domingo, 2 de abril de 2017

Rey Malasombra (6)

   No dormí demasiado bien, pero por fin llegó la mañana. La señorita Felicia seguía durmiendo y opté por no despertarla mientras llamaba a la agente Guisanta. No tardó en llegar con su encantadora actitud.

   -Bueno, Malvado Malasombra, dígame dónde quiere ir y acabemos cuanto antes. Seguramente acompañarle sea una de las cosas más desagradables que he hecho desde que me convertí en policía.
   -Bien, agente, la verdad es que no sé por dónde comenzar. Recuerde que no conozco TornilloAllen.
   ¿Tienen museos, parques, monumentos o algo digno de ver?
   -Tenemos un parque con un estanque muy profundo. Podría darse un baño y, con suerte, si no sabe nadar tal vez se ahogue.
   -Es usted maravillosa. Pues vayamos al parque. 

   No tardamos mucho en llegar, pero durante el trayecto ninguno de los dos abrió la boca. El silencio fue inquietante. Y no solo por la falta de conversación. Mientras caminábamos no escuché nada. Ningún sonido que delatase a una ciudad que despierta. Solo algún murmullo de aquellos con los que nos cruzábamos. Ya sabía que no había vehículos, pero me di cuenta de que tampoco había luces ni nada que pudiese relacionarse con electricidad. 
   El parque era muy parecido a los de la Tierra. Muchos árboles, pájaros, bancos para sentarse y el gran estanque del que me había hablado la agente. Nadie se bañaba en él. Tenía una gran fuente central con forma de tenedor de la que emanaban chorros de agua limpia. 

   -Pues aquí tiene el parque y el estanque, Malvado Malasombra. ¿Quiere ver algo más?
   -Agente Guisanta, ya sé que no le gusta estar conmigo, pero quiero que nos sentemos un rato. Luego ya decidiré si quiero ver algo más. 
   -Está bien. Lo hago porque me lo han ordenado, pero tenga cuidado con lo que dice. Tengo el arma preparada para inmovilizarlo en cualquier momento y es muy tentador.
   -¿Cómo se llama el arma? Es muy parecida a las pistolas que tenemos en mi planeta.
   -Pues se llama pistola.
   -Aparte de la policía, ¿las tiene alguien más? 
   -Por supuesto que no. Nadie está autorizado a utilizarlas además de nosotros.
   -Supongo que existirá un mercado negro para los delincuentes.
   -No, los pocos delincuentes que tenemos tampoco las utilizan. Únicamente se sabe de la desaparición de una hace décadas, pero no hay constancia de que haya sido usada. Es uno de esos casos misteriosos sin resolver.
   
   La agente Guisanta parecía más relajada, aunque contestaba a mis preguntas con mucha displicencia. La miré a los ojos buscando algún signo que me diera información sobre ella. ¿Apartaría la mirada? ¿La mantendría? ¿Sonreiría? Necesitaba encontrar un su punto débil si es que lo tenía.

   -¿Qué? ¿Porqué me mira así?- Dijo enfadada.
   -Es que tiene usted unos ojos muy bonitos. Su marido o su novio será alguien afortunado.
   -Malvado Malasombra, no le voy a dar ningún dato personal y mucho menos con una maniobra tan burda.
   -Es usted dura de pelar, pero no hace falta que me mire con tanto odio. Aunque el odio puede ser poderoso.
   -Ya, ya, el odio es poderoso- Dijo con sarcasmo- Ahora me dirá que lo alimente y que me deje llevar al lado oscuro.
   -Bueno, deme un respiro. Lo único que pretendía es conocerla un poco mejor. 
   -No es necesario que me conozca. Tal vez después de la boda no volvamos a vernos.
   -Se supone que seguiré encerrado. ¿Es que me van a llevar a otro lugar?
   -Malvado Malasombra, mejor será que cambiemos de tema o que se calle.
 
   Estaba claro que sabía algo de las intenciones que tenía el emperador Lechuguito. ¿Sería cierto lo de que quería exhibirme en un circo? Volvió el silencio hasta que uno de los pájaros se posó en mi rodilla. Era negro con el pico naranja. Un mirlo, evidentemente.

   -Vaya, agente Guisanta, el mirlo no me tiene miedo. 
   -¿Cómo lo ha llamado? ¿Mirlo? 
   -Así se llaman en mi planeta. ¿Qué nombre tienen aquí?
   -Se llaman butifarros y es una de las dos especies de aves que tenemos. La única en libertad. También tenemos gallinas que criamos en cautividad para abastecernos de huevos y poder hacer tortillas de patatas con las que construir edificios.
   -¿Le echan cebolla a la tortilla de patata?
   -¡Claro que no! ¡No somos salvajes! Tenemos cebollas , pero las usamos para hacer llorar en determinadas circunstancias.
   -¿Qué circunstancias?
   -No es asunto suyo. Creo, Malvado Malasombra, que ya va siendo hora de terminar con el paseo. Debería volver a su apartamento. Su futura esposa estará preocupada o celosa.
   -¿Tiene motivos para estar celosa?
   -No, no, no...
   -Ha dicho no demasiadas veces, agente. Se lo voy a preguntar directamente. ¿Está segura de que le caigo mal?

