las primeras cosas que haría cuando tomase el poder es construir carros y esclavizar a unos cuantos lugareños para que me llevasen a todas partes. Por el trayecto nos cruzamos con algunos tornilloallenses que parecían tranquilos. Tras veinte minutos de caminata por fin divisé el palacio. He de reconocer que era enorme y sobresalía sobre el resto de construcciones. Guisi señaló un pequeño edificio y entramos.

   -Aquí está la puerta secreta que lleva al palacio -dijo.
   -Bien, ¿a qué esperamos? -dije con impaciencia.
   -Malasombra, cuando lleguemos a la habitación del emperador no habrá marcha atrás- advirtió Guisi.
   -Eso espero, Guisi, pero no perdamos más tiempo.

   Avanzamos en silencio y a los pocos minutos llegamos por fin a nuestro destino. Abrí decidido la puerta y me encontré con una gigantesca habitación presidida por una cama en la que dormía la siesta el emperador Lechuguito. Dormía con la placidez y tranquilidad del que cree que nada le ocurrirá, pero eso iba a cambiar.
   Con mucha delicadeza lo agarré del cuello y lo tiré al suelo. Se despertó sobresaltado y preguntándose qué estaba pasando. Lo inmovilicé de un disparo y Carmen y Guisi lo ataron a una silla. Pasado el susto inicial el emperador parecía calmado y dijo con una sonrisa en la boca.

   -Buenas tardes, a ustedes dos las conozco. La agente Guisanta y Felicia, la terrícola infiltrada que se hace llamar Carmen. Supongo que usted será el Malvado Malasombra.
   -Supones bien, Lechuguito -contesté -mira, no me andaré con rodeos. He venido a dar un golpe de estado y tienes dos opciones: resistirte o colaborar.
   -No voy a colaborar, Malvado Malasombra- afirmó el emperador sin perder la calma-.mi pueblo no permitirá que me suceda nada. Soy portador del bien y de la felicidad. ¿Piensa usted que podrá convencerlos para que le sigan?
   -¡Claro que no!- dije -mi intención no es convencerlos, es someterlos. Convertiré su apacible civilización en un infierno, pero dejémonos de charla inútil y vayamos a lo importante. Llame al general Chincheto y que se presente aquí con  todos sus hombres.
   -No pienso hacerlo porque sé que ustedes no me harán nada -dijo el emperador.
   -Anda, Guisi -ordené -dale un par de guantazos.

   La agente Guisi ni se lo pensó. Comenzó a zurrarle a mano abierta y tal y como pasó con el comisario Simplicio se encandiló. Fueron mucho más de dos, pero como yo también tengo mi corazoncito la dejé disfrutar hasta que el emperador comenzó a sangrar y no quería que se desmayase. Guisi paró de pegarle un poco contrariada, pero le prometí que más adelante la dejaría seguir jugando. El emperador ya no sonreía. Se notaba en sus ojos que estaba viviendo la pesadilla que jamás habría imaginado. Su mundo estaba apunto de derrumbarse y no se lo podía creer. Finalmente accedió y llamó al general Chincheto.
   El general acudió de inmediato con sus hombres, pero yo ya estaba agazapado tras la puerta y lo inmovilicé. Los soldados intentarón defenderlo, pero Guisi le mordió a uno y Carmen le arreó un sillazo a otro. Los demás estaban desconcertados y con el cuello del general entre mis brazos ordené que se rindiesen o se lo partiría. Claudicaron enseguida y dejaron sus armas sobre el suelo. Carmen y Guisi las recogieron y definitivamente podía decir que había vencido a todo un ejército. Vale, eran muy pocos y algo flojitos, pero nadie podía quitarme esa ilusión.
   En cuestión de minutos todos estaban inmovilizados y maniatados y, mientras Guisi se entretenía repartiendo guantazos, le dije a Carmen:

   -Amiga mía, hemos triunfado. Lo único que falta es hacerlo oficial y luego ya interrogaremos a todos los que sean necesarios para conseguir la información necesaria para que puedas regresar a la tierra.
   -Sí, Malasombra, casi no me lo creo -dijo carmen-. Estoy tan contenta. Hemos dado un golpe de estado. Y bueno, la verdad es que creo que me tomaré un tiempo para pensar. Ni siquiera había pensado en la posibilidad de ser una mujer poderosa.
   -Bueno, Carmen, es tu decisión y la respeto- dije -tómate el tiempo que necesites.

   Guisi dejó de pegar a los soldados y escuchó a Carmen. No dijo nada, pero sus ojos se clavaron en ella con tanto odio que hasta los rayos envidiarían su poder. ¡Estaba tan guapa!

   Continuará...
 

domingo, 16 de abril de 2017

Rey Malasombra (8)

   -¿Cuántos terrícolas hay y dónde están?
   -Aparte de nosotros hay cuatro. Trabajan en el circo y son los encargados de entretener a la sociedad.
   -¿Dónde está el circo?
   -Está en el palacio del emperador.
   -Ya nos encargaremos de ellos, pero ahora vayamos a la comisaría a tomar el poder.

   No tardamos en llegar y el asalto fue mucho más sencillo de lo previsto. entré por la puerta y me encontré de frente al comisario Simplicio. Se llevó tal sorpresa al verme que no pudo reaccionar cuando lo inmovilicé. La agente Guisanta entró inmediatamente y no dijo ni hizo nada. El comisario le ordenó que me disparase, pero ni siquiera lo intento.

   -¿Qué está pasando aquí, agente Guisanta? -Preguntó el comisario.
   -Lo que pasa, comisario, es que estoy harta de usted y de esta vida. El Malvado Malasombra va a dominar nuestro mundo y yo voy a ayudarle.
   -¿Está usted loca?
   -No, lo que estoy es aburrida.
   -Agente Guisanta -Dije mientras la apuntaba con el arma- Deme su pistola y manténgase a un lado.
   -Pero, Malvado Malasombra, si yo estoy con usted.
   -Sí, pero de momento no puedo fiarme del todo. Si su lealtad hacia mí es sincera no tendrá nada de lo que preocuparse.

   Dudó un instante, pero me entregó su pistola. Sumada a la del comisario Simplicio ya tenía tres. había conseguido desarmar a toda la policía del planeta. En la Tierra habría sido un sueño, pero en TornilloAllen no tenía mucho mérito. Carmen y la agente se hicieron a un lado mientras yo ataba al comisario.

   -Bien, comisario, ahora va a colaborar conmigo si es inteligente.
   -No pienso hacerlo, Malvado Malasombra.
   -Agente Guisanta, vamos a comprobar si realmente está comprometida con esta operación. Dele un guantazo al comisario.
   -No sé si seré capaz. Nunca he usado la violencia.
   -Inténtelo.

