domingo, 3 de mayo de 2015

Malasombra en el Yukón

   ¿Os he contado la historia de cuando estuve en Alaska en el río Yukón? ¿No? Pues no sé si me apetece contarla.
   -Señor Malasombra.
   -¿Qué pasa?
   -Hay una manifestación en la puerta de miles de personas exigiendo que cuente la historia.
   -Bueno, vale, la contaré, pero que los disuelvan con gases lacrimógenos.
   -Con todo respeto, señor, si va a contar la historia supongo que no es necesaria la violencia. Seguro que se marchan pacíficamente al saber que usted accede a su petición.
   -¿Acaso no tengo derecho a divertirme un poco? ¡Gases lacrimógenos he dicho! ¡Obedece!
   -Lo que ordene el señor.

   Desde luego, mi mayordomo no se entera de nada. No lo despido porque conoce mi más íntimo e inconfesable secreto: me gusta beber agua. Evidentemente esto es algo que vosotros jamás conoceréis. Pero vayamos al grano:
   Ya estamos en el silo rodeado de grano de trigo y es el momento de contar mi historia en el río Yukón.
   Todo comenzó el día en el que decidí vivir como un salvaje. Mis increíbles conocimientos de la naturaleza me indicaron que ese río era el adecuado: parajes prácticamente deshabitados, bosques fríos, osos, salmones, lobos, montañas, mucha nieve y una tienda de los chinos cada cien metros. Es perfecto.
   Lo primero que hice fue construirme una cabaña de paja, pero llegó un lobo y la derribó. Si os creéis esto es que sois tan inocentes como creo. Haced una cabaña con fardos de paja y probad a soplar a ver si tenéis lo que hay que tener para destruirla. ¡Joer! Si hasta usan la paja en los circuitos para mitigar los golpes de los vehiculos. De soplar nada, el mamón del lobo vino con un mechero y le prendió fuego.
   Luego construí una cabaña de madera y ahí me establecí. Sí, algunos pensaréis que la madera también arde, pero el lobo se quedó sin gas y no tenía dinero para ir a la tienda de los chinos a comprar otro mechero.
   La vida allí era sencilla y apacible. Cada mañana me despertaba el sonido del helicóptero que me traía un desayuno elaborado en un bar de Pedrafita do Cebreiro, provincia de Lugo. Reconozco que llegaba un pelín frío, pero me aseguraban que era normal después de un viaje de miles de kilómetros.
   Después me sentaba en la puerta para conocer las noticias. Como no me gusta leer, llegaba todas las mañanas un ex-director de "El mundo" a leérmelas. Parece ser que en ese periódico les gusta cambiar de director muy a menudo. A mí me viene bien. Ya me estaba cansando del señor de tirantes.
   Llegaba la hora del paseo por los alrededores para disfrutar de la paz del entorno. Ochocientos sirvientes me acompañaban para derretir la nieve con mecheros y que no resbalase. Bueno, en realidad eran setecientos noventa y nueve porque despedí a uno. El muy traidor intentó darle el mechero al lobo a cambio de turrón.
   El río Yukón está plagado de salmones y estaba claro qué iba a comer. ¿lo adivináis? ¿No? ¡Pues salmón! Un salmón magnífico pescado en los bravos ríos noruegos y que lanzaban en paracaídas desde un Antonov.
   La siesta era obligada, pero como me costaba un poco pillar el sueño, tenía en el cobertizo a cuarenta y tres actores que interpretaban para mí películas "basadas en hechos reales". Oye, mano de santo.
   Me despertaba a media tarde y el cuerpo me pedía salir a tomarme una copa y ver algo gracioso. Me acercaba al río, que traía agua en abundancia y muy fría. Allí tenía a David Meca y lo tiraba al río. ¡Qué risa! El pobre trataba de salir y no podía. Ya, ya, pensaréis que soy muy cruel, pero os voy a sorprender: un poco más abajo había una red y El David era rescatado y reanimado por mi amigo, el doctor House. ¿Os dais cuenta? En el fondo no soy tan malvado.
   Ya llega la noche y es hora de dormir y, como es tierra de osos, nada mejor que hacerlo abrazado a mi osito de peluche Yogui.
   Pues así pasé muchos años, alejado de la civilización y en pleno contacto con la naturaleza salvaje.
Y, a grandes rasgos, esta es mi historia en el río Yukón.
   -Señor Malasombra.
   -¿Ahora qué pasa?
   -Que vuelven a manifestarse con una pancarta que pone: ¡VAYA MIERDA DE HISTORIA!
   -¿Están enfadados?
   -Muchísimo, señor.
   -¡Que maravilla!

2 comentarios:

  1. Algún día recogerá lo que siembra, Sr. Malasombra. Iba a decirle que me alegro de su vuelta, pero... es verdad.

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  2. Muchas gracias. A ver si continúo sembrando.

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