lunes, 10 de junio de 2013

Malasombra, Musa y Paz.

   Entro en la oficina del detective privado que me han aconsejado. La sala está iluminada únicamente por un tenue rayo de luz que se cuela a través de las rendijas de una persiana de madera que conoció mejores tiempos. Una mesa de roble con teléfono de baquelita a la izquierda y una escarpada montaña de papeles a la derecha, dos sillas de un marrón indeterminado frente al escritorio y tras él, un tipo con barba de tres días, gesto adusto y sombrero de ala ancha adornado con una pegatina de Hello Kitty.
   El tipo me mira y pregunta:
   -¿En qué puedo ayudarle?
   -Soy el señor Malasombra y necesito encontrar a una mujer.
   -¡Mujeres!-Suspira y saca de un cajón una petaca de whisky de la que echa un buen trago. Mientras lo hace se le abre la chaqueta y me deja ver una pistola acoplada en las costillas. Es una pistola de agua verde fosforito de las que venden para los niños.
   -Sí, las mujeres son las que mueven el mundo y necesito encontrar a una en concreto.
   -¿Cómo se llama?
   -Ya se lo he dicho, soy el señor Malasombra.
   -No, usted no: la mujer que está buscando.
   -¡Ah! ¡Vale! Se llama Musa.
   -¿Y su apellido?
   -¿Otra vez? Mi apellido es Malasombra.
   -¡Joder! Señor Malasombra, es usted tan tonto que si la tuviese a dos metros jamás la encontraría. ¿Cuál es el apellido de la mujer que busca?
   -¡Ah! ¡Vale! No tiene apellido o al menos yo no lo conozco.
   -¿Alguna pista que pueda seguir?
   -Bueno, me dijo una tal Paz Alonso que se había marchado por el tema de los recortes.
   -¿Paz Alonso? Trataré de localizarla para hacerle un interrogatorio.
   -Usted es el profesional. Si tiene que ponerse duro con ella y torturarla, puede hacerlo.
   -Si canta, no será necesario hacerle daño.
   -Supongo que cantará en la ducha, pero no entiendo que tiene eso que ver con un interrogatorio.
   -Señor Malasombra, cuando me refiero a cantar, es argot, no es literal.
   -¡Ah! ¡Vale! En cualquier caso, aunque no haga falta, siempre es bonito hacer daño.
   -Señor Malasombra, me está usted asustando y no me gusta su actitud.
   -Señor detective, no he sido sincero con usted. Yo no estoy buscando a ninguna Musa, sólo quiero contratarle para que elimine a Paz Alonso.
   -Mire, yo no soy un sicario. Pero por curiosidad, ¿qué le ha hecho?
   -¡Se llama Paz! ¿Cómo se atreve a llamarse Paz? Yo soy un ser maligno y odio esos nombres que sugieren cosas buenas. La maldad debe triunfar y si para ello he de acabar con ella, lo haré.
   -Señor Malasombra. ¡largo de aquí! ¡Usted está como una regadera!
   Abandono aquella oficina realmente indignado y furioso. Tendré que hacer el trabajo yo mismo y sé por donde comenzar mi búsqueda. Espiaré al maldito Santi, que la tiene como amiga en Facebook. No me costará mucho trabajo porque Santi es un tipo realmente tonto y no se entera de nada.
   Una semana después logró averiguar donde esta Paz y voy a visitarla.
   -Hola, Paz.
   -¿De qué me conoces?
   -Soy Malasombra y he venido a liquidarte.
   La pobre chica indefensa me soltó un guantazo y su mano quedó marcada en mi cara. Cuando conseguí levantarme del suelo la ataqué sin éxito. Esta vez no se defendió con las manos. Una certera patada en mis testículos me dejó sin respiración y volví a caer. Pasaron varios minutos hasta que conseguí recuperarme, pero ya no estaba. ¡La había perdido!
   Volví a mi castillo con lo poco que me quedaba entre las piernas y reflexioné sobre lo que había pasado. Debía desaparecer durante una temporada para recobrar algo de autoestima. ¿Dónde podía ir para pasar desapercibido? Sólo conocía un lugar en el que no desentonaría. Desde aquel día y no sé hasta cuando, formaré parte de los niños cantores de Viena. Con mi nueva voz de castrati, lo mismo hasta triunfo y logro hacer un dúo con la señorita Bieber.

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