   La agente lo hizo, pero más que un guantazo pareció una caricia. Lo achaqué a la falta de costumbre y ordené que le diese más fuerte. Así lo hizo una vez más y parece que le gustó porque repitió varias veces mientras la timidez de su rostro se transformaba poco a poco en sadismo. ¿Hay algo más bello que una mujer violenta? Evidentemente, no. Sentí mucho pedirle que parase, pero necesitaba al comisario consciente para el interrogatorio. Carmen se acercó a ella y la apartó delicadamente.

   -Tranquila, Guisi, que te estás emocionado demasiado.
   -Perdona, Carmen, ¿la has llamado Guisi?
   -Sí, Malasombra, es que es mi amiga y la llamo así cariñosamente.
   -Ya, bueno, me parece muy cursi, pero lo entiendo. ¿Quién habrá sido el animal que le puso Guisanta de nombre?
 
   La agente sonrió y asintió.

   -Sí, Malvado Malasombra, odio mi nombre, pero no lo decidí yo.
   -Bien, Guisi, a partir de ahora llámame Malasombra a secas y tutéame.
   -Gracias, Malasombra a secas, es agotador hablar de usted.
   -¿A secas? ¿Te burlas de mí o qué?
   -Sí, me burlo de ti.
   -Vale, ya me habías asustado, pero ahora hemos de hablar con el comisario.
   -¿Podré volver a pegarle?
   -Seguramente.

   Guisi sonrió con malicia mientras el comisario miraba horrorizado y sin decir una palabra. Ya iba siendo hora de que contestara a mis preguntas.
 
   -Comisario, si colabora no le pasará nada. Sé que el ejército dispone de diez efectivos. ¿Dónde están?
   -En el palacio del emperador Lechuguito. Son los encargados de su seguridad.
   -Parece que ese palacio es bastante grande. Tengo entendido que allí también está el circo.
   -Cierto, es la construcción más importante de nuestro planeta.
   -¿Alguna vez ha intentado alguien hacerle daño?
   -No, nunca, nuestro emperador es muy querido y a nadie se le pasaría por la cabeza hacerle algo malo.
   -Eso va a cambiar. ¿Conoce usted alguna forma de entrar en el palacio sin ser visto?
   -Sí, conozco una entrada. hay un pasadizo secreto para que escape el emperador en el caso de que corriese peligro.
   -¿Conoce la agente Guisanta ese pasadizo?
 
   Guisi contestó antes que el comisario:

   -Sí, Malasombra, lo conozco perfectamente. Lleva a una sala donde el emperador duerme la siesta todas las tardes.
   -Entonces, Guisi, no necesitamos al comisario.
   -Pues no, yo sé todo lo que hay que saber.
   -Comisario Simplicio, ha colaborado y ya le dije que no le pasaría nada, pero no me llamo Malasombra por casualidad. Guisi, dale guantazos hasta que te hartes. Carmen y yo esperaremos.
   -¡Qué ilusión, Malasombra! ¡Gracias!

   Guisi se empleó a fondo mientras Carmen y yo nos tomábamos un pincho de tortilla. No habíamos desayunado y no es aconsejable dar un golpe de estado con el el estomago vacío.

   Cuando el comisario quedó inconsciente nos marchamos en busca de ese pasadizo. Yo llevaba las tres armas. Mi mente pensaba a toda velocidad. Lo normal era darle una a Guisi y la otra a Carmen, pero no acababa de fiarme. Supongo que la desconfianza forma parte de mi naturaleza. Yo sería capaz de traicionar a cualquiera por el simple placer de hacerlo y sin pensar en las consecuencias.
   Caminábamos despacio por la calle para no despertar sospechas. Allí estaba yo, el gran Malasombra, junto a dos chicas preciosas y malas a mi lado. Mi ego no se vería alterado porque ya es demasiado grande.

   -Guisi, supongo que el ejército tendrá un jefe. ¿Quién es?
   -El general Chincheto.
   -¿Lo conoces personalmente?
   -Sí, es un tipo bastante extraño, pero inofensivo. No tendrás problemas para acabar con él. Eso sí, tendremos que desarmarlo y a sus hombres también.
   -Ya contaba con eso. Por cierto, Carmen, los terrícolas que están en el circo, ¿saben que tú también lo eres?
   -No, Malasombra, desde que llegué no he tenido la oportunidad de hablar con ellos. Sé que son de la Tierra porque me lo dijo Guisi.
   -Guisi, ¿a qué se dedican exactamente?
   -Tres de ellos vinieron juntos y según me contaron fueron concejales de cultura de distintos ayuntamientos. Estaban en un congreso para optimizar recursos municipales cuando fueron sorprendidos por una tormenta y no les quedó más remedio que refugiarse en un marisquería. Los pobres tuvieron que sobrevivir tres días a base de langosta hasta que lograron salir y fueron acogidos en un club llamado "Momentos" por unas señoritas muy amables que compartieron sus camas con ellos. Al salir del club aparecieron aquí.
   -Ya, ya, Guisi, muy bonita la historia que te han contado. ¡Carmen! ¡No te rías!
   -Carmen siempre se ríe cuando le cuento esta historia, Malasombra. Porque es mi amiga, si no pensaría que se burla de mí.
   -No, Guisi, no me burlo de ti. Ya te dije lo que significaba la versión que te contaron y no me creíste. Eres muy inocente, pero Malasombra y yo te ayudaremos a entender nuestro mundo,
   -Vale, no discutáis. Guisi, ¿cómo se llaman esos tres tipos?
   -Son Pinto, Paredes y Tupido.
   -¿Y el cuarto?
   -Es el músico y toca el piano mientras los otros tres hacen sus numeritos. Según dice fue a una sidrería y al salir se equivocó de casa y apareció aquí. Se hace llamar Ludwig Florentino Bach. Yo no me fiaría de él. Parece el más peligroso.
   -Ya veremos lo que hacemos con ellos. Se está haciendo un poco tarde. ¿Está muy lejos el palacio del emperador?
   -La verdad es que sí, Malasombra. Creo que deberíamos buscar un escondite para los tres. El comisario Simplicio y el agente lentejo están fuera de combate, pero si alguien va a la comisaría y encuentra al comisario lo desatará y avisará al ejército.
   -Tienes razón, Guisi. Lo normal habría sido ocultar al comisario, pero es que está siendo todo tan fácil que decidí darle un poc de emoción a esta operación. ¿Alguna idea, Carmen?
   -En mi casa no nos buscarán, pero solo tengo una cama.
   -Bien, yo dormiré en ella y vosotras dos en el suelo.
   -¡Ehhhhhhhh! ¡Eso no es caballeroso!
   -¿Carmen, de dónde has sacado que soy un caballero? Además, yo tengo las armas.
   -Sí, Malasombra, pero nosotras somos dos y en algún momento te quedarás dormido.
   -Entendido, vosotras en la cama y yo en suelo.
 
