domingo, 21 de mayo de 2017

Rey Malasombra (9)

   Llega la mañana y la hora de dirigirnos al palacio del emperador Lechuguito. Parece que mis compañeras no han dormido bien porque tienen cara de no haber dormido bien. Normalmente no me importaría porque soy lo bastante egoísta como para que me de igual lo que les pasa a los demás, pero esta vez necesito que Carmen y Guisi estén en plenas facultades.
   -¿Habéis pasado mala noche? -pregunté.
   -Sí, Malasombra -contestó Guisi -estuvimos hablando sobre mi futuro. Carmen quiere volver a su planeta y tú quieres convertirte en Rey. Ya que vamos a derrocar al emperador no sé cuál es mi papel porque se supone que entonces ya no habrá boda y ella no será reina.
   -Entiendo, Guisi -dije con calma -podrías ser tú la reina o podría nombrarte general y dirigirías el ejército. Tendrías el suficiente poder para hacer lo que te diese la gana.
   -Malasombra -intervino Carmen -Guisi me ha dicho que le haría ilusión ser la reina porque tú le gustas.
   -No sería un  problema- asentí -pero, ¿le has contado que no me interesan las relaciones?
   -Sí, pero dice que acabarías enamorándote de ella.
 
   La agente Guisi se ruborizó mientras yo trataba de reprimir una carcajada. Tampoco quería herir sus sentimientos...de momento.

   -Querida Guisi - dije con la sonrisa más falsa de mis sonrisas -si tú quieres nos casaremos, serás reina y ya veremos si con la convivencia surge la llama del amor entre nosotros.
   -Estoy segura que sí -dijo Guisi.
   -Todo es posible -afirmé sabiendo que no era posible.

   Estuvimos esperando en el apartamento hasta que llegó la hora de la siesta, que era cuando el emperador estaba solo en su habitación. Llegó el momento y Guisi indicó el camino. Ya me estaba cansando eso de andar. Una de las primeras cosas que haría cuando tomase el poder es construir carros y esclavizar a unos cuantos lugareños para que me llevasen a todas partes. Por el trayecto nos cruzamos con algunos tornilloallenses que parecían tranquilos. Tras veinte minutos de caminata por fin divisé el palacio. He de reconocer que era enorme y sobresalía sobre el resto de construcciones. Guisi señaló un pequeño edificio y entramos.

   -Aquí está la puerta secreta que lleva al palacio -dijo.
   -Bien, ¿a qué esperamos? -dije con impaciencia.
   -Malasombra, cuando lleguemos a la habitación del emperador no habrá marcha atrás- advirtió Guisi.
   -Eso espero, Guisi, pero no perdamos más tiempo.

   Avanzamos en silencio y a los pocos minutos llegamos por fin a nuestro destino. Abrí decidido la puerta y me encontré con una gigantesca habitación presidida por una cama en la que dormía la siesta el emperador Lechuguito. Dormía con la placidez y tranquilidad del que cree que nada le ocurrirá, pero eso iba a cambiar.
   Con mucha delicadeza lo agarré del cuello y lo tiré al suelo. Se despertó sobresaltado y preguntándose qué estaba pasando. Lo inmovilicé de un disparo y Carmen y Guisi lo ataron a una silla. Pasado el susto inicial el emperador parecía calmado y dijo con una sonrisa en la boca.

   -Buenas tardes, a ustedes dos las conozco. La agente Guisanta y Felicia, la terrícola infiltrada que se hace llamar Carmen. Supongo que usted será el Malvado Malasombra.
   -Supones bien, Lechuguito -contesté -mira, no me andaré con rodeos. He venido a dar un golpe de estado y tienes dos opciones: resistirte o colaborar.
   -No voy a colaborar, Malvado Malasombra- afirmó el emperador sin perder la calma-.mi pueblo no permitirá que me suceda nada. Soy portador del bien y de la felicidad. ¿Piensa usted que podrá convencerlos para que le sigan?
   -¡Claro que no!- dije -mi intención no es convencerlos, es someterlos. Convertiré su apacible civilización en un infierno, pero dejémonos de charla inútil y vayamos a lo importante. Llame al general Chincheto y que se presente aquí con  todos sus hombres.
   -No pienso hacerlo porque sé que ustedes no me harán nada -dijo el emperador.
   -Anda, Guisi -ordené -dale un par de guantazos.

   La agente Guisi ni se lo pensó. Comenzó a zurrarle a mano abierta y tal y como pasó con el comisario Simplicio se encandiló. Fueron mucho más de dos, pero como yo también tengo mi corazoncito la dejé disfrutar hasta que el emperador comenzó a sangrar y no quería que se desmayase. Guisi paró de pegarle un poco contrariada, pero le prometí que más adelante la dejaría seguir jugando. El emperador ya no sonreía. Se notaba en sus ojos que estaba viviendo la pesadilla que jamás habría imaginado. Su mundo estaba apunto de derrumbarse y no se lo podía creer. Finalmente accedió y llamó al general Chincheto.
   El general acudió de inmediato con sus hombres, pero yo ya estaba agazapado tras la puerta y lo inmovilicé. Los soldados intentarón defenderlo, pero Guisi le mordió a uno y Carmen le arreó un sillazo a otro. Los demás estaban desconcertados y con el cuello del general entre mis brazos ordené que se rindiesen o se lo partiría. Claudicaron enseguida y dejaron sus armas sobre el suelo. Carmen y Guisi las recogieron y definitivamente podía decir que había vencido a todo un ejército. Vale, eran muy pocos y algo flojitos, pero nadie podía quitarme esa ilusión.
   En cuestión de minutos todos estaban inmovilizados y maniatados y, mientras Guisi se entretenía repartiendo guantazos, le dije a Carmen:

   -Amiga mía, hemos triunfado. Lo único que falta es hacerlo oficial y luego ya interrogaremos a todos los que sean necesarios para conseguir la información necesaria para que puedas regresar a la tierra.
   -Sí, Malasombra, casi no me lo creo -dijo carmen-. Estoy tan contenta. Hemos dado un golpe de estado. Y bueno, la verdad es que creo que me tomaré un tiempo para pensar. Ni siquiera había pensado en la posibilidad de ser una mujer poderosa.
   -Bueno, Carmen, es tu decisión y la respeto- dije -tómate el tiempo que necesites.

   Guisi dejó de pegar a los soldados y escuchó a Carmen. No dijo nada, pero sus ojos se clavaron en ella con tanto odio que hasta los rayos envidiarían su poder. ¡Estaba tan guapa!

   Continuará...