   Esta vez la agente Guisanta tardó en responder, pero un atisbo de sonrisa nerviosa ya me había contestado por ella. No importaba lo que dijese. Su coraza había caído y se dio cuenta.

   -Malvado Malasombra, llevo cuatro años en la policía y me aburro muchísimo. Pensé que usted era un tipo peligroso que podría traer un poco de acción, pero por lo que veo es inofensivo y eso me frustra mucho. Encima se va a casar con la primera chica que conoce y pronto le perderé de vista. Me ha decepcionado muchísimo. 
   -Agente Guisanta, no se le ha ocurrido pensar que tal vez esté actuando y que en realidad sí soy peligroso. Usted debería saber como policía que las apariencias engañan. no me hago llamar malvado Malasombra por casualidad.
   -Eso pensé, pero entonces, ¿cuáles son sus verdaderos planes?
   -No creerá que se los voy a contar en el caso de que los tuviese. ¿Y si me está tendiendo una trampa?
   -No es una trampa. Si está pensando en algo grande me gustaría participar. 
   -Lo tendré en cuenta, pero de momento es mejor que vuelva junto a la señorita Felicia. Quedan unos días para la boda y tendremos ocasión de seguir hablando. Si quiere saber más necesito una prueba de confianza. Piense en ello.
   -Lo pensaré, Malvado Malasombra.

   Caminamos hasta el apartamento en silencio, pero con alguna mirada furtiva adornada con leves sonrisas. La agente se despidió y encontré a la señorita Felicia sentada y leyendo un libro. No había caído en la cuenta de que había libros. Me miró y preguntó:

   -¿Que tal, malvado Malasombra? ¿Cómo ha ido el paseo?
   -Muy bien, señorita Felicia. Fuimos al parque y nos sentamos un rato.
   -¿Te has acostado con ella?
   -¡Claro que no! Ya te dije que no me interesa.
   -¡Vaya dos tontos!
   -Ya, bueno, ¿qué está usted leyendo?
   -El retrato de Dorian Copperfield de Óscar Dickens.
   -Vale, y además de leer, ¿tienen ustedes otras formas de ocio?
   -El circo y la música.
   -¿Conocen el cine y la televisión?
   -¿Qué es eso? 
   -Proyecciones en una pantalla de imágenes en movimiento.
   -No, no hay nada parecido.
   -Bien, señorita Felicia, voy a comer un poco y me echaré una siesta.
   -La siesta sí que la conocemos.
   -Señal de vida inteligente.
   -Acuéstese en la cama y le haré compañía. No se preocupe que no intentaré nada- dijo con la dulce sonrisa que siempre iba con ella.

   Me tumbé en la cama y traté de ordenar mis pensamientos. La señorita Felicia estaba dispuesta a ser mi reina y la agente Guisanta buscaba emociones fuertes. Dos poderosas aliadas para mis planes de dominar TornilloAllen siempre y cuando no me estuviesen tendiendo una trampa. Ya estaba apunto de quedarme dormido cuando recordé algo que me quitó el sueño. En aquel planeta no existía el cine, pero la agente Guisanta lanzó una frase que solo un aficionado al cine puede conocer: 

   "Ya, ya, el odio es poderoso. Ahora me dirá que lo alimente y que me deje llevar al lado oscuro"
   
   -¿No duerme?- Preguntó la señorita Felicia.
   -No, pero puedes hacerme compañía. 
   -Señorita Felicia, cuando los agentes nos acompañaron y miré a la agente Guisanta, usted clavó sus uñas en mi mano. Hoy he estado a solas con ella y al volver no ha mostrado usted ningún signo de celos. Simplemente me ha preguntado si me había acostado con ella como si fuese algo normal. ¿Qué ha pasado entre ayer y hoy para ese cambio de actitud?

   la señorita Felicia se levantó rápidamente y se quedó sentada al borde de la cama. Su mirada ya no era tan dulce y su sonrisa había desaparecido. Puse mi mano sobre su hombro y se giró para abrazarme mientras suplicaba que la perdonase y que me iba a contar la verdad.

   Continuará...

5 comentarios:

  1. ¡Por favor!, estoy empezando a odiar los folletines por capítulos, ya no me queda paciencia, ni uñas que comerme. Al menos podía Usted ser menos vago y escribir un capítulo, o dos, al día.

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  2. ¡Qué maravilla! El odio le hará poderoso. No es vagancia, es falta de tiempo. El próximo será más largo...creo...

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  3. Creo que me voy a mudar a Tornillos lleno. Al menos no son unos salvajes!! No como aquí, que siempre le ponen cebolla a la tortilla T-T

    Interesante giro este final. Pero estoy con José, no vale! Quiero saber qué pasa, Hombreeee Que injusticia más grande.. snif..Snif..

    A esperar -_-

    Ciao malo malísimo!

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    Respuestas
    1. Las injusticias son mi especialidad. A ver si esto avanza, que yo también tengo ganas de saber cómo sigue.
      Ea! :)

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    2. Las injusticias son mi especialidad. A ver si esto avanza, que yo también tengo ganas de saber cómo sigue.
      Ea! :)

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