   El apartamento de Carmen era como el que nos habían asignado. Me acomodé en el suelo e intenté dormir, pero una mano sobre la espalda me despertó. Era Guisi que se había acostado a mi lado. Sonrió, pero no dijo nada. me besó en la mejilla y me dio las buenas noches. Por supuesto no correspondí al beso, pero la dejé estar. Apenas unos segundos más tarde Carmen hizo lo mismo y así nos quedamos dormidos. En el suelo y frente a una cama vacía. Si me interesaran las relaciones sociales o sentimentales sería un hombre afortunado, pero ¿hay mayor fortuna que la posibilidad de convertirme en rey, en tirano? Definitivamente, no. Y cada vez estaba más cerca de alcanzar mi sueño.

   Continuará...

domingo, 9 de abril de 2017

Rey Malasombra (7)

   La señorita Felicia se calmó un poco y comenzó a explicarme porqué había cambiado su actitud.
   -Malvado malasombra, yo no le mentí cuando nos conocimos. Todo lo que le dije es cierto, pero ayer el agente Lentejo me amenazó para que le contase todo lo que sabía sobre usted. Tengo familia y la utilizó para presionarme. Cuando le dije a usted que el emperador Lechuguito tenía planeado internarlo en el circo lo hice porque el agente Lentejo me lo pidió. Quería ponerlo nervioso y observar su siguiente movimiento. Le hablé de sus planes de conquistar nuestro mundo y se rió mucho diciendo que eso era imposible. También me pidió que conservase la calma y que le tuviese entretenido hasta el día de la supuesta boda. Sí, supuesta porque según él jamás se celebrará. Tienen planeado utilizar la ceremonia como el principio de una fiesta para el emperador. Usted será encerrado en una jaula, la harán girar hasta que se maree y luego le harán caminar para que se caiga. Es un espectáculo que hace muchos años que no se ve y quieren rescatarlo para divertir al emperador y a toda la ciudad.
   -Señorita Felicia, ese es un castigo divertido, pero bastante suave. ¿Hay algo más?
   -No me lo dijo, pero me temo lo peor. Cuentan que los que entran el el circo jamás salen y no se les vuelve a ver.
   -¿Sabe el agente Lentejo que me negué a mantener relaciones sexuales con usted?
   -No, no se lo dije. Pensé que no era necesario porque no lo necesitaba para seguir con usted hasta la boda dado que parecía dispuesto a llegar hasta el final.
   -Eso es cierto y así será. Mañana volverá a llamar al agente Lentejo para que venga y yo me encargaré de él. Si todo sale bien y no me traiciona no tomaré represalias y se convertirá en mi reina. Cumpliré mi palabra.
   -Está bien, ¿cómo lo hará?
   -Cuando llegue lo hará entrar al apartamento diciéndole que no me encuentro bien y que entre al dormitorio a echar un vistazo. Cuando lo haga, yo estaré detrás de la puerta, le golpearé y le robaré el arma. Después huiremos y nos refugiaremos en algún lugar.
   -¿Dónde nos esconderemos?
   -Eso no tiene importancia. Lo importante es que confíe en mí.
   -Malvado Malasombra, tengo mucho miedo.
   -Es normal, señorita Felicia, pero no tiene otra opción. Está usted atrapada entre dos mundos como lo estuvo Ilsa Laszlo.
   -Sí, pero usted no sé si es Rick o Víctor.
   -No, yo soy Malvado Malasombra. ¿Cómo puede conocer a los personajes de Casablanca? ¿Quién es usted, señorita Felicia?
   -¡Joder! ¡Yo soy tonta! ¿Cómo he podido cometer ese error? Mira, tío, yo también soy de la Tierra. Vine aquí hace dos años porque encontré por casualidad la puerta estelar. Me llamo Carmen y soy española. Este planeta es un muermo y quiero salir de aquí, pero no sé cómo. Los tipejos estos prometieron ayudarme si te retenía.
   -Vale, Carmen, ¿qué quieren de mí?
   -Pues nada, pasar un buen rato. Esta sociedad es demasiado aburrida y cualquier cosa les entretiene. Cuando te llevaron a la cárcel me pidieron que me hiciese pasar por prisionera para saber qué querías. Al contarles que tu intención era dominar este mundo pensaron en dejarte creer que podías hacerlo. En este momento están escribiendo todo lo que sucede y luego lo leerán para diversión del pueblo. Tú eres como el protagonista de una historia de juglares.
   -¿No eres ninfómana?
   -Pues no, me gusta el sexo como a todos, pero me alegro de que no quisieras hacerlo conmigo. Al principio me sentí dolida por el rechazo, pero fue un alivio no utilizarlo como arma. Eso tiene un nombre y no me gusta.
   -¿Y a qué te dedicabas?
   -Tenía una mercería y también me sacaba un dinero extra como modelo de publicidad.
   -Bueno, Carmen, me parece que te has metido en un buen lío. Supongo que no habrás oído hablar de mí, pero no bromeaba cuando te dije que iba a dominar este planeta.
   -Sí, claro, lo que tú digas. Aquí son muy disciplinados y adoran al emperador. Es verdad que aparte de las pistolas paralizantes no hay más armas, pero veo imposible que se rindan ante un desconocido.
   -Eso déjamelo a mí. Si quieres volver a la Tierra puedo ayudarte siempre y cuando tú me ayudes a mí.
   -La verdad es que tengo dudas. ¿Sabes cómo volver?
   -Pues no, pero si ellos lo saben obtendré la información. Conozco métodos de tortura de verdad, no como la chorrada esa de girar y caerme mareado. ¿En serio pensaban hacerme eso?
   -Pues sí, en el fondo son muy inocentes, pero no los subestimes. Tiene muy claras sus ideas y no se dejarán someter.
   -Una cosa más, ¿la agente Guisanta es también de la Tierra?
   -No, ella es de aquí.
   -Cuando salí con ella citó una frase de Star Wars.
   -Es que es una de las pocas amigas que tengo aquí y le conté la saga. Yo soy muy aficionada y se la relaté con tanto detalle que es como si la hubiese visto.
   -Cuando te he preguntado quién eras, podrías haber dicho que eras mi padre.
   -¡Muy gracioso! ¿Cómo quieres que te llame? Porque supongo que lo de Malvado Malasombra será una broma. No sabes la de veces que he aguantado la risa cada vez que me dirigía a ti de esa forma.
   -En realidad me llamo Malasombra y añadí lo de malvado porque mola.
   -Entonces, Malasombra, ¿cuál es el siguiente paso?
   -El previsto. Mañana llamas al agente Lentejo y lo reduciré.
   -Lo que tú digas, pero si algo sale mal, diré que me obligaste.
   -Es lo justo. Ahora, vamos a cenar y a dormir.

   Esa noche dormí como un maldito. Eso de que el mal no descansa es una patraña. Los malignos necesitamos estar en plenitud de condiciones para llevar a cabo nuestros planes.
   Carmen llamó al agente Lentejo y apareció enseguida. Yo estaba escondido tras la puerta y al entrar le di un puñetazo y lo dejé inconsciente. Tomé su arma y lo inmovilicé hasta que recuperó la consciencia.

   -Agente Lentejo, ahora vas a responder a mis preguntas o te vuelvo a sacudir.
   -Está bien, Malvado Malasombra, pregunte.

   Le volví a sacudir y volvió a desmayarse.

   -Malasombra, pero si estaba dispuesto a colaborar, ¿porqué le has vuelto a pegar?
   -La costumbre, Cármen, la costumbre. Vamos a desayunar y luego ya veremos lo que hago.

   A la segunda fue la vencida. Su nariz sangraba un poco y su ojo estaba morado, pero eran detalles sin importancia.

   -Agente Lentejo, el comisario Simplicio me disparó una vez y recobré la movilidad a los pocos minutos, ¿cuánto dura la inmovilidad realmente?
   -Dependiendo de la constitución de la víctima entre cinco y diez minutos.
   -Entonces será mejor que le ate las manos. Carmen, ¿aquí hay cuerdas?
   -Sí, pero no en el apartamento. Lo puedes maniatar con jirones de ropa. Voy a hacer unos cuantos.
   -De acuerdo. Agente, según me contaron, entre los policías y los militares suman trece efectivos, ¿es así?
   -Sí, Malvado Malasombra, pero el emperador Lechuguito tiene poderes a los que no podrá hacer frente.
   -¿Qué poderes son esos?
   -El poder de la ley, el amor de su pueblo, el bien...
   -¡Bah! ¡Chorradas! Esos no son poderes, son debilidades.

   Inmovilicé al agente con los jirones de ropa y, junto a Carmen, salí de allí hacia la comisaria con la intención de asaltarla y dar los primeros pasos para convertirme en rey. Por el camino encontré una ferretería y como no tenía dinero robé unas cuantas cuerdas a punta de pistola. Carmen caminaba a mi lado y durante el trayecto tuve que pensar qué hacer con ella y, sobre todo, qué pasaría con la agente Guisanta. ¿Se uniría a mí? ¿Sería fiel al comisario Simplicio y a su deber como policía? Mientras pensaba me vino otra pregunta a la cabeza:
   -Carmen, ¿hay más terrícolas aquí?
 
   No me contestó con palabras, pero su sonrisa sí lo hizo. Había más de los nuestros en el planeta.

   Continuará...

domingo, 2 de abril de 2017

Rey Malasombra (6)

   No dormí demasiado bien, pero por fin llegó la mañana. La señorita Felicia seguía durmiendo y opté por no despertarla mientras llamaba a la agente Guisanta. No tardó en llegar con su encantadora actitud.

   -Bueno, Malvado Malasombra, dígame dónde quiere ir y acabemos cuanto antes. Seguramente acompañarle sea una de las cosas más desagradables que he hecho desde que me convertí en policía.
   -Bien, agente, la verdad es que no sé por dónde comenzar. Recuerde que no conozco TornilloAllen.
   ¿Tienen museos, parques, monumentos o algo digno de ver?
   -Tenemos un parque con un estanque muy profundo. Podría darse un baño y, con suerte, si no sabe nadar tal vez se ahogue.
   -Es usted maravillosa. Pues vayamos al parque. 

   No tardamos mucho en llegar, pero durante el trayecto ninguno de los dos abrió la boca. El silencio fue inquietante. Y no solo por la falta de conversación. Mientras caminábamos no escuché nada. Ningún sonido que delatase a una ciudad que despierta. Solo algún murmullo de aquellos con los que nos cruzábamos. Ya sabía que no había vehículos, pero me di cuenta de que tampoco había luces ni nada que pudiese relacionarse con electricidad. 
   El parque era muy parecido a los de la Tierra. Muchos árboles, pájaros, bancos para sentarse y el gran estanque del que me había hablado la agente. Nadie se bañaba en él. Tenía una gran fuente central con forma de tenedor de la que emanaban chorros de agua limpia. 

   -Pues aquí tiene el parque y el estanque, Malvado Malasombra. ¿Quiere ver algo más?
   -Agente Guisanta, ya sé que no le gusta estar conmigo, pero quiero que nos sentemos un rato. Luego ya decidiré si quiero ver algo más. 
   -Está bien. Lo hago porque me lo han ordenado, pero tenga cuidado con lo que dice. Tengo el arma preparada para inmovilizarlo en cualquier momento y es muy tentador.
   -¿Cómo se llama el arma? Es muy parecida a las pistolas que tenemos en mi planeta.
   -Pues se llama pistola.
   -Aparte de la policía, ¿las tiene alguien más? 
   -Por supuesto que no. Nadie está autorizado a utilizarlas además de nosotros.
   -Supongo que existirá un mercado negro para los delincuentes.
   -No, los pocos delincuentes que tenemos tampoco las utilizan. Únicamente se sabe de la desaparición de una hace décadas, pero no hay constancia de que haya sido usada. Es uno de esos casos misteriosos sin resolver.
   
   La agente Guisanta parecía más relajada, aunque contestaba a mis preguntas con mucha displicencia. La miré a los ojos buscando algún signo que me diera información sobre ella. ¿Apartaría la mirada? ¿La mantendría? ¿Sonreiría? Necesitaba encontrar un su punto débil si es que lo tenía.

   -¿Qué? ¿Porqué me mira así?- Dijo enfadada.
   -Es que tiene usted unos ojos muy bonitos. Su marido o su novio será alguien afortunado.
   -Malvado Malasombra, no le voy a dar ningún dato personal y mucho menos con una maniobra tan burda.
   -Es usted dura de pelar, pero no hace falta que me mire con tanto odio. Aunque el odio puede ser poderoso.
   -Ya, ya, el odio es poderoso- Dijo con sarcasmo- Ahora me dirá que lo alimente y que me deje llevar al lado oscuro.
   -Bueno, deme un respiro. Lo único que pretendía es conocerla un poco mejor. 
   -No es necesario que me conozca. Tal vez después de la boda no volvamos a vernos.
   -Se supone que seguiré encerrado. ¿Es que me van a llevar a otro lugar?
   -Malvado Malasombra, mejor será que cambiemos de tema o que se calle.
 
   Estaba claro que sabía algo de las intenciones que tenía el emperador Lechuguito. ¿Sería cierto lo de que quería exhibirme en un circo? Volvió el silencio hasta que uno de los pájaros se posó en mi rodilla. Era negro con el pico naranja. Un mirlo, evidentemente.

   -Vaya, agente Guisanta, el mirlo no me tiene miedo. 
   -¿Cómo lo ha llamado? ¿Mirlo? 
   -Así se llaman en mi planeta. ¿Qué nombre tienen aquí?
   -Se llaman butifarros y es una de las dos especies de aves que tenemos. La única en libertad. También tenemos gallinas que criamos en cautividad para abastecernos de huevos y poder hacer tortillas de patatas con las que construir edificios.
   -¿Le echan cebolla a la tortilla de patata?
   -¡Claro que no! ¡No somos salvajes! Tenemos cebollas , pero las usamos para hacer llorar en determinadas circunstancias.
   -¿Qué circunstancias?
   -No es asunto suyo. Creo, Malvado Malasombra, que ya va siendo hora de terminar con el paseo. Debería volver a su apartamento. Su futura esposa estará preocupada o celosa.
   -¿Tiene motivos para estar celosa?
   -No, no, no...
   -Ha dicho no demasiadas veces, agente. Se lo voy a preguntar directamente. ¿Está segura de que le caigo mal?

   Esta vez la agente Guisanta tardó en responder, pero un atisbo de sonrisa nerviosa ya me había contestado por ella. No importaba lo que dijese. Su coraza había caído y se dio cuenta.

   -Malvado Malasombra, llevo cuatro años en la policía y me aburro muchísimo. Pensé que usted era un tipo peligroso que podría traer un poco de acción, pero por lo que veo es inofensivo y eso me frustra mucho. Encima se va a casar con la primera chica que conoce y pronto le perderé de vista. Me ha decepcionado muchísimo. 
   -Agente Guisanta, no se le ha ocurrido pensar que tal vez esté actuando y que en realidad sí soy peligroso. Usted debería saber como policía que las apariencias engañan. no me hago llamar malvado Malasombra por casualidad.
   -Eso pensé, pero entonces, ¿cuáles son sus verdaderos planes?
   -No creerá que se los voy a contar en el caso de que los tuviese. ¿Y si me está tendiendo una trampa?
   -No es una trampa. Si está pensando en algo grande me gustaría participar. 
   -Lo tendré en cuenta, pero de momento es mejor que vuelva junto a la señorita Felicia. Quedan unos días para la boda y tendremos ocasión de seguir hablando. Si quiere saber más necesito una prueba de confianza. Piense en ello.
   -Lo pensaré, Malvado Malasombra.

   Caminamos hasta el apartamento en silencio, pero con alguna mirada furtiva adornada con leves sonrisas. La agente se despidió y encontré a la señorita Felicia sentada y leyendo un libro. No había caído en la cuenta de que había libros. Me miró y preguntó:

   -¿Que tal, malvado Malasombra? ¿Cómo ha ido el paseo?
   -Muy bien, señorita Felicia. Fuimos al parque y nos sentamos un rato.
   -¿Te has acostado con ella?
   -¡Claro que no! Ya te dije que no me interesa.
   -¡Vaya dos tontos!
   -Ya, bueno, ¿qué está usted leyendo?
   -El retrato de Dorian Copperfield de Óscar Dickens.
   -Vale, y además de leer, ¿tienen ustedes otras formas de ocio?
   -El circo y la música.
   -¿Conocen el cine y la televisión?
   -¿Qué es eso? 
   -Proyecciones en una pantalla de imágenes en movimiento.
   -No, no hay nada parecido.
   -Bien, señorita Felicia, voy a comer un poco y me echaré una siesta.
   -La siesta sí que la conocemos.
   -Señal de vida inteligente.
   -Acuéstese en la cama y le haré compañía. No se preocupe que no intentaré nada- dijo con la dulce sonrisa que siempre iba con ella.

   Me tumbé en la cama y traté de ordenar mis pensamientos. La señorita Felicia estaba dispuesta a ser mi reina y la agente Guisanta buscaba emociones fuertes. Dos poderosas aliadas para mis planes de dominar TornilloAllen siempre y cuando no me estuviesen tendiendo una trampa. Ya estaba apunto de quedarme dormido cuando recordé algo que me quitó el sueño. En aquel planeta no existía el cine, pero la agente Guisanta lanzó una frase que solo un aficionado al cine puede conocer: 

   "Ya, ya, el odio es poderoso. Ahora me dirá que lo alimente y que me deje llevar al lado oscuro"
   
   -¿No duerme?- Preguntó la señorita Felicia.
   -No, pero puedes hacerme compañía. 
   -Señorita Felicia, cuando los agentes nos acompañaron y miré a la agente Guisanta, usted clavó sus uñas en mi mano. Hoy he estado a solas con ella y al volver no ha mostrado usted ningún signo de celos. Simplemente me ha preguntado si me había acostado con ella como si fuese algo normal. ¿Qué ha pasado entre ayer y hoy para ese cambio de actitud?

   la señorita Felicia se levantó rápidamente y se quedó sentada al borde de la cama. Su mirada ya no era tan dulce y su sonrisa había desaparecido. Puse mi mano sobre su hombro y se giró para abrazarme mientras suplicaba que la perdonase y que me iba a contar la verdad.

   Continuará...

domingo, 26 de marzo de 2017

Rey Malasombra (5)

   Llegamos al apartamento asignado y los agentes nos dejaron allí. La señorita Felicia entró inmediatamente y yo me quedé en la puerta preguntando por los detalles de la ceremonia nupcial.
   -Agente Lentejo, ¿cuándo se celebrará la boda?
   -La próxima semana, Malvado Malasombra.
   -¿Puedo salir de aquí mientras tanto?
   -La verdad es que sí, pero deberá estar acompañado por uno de nosotros.
   -¿Me acompañará usted o la agente Guisanta?
   -Dependerá del día. Vamos alternando. Hoy me toca a mí, pero mañana le a tocará a mi compañera.
   -Entonces saldré mañana. ¿Les aviso dibujando la carita sonriente en la pared o hay otro método?
   -Eso solamente sirve para las celdas. Encontrará en el apartamento un móvil y podrá utilizarlo. Ya están introducidos nuestros números. La señorita Felicia le pondrá al corriente de cómo funciona.
   -Gracias, Agente Lentejo. Nos vemos mañana, agente Guisanta.
 
   La agente Guisanta ni siquiera respondió. Me miró contrariada. Ya me había dejado claro que no le gustaba mi presencia. Cerré la puerta y le eché una mirada al apartamento. No era muy grande, pero suficiente. Un salón, un aseo y un dormitorio. Evidentemente, la señorita Felicia ya estaba tumbada sobre la cama y completamente desnuda.
 
   -Malvado Malasombra, ¿de verdad no le gusto?
   -No, pero no se lo tome como algo personal. A mí no me gusta nadie. Yo dormiré en el salón.
   -Es que está prohibido. Debemos compartir lecho.
   -¿Aquí también? Esto no es una celda.
 
   La sonrisa nerviosa de la señorita Felicia delató que estaba mintiendo.

   -¡Jo! Malvado Malasombra, nadie ha sido capaz de resistirse a mis encantos, pero no es necesario que se acueste conmigo- Dijo avergonzada.
   -No se preocupe, señorita Felicia, si tiene paciencia suficiente tendrá a todos los hombres a sus pies y bajo sus órdenes. El agente Lentejo me dijo que hay un móvil por aquí y que me ensañaría cómo funciona.
   -Sí, está en el cajón de la mesita junto a unas cuantas pilas usadas.
   -¿Utilizáis pilas en este planeta?
   -La verdad es que no, pero todos los cajones del universo vienen con pilas usadas de serie.
   -Sí, en mi planeta es igual.
 
   Cogí el móvil y no era muy distinto a los que hay en la Tierra. Como me había dicho el agente Lentejo, su número y el de la agente Guisanta estaban en los contactos, pero no había más.

   -Basta con marcar el número y ya está. Por cierto, Malvado Malasombra, le escuché decir que mañana iba a salir. ¿Es casualidad que coincida con que le acompañará la agente Guisanta?
   -Señorita Felicia, ¿no estará celosa?
   -Un poco sí.
   -No se preocupe, que no estoy interesado en ella. Por cierto, hoy le tocaría al agente Lentejo. Se me ocurre que podría llamarle y salir con él. No conozco sus costumbres, pero tal vez podría pasar usted un rato agradable.
   -Sí, es lo que había pensado hacer.

   La señorita Felicia marcó el número y a los pocos minutos apareció el agente Lentejo y se marcharon sonriendo. Tuve la sensación de que los dos estaban pensando en lo mismo.
   Me asomé a la ventana y los vi alejarse cogidos de la mano. Todo estaba bien. Permanecí asomado un rato mientras pensaba en la estrategia para conquistar a la agente Guisanta. Cuando me cansé me acosté en el sofá y me quedé dormido.
   Era de madrugada cuando escuché un llanto y me desperté. Era la señorita Felicia que estaba arrodillada frente a mí.

   -¿Qué le pasa, señorita Felicia? ¿El agente la ha rechazado?
   -Claro que no, Malvado Malasombra, pero después de acostarme con él me confesó que no estaba tan claro que la boda se vaya a celebrar. Le han llegado rumores que dicen que el emperador Lechuguito está interesado en tenerle a usted preso de por vida para mostrarle como curiosidad en su circo.
   -¿Eso le ha contado? No parece muy discreto el agente.
   -No sé en la Tierra, pero aquí los hombres se vuelven tontos en los brazos de una mujer hermosa y te cuentan todo lo que quieras.
   -Sí, en mi planeta es igual, pero no se preocupe por mí. Soy mucho más poderoso y astuto de lo que aparento. Le agradezco que me lo haya contado.
   -¿Puedo dormir junto a usted? Le prometo que no intentaré nada. La verdad es que el agente lentejo es un buen amante.
   -Está bien, pero no olvide lo que me acaba de prometer.

   la señorita Felicia se acurrucó junto a mí y se quedó dormida. Yo permanecí despierto y la observé. No sentía ningún deseo, pero he de confesar que aquella dulce chica me había conmovido un poco. O estaba interpretando el papel de su vida o realmente sentía algo por mí. Debía pensar con claridad y lo mejor era dormir y esperar al día siguiente. Tal vez podría sacar más información de la agente Guisanta.

   Continuará...
 

domingo, 19 de marzo de 2017

Rey Malasombra (4)

   Ya estaba sellada la alianza con Felicia. Evidentemente sería un matrimonio de conveniencia. El problema es que como no conocía las costumbres tornilloallenses estaba en sus manos, pero no me quedaba otra opción.

   -Señorita Felicia, ¿qué hacemos ahora? ¿Llamamos al comisario Simplicio?
   -Sí, Malvado Malasombra, le comunicaremos nuestra decisión y nos trasladarán a un apartamento vigilado por la policía hasta que lleguen mis familiares y ya podremos casarnos.
   -¿Tus familiares? No había pensado en ellos. ¿Qué familia tienes?
   -Tengo padres y cuatro hermanos, ¿y usted?
   -Yo tengo una hija en mi planeta. Es una niña encantadora, despiadada y enemiga de la ley. Es el único lazo afectivo que tengo dentro de la humanidad.
   -Me encantaría conocerla.
   -No creo, señorita Felicia. Cuando tenía cuatro añitos encerró a su cuidadora en una de mis mazmorras y la tuvo allí tres días. Con cinco atacó a un cartero mordiéndole en la pierna y cuando cumplió seis invitó a las niñas de su colegio a una fiesta y cuando estaban todas las encañonó con un fusil de asalto y les robó todo lo que llevaban. Las niñas pensaban que era broma, pero cuando disparó al aire se llevaron un susto que jamás olvidarán. ¡Ay, señorita Felicia! Creo que me estoy emocionando. Hablar de mi dulce hija me enternece y la echo de menos.

   La señorita Felicia se acercó y me abrazó para consolarme. No me gustó porque los abrazos son desagradables, pero no quería comenzar con mal pie la relación y fingí agradecimiento a pesar de que estaba durando demasiado. Cuando giró la cabeza e intentó besarme la aparté.
 
   -Señorita Felicia, creo recordar que ya le dije que nada de juegos que puedan llevar al sexo.
   -Lo recuerdo, Malvado Malasombra, y también que le dije que estaba aquí por ninfómana. No me culpe por intentarlo.
   -Eso es cierto. Es usted coherente y me gusta, aunque pierde el tiempo conmigo. Creo que lo mejor será llamar al comisario Simplicio y poner en marcha nuestro plan. ¿Hay algún timbre o algo para llamar?
   -Bueno, la verdad es que es mucho más simple. Basta con dibujar con el dedo una carita sonriente en la pared de tortilla de patatas y el sistema mandará un mensaje al comisario para que venga.
   -¡Interesante! ¿Y si dibujo una carita enfadada?
   -Mejor que no lo haga porque lo interpretarán como una protesta y sustituirán el jamón de las ventanas por coles de Bruselas.
   -¡Eso es terrible! ¿Qué clase de bárbaros son ustedes?
   -Bueno, no se confunda. procedemos de la raza humana y ya nos conoce. No todos son como yo, que soy cariñosa y buena persona.
   -Por cierto, ¿coles de Bruselas? ¿Cómo han llegado a ese nombre? ¿Hay algo aquí que se llame Bruselas? En el planeta Tierra es una ciudad.
   -Bruselas es una tienda de comestibles.
   -En fin, será mejor que dibuje la maldita cara sonriente.

   Me acerqué a la pared y lo hice. A los dos minutos apareció el comisario Simplicio.
 
   -¿Qué ocurre, Malvado Malasombra?
   -Verá, comisario, la señorita Felicia y yo hemos decidido casarnos.
   -¡Pero si apenas se conocen!
   -¡Ha sido amor a primera vista!- dijo ella sonriendo.
   -Bueno, activaré el protocolo, pero supongo, Malvado Malasombra, que ya sabrá porqué está ella encerrada.
   -Sí, comisario, me lo ha dicho. Por cierto, ¿qué clase de ceremonia se hace aquí?
   -Es una ceremonia sencilla celebrada por nuestro líder, el emperador Lechuguito. En presencia de familiares y amigos hará oficial la unión entre la señorita Felicia y usted. Es muy parecido a como nuestros antepasados decían que se hacía en su planeta. Como usted no conoce a nadie, yo le acompañaré en la ceremonia junto a la pareja de policías que le trajo aquí.
   -¿Es necesario que venga ustedes?
   -Sí, no olvide que usted es extraterrestre y aunque le hemos concedido ciertos derechos, seguirá bajo vigilancia. ¿Acaso no harían ustedes lo mismo en la Tierra?
   -Créame, comisario Simplicio, en mi planeta ya estaría en una mesa de autopsias. Somos mucho más salvajes de lo que pueda pensar.
   -Motivo de más para tenerle controlado. La pareja de policías vendrá enseguida y les llevarán a su nuevo apartamento hasta que llegue el día de la boda.

   Enseguida se presentaron los policías y nos sacaron de allí. La señorita Felicia y yo nos cogimos de la mano para guardar las apariencias y mientras caminábamos comencé a hablar con los policías.

   -Parece que les ha vuelto a tocar a ustedes acompañarme.
   -Sí, Malvado Malasombra, aparte del comisario Simplicio somos los únicos policías del planeta. Aquí apenas hay delincuencia y no son necesarios más. Además si algo se complica está el ejército, que está formado por diez militares.
   -O sea, que en total, las fuerzas de seguridad de este planeta se reducen a trece efectivos. Me gusta el número.
   -Así es, todos bajo las órdenes del emperador Lechuguito.
   -Por cierto, ¿cómo se llaman ustedes?
   -Yo soy el agente Lentejo y mi compañera es la agente Guisanta.
   -Pues un placer, agentes. Ya que me van a acompañar durante todo este proceso es mejor que nos vayamos conociendo. Quizá en un futuro podamos llegar a ser amigos. Por cierto, agente Guisanta, me he dado cuenta de que apenas dice nada.
   -Escuche, Malvado Malasombra, intento hablar lo menos posible porque estoy convencida de que trama algo y además me cae muy mal. Si me dejasen ya le habría pegado una paliza y le habría torturado para conocer sus verdaderos planes.

   La agente Guisanta no dijo nada más, pero mis ojos delataron que me estaba empezando a gustar. ¡Por fin alguien realmente desagradable! La señorita Felicia se dio cuenta y me miró enfadada. deslizo uno de sus dedos hacia dentro y clavó su uña en la palma de mi mano. Sospecho que estaba celosa y seguramente tenía motivos para estarlo.

   Continuará...
 

domingo, 12 de marzo de 2017

Rey Malasombra (3)

   Felicia se tumbó a mi lado y se acercó mucho más de lo que es aceptable. Estaba obligado a explicarle la situación.
   -Mire usted, señorita Felicia, aunque su atractivo físico es evidente, debo decirle que yo no estoy dispuesto a mantener relaciones sexuales porque lo considero desagradable.
   -Malvado Malasombra, es usted el primer ser que me rechaza. Me siento dolida.
   -Podría decir que lo siento, pero mentiría. En realidad sus sentimientos me son indiferentes. Sin embargo, creo que podríamos aliarnos. Necesito a alguien que me ponga al corriente de cómo funciona la vida en este planeta.
   -¿Y qué sacaría yo a cambio?
   -Pues la libertad para hacer lo que quiera cuando me convierta en rey y someta a los tornilloallenses.
   -¿Sería la reina?
   -Podrías serlo siempre y cuando tengas claro que nada de sexo.
   -¿Con nadie?
   -Bueno, nada de sexo conmigo. Podrá acostarse con todo el que le apetezca. Soy malvado y cruel, pero no me importaría en absoluto llevar cuernos.
   -Malvado Malasombra, creo que voy a aceptar su ofrecimiento.
   -Bien, señorita Felicia, he llegado aquí procedente del planeta Tierra y en realidad desconozco la dimensión de su planeta. ¿Tiene continentes, países, ciudades? ¿Cómo está organizados geográficamente?
   -Estamos en el planeta TornillloAllen y únicamente existe este asentamiento con vida. El resto del planeta no está habitado porque es un desierto inhóspito y sin vida. El lugar en el que nos encontramos se llama Ciudad Brocoli y somos un millón de habitantes.
   -La raza dominante en la Tierra es la raza humana. Ustedes tienen el mismo aspecto que nosotros y, además, hablan español, ¿cómo es posible tanta coincidencia?
   -Cuenta la leyenda que hace cuatrocientos años llegó una pareja del espacio exterior y fundó nuestra civilización. Todos descendemos de esa pareja.
   -¿Cómo se llamaba esa pareja?
   -Don Carajote de la plancha y doña Pulpinea del Goloso.
   -¡Venga ya! ¡No puede ser! ¿Esos son los fundadores de vuestra civilización?
   -Sí, Malvado Malasombra, por eso tenemos todos el mismo aspecto más o menos. Nuestros antepasados tuvieron que recurrir a la endogamia para reproducirse. Estuvimos a punto de extinguirnos por los problemas que eso causa, pero supimos descubrir una cura para evitar sus peligrosos efectos.
   -Entonces, señorita Felicia, ustedes también son humanos. Esa pareja de la que habla vino de mi planeta.
   -Entonces, Malvado Malasombra, somos de la misma raza.
   -Eso parece y me gusta. Creo, señorita Felicia, que llevar a cabo mis planes de dominación va a ser más sencillo de lo que imaginaba. Conozco los puntos débiles de los humanos y sé como utilizarlos.

   La señorita Felicia sonrió de alegría y se abrazó a mí. Fue un abrazo demasiado largo y cuando intentó besarme la aparté.

   -Señorita Felicia, ya le dije que nada de sexo.
   -Malvado Malasombra, me he dejado llevar por la euforia y tenía que intentarlo.
   -Lo entiendo, pero que no vuelva a ocurrir. Cuando sea usted reina ya podrá hacer lo que quiera, pero de momento nuestra prioridad es salir de aquí.
   -Malvado Malasombra, creo que sé cómo hacerlo.
   -Bien, señorita Felicia, ¿cuál es el plan?
   -La ley dice que tenemos derecho a una boda y a una luna de miel. Si nos casamos estarán obligados a sacarnos de aquí. Nos organizarían una fiesta en una taberna y una vez allí será fácil escapar.
   -¿Hay tabernas aquí? La pareja que me detuvo dijo que no habían y que no sabían lo que era la cerveza.
   -Quizá, Malvado Malasombra, le mintieron porque usted es nuevo, pero sí que existen y la cerveza también. Aunque están muy restringidas y sólo abren en ocasiones especiales.
   -¿Una boda es una ocasión especial?
   -Por supuesto, Malvado Malasombra.
   -Señorita Felicia, ¿quiere casarse conmigo?
   -Sí, quiero.

   Continuará...
 

domingo, 5 de marzo de 2017

Rey Malasombra (2)

   llevábamos diez minutos caminando cuando la pareja que me acompañaba ordenó que me detuviera. Me hicieron entrar en uno de aquellos edificios y me indicaron una silla que parecía hecha de pan de pueblo. Me senté y esperé hasta que salió un señor que me invitó a entrar en un despacho.
   -Sientese, Malvado Malasombra, ¿es ese su verdadero nombre?
   -Pues sí, ¿Usted cómo se llama?
   -Soy el Comisario Simplicio.
   -Bonito nombre.
   -Bien, Malvado Malasombra, ¿cómo ha llegado usted a nuestro planeta?
   -Supongo que si le digo que en autobús no me va creer. Digamos que he llegado y punto.
   -¿Autobús? ¿Qué es eso?
   -Un vehículo que transporta personas y que a veces es naranja y se escriben mensajes en la carrocería.
   -Interesante. Aquí no tenemos medios de transporte. Nos valemos por nosotros mismos para desplazarnos. ¿Cómo se llama su planeta?
   -Vengo del planeta Tierra. Por cierto, Allí hemos bautizado a su sistema como Trappist-1 y éste es uno de sus planetas, ¿qué nombre tiene?
   -Este es el planeta TornilloAllen y nuestro sistema se llama Manivelo. Veo que tiene usted tantas preguntas como yo.
   -Bueno, comisario Simplicio, me parece que voy a tomar el mando de esta conversación. Ya me estoy cansando.
   -Malvado Malasombra, sus palabras suenan amenazantes, Tomaré medidas.
 
   Antes de que me diese cuenta el comisario Simplicio se levantó y me disparó con su arma. No me dolió y no perdí el conocimiento, pero no podía moverme. Enseguida entraron cuatro policías tornilloallenses que me llevaron a lo que parecía una celda. Me tumbaron en una pequeña cama y salieron de allí. Al cabo de unos minutos noté que podía comenzar a moverme y enseguida recobré la movilidad por completo. El comisario Simplicio estaba al otro lado de unos barrotes de chocolate.
 
   -Escuche, Malvado Malasombra, permanecerá aquí encerrado hasta que informe a mis superiores y ellos decidirán su futuro. Si quiere alimentarse puede morder las paredes de tortilla o los muebles de pan o la ventana de jamón, pero no se confunda porque enseguida se regenerarán y a la velocidad que lo hacen no podrá abrir un hueco para escapar. Compartirá celda con una prisionera que llegará enseguida. ¿Tiene alguna pregunta?
   -¿Dónde haré mis necesidades y cómo puedo limpiarme?
   -Cruce esa puerta y encontrará todo lo que necesite. El agua fluye constantemente y además se puede beber. En este planeta tenemos una temperatura constante y hemos erradicado las enfermedades. No debe temer por su salud. También debe quitarse la ropa y ponerse una túnica de seda para estar más cómodo.
   -Aparte de agua, ¿hay algo más para beber?
   -No, es el único líquido potable de nuestro planeta.
   -¡Malditos! ¡Malditos tornilloallenses!

   El comisario Simplicio se marchó y a los dos minutos llegó la prisionera que iba a compartir celda conmigo. No sé cómo describirla. ¿Habéis visto a las modelos de Victoria´s Secret? Pues así era la chica. Entró, se desnudó y se puso la túnica de seda blanca casi transparente. Se sentó a mi lado, sonrió y dijo:
   -Hola, Malvado Malasombra.
   -¿Cómo sabe mi nombre?
   -Me lo dijo el comisario Simplicio. Yo me llamo Felicia. Me llamaron así porque doy felicidad.
   -Bueno, señorita Felicia, parece que hay una sola cama en esta celda. Yo dormiré en el suelo porque aunque soy malvado ante todo soy un caballero.
   -No, Malvado Malasombra. Va en contra de las reglas. Debemos compartir el lecho.
   -Si no queda más remedio. ¿Porqué la han encerrado a usted?
   -Por ninfómana.

   Estaba claro que tenía que escapar de aquel infierno cuanto antes.

   Continuará...
 

domingo, 26 de febrero de 2017

Rey Malasombra (1)

   La NASA ha anunciado el descubrimiento de un nuevo sistema solar susceptible de albergar agua y, por tanto, vida. La verdad es que como está a cincuenta años-luz me interesa regular, pero al ver el nombre que le han dado no pude resistirme a investigar.
   A la estrella que genera este sistema solar se le llama TRAPPIST-1 en honor a una cerveza que elaboran los monasterios trapenses en algunos países del centro de Europa. ¡CERVEZA!
   Tenía que ir y lo primero era averiguar cómo. Un taxi me hubiese salido por una pasta y no creo que el metro tenga parada allí. Afortunadamente siempre hay solución. Me fui a una tienda de los chinos y por 2,95€ compré una Puerta Estelar.
   Me la llevé al castillo, la crucé y llegué a uno de sus planetas. Lo primero que observé es que las calles eran de plástico de burbujas y como explotarlas es adictivo la gente de allí no paraba de caminar y parecía muy sana. Evidentemente lo primero que busqué fue un bar y pregunté a un señor:

   -Perdone, ¿dónde hay un bar?
   -¿Un qué?
   -Un establecimiento donde sirven cerveza y otras cosas menos importantes.
   -No sé de que me habla, ¿de dónde viene usted?
   -Soy del planeta Tierra y he venido a investigar.
   Aquel tipo pegó un grito y en apenas dos segundos apareció una pareja extraordinariamente atractiva y con armas que me detuvo.
   -¿Porqué me detienen?
   -Señor, hemos de llevarle a un centro para que hagan experimentos con usted porque viene de otro planeta.
   -Bueno, eso lo entiendo porque nosotros haríamos lo mismo. ¿Me van a matar para hacerme una autopsia o algo?
   -No señor, no le haremos daño porque jamás se lo hacemos a nadie.
   -¿Y para qué llevan armas?
   -No son armas. Nuestras pistolas paralizan a la gente y ya está. No es doloroso. Comience a caminar.
   -¿No tienen vehículos mecánicos para trasladarse?
   -No, tenemos piernas. Por cierto, ¿cómo se llama usted?
   -Soy el malvado Malasombra.
   -Bien, malvado Malasombra, si nos crea problemas le paralizaremos.
 
   Me indicaron una dirección y comencé a caminar mientras la pareja me vigilaba. Observé los edificios y me di cuenta de que eran todos iguales. Parecían estar construidos de tortilla de patatas con puertas de jamón. También vi que toda la gente con la que me crucé era tan atractiva como la pareja que me acompañaba y vestían con poquísima ropa y muy ajustada. Tanto ellos como ellas parecían sacados de una agencia de modelos. No vi ningún vehículo y todo el mundo caminaba con tranquilidad y con una cautivadora sonrisa en la cara.
   Trataba de asimilar toda la información que me llegaba con la recién estrenada intención de dominar aquel planeta y someterlo a mi voluntad. Ya que no pude en la Tierra, quizá me encontraba ante la gran oportunidad de cumplir mi sueño de convertirme en el Malvado Rey Malasombra.
   Aquellos individuos sonreían sin sospechar siquiera la que se les venía encima.
   Continuará...