domingo, 28 de agosto de 2016

El principio de Malasombra.

   A veces me siento y recuerdo cosas, pero me levanto y se me olvidan. Vale, voy a sentarme porque si no no podré escribirlas.
   Corría el año doscientos nosecuántos a.C. cuando conocí a Arquímedes, el gran sabio griego que nació y vivió en Siracusa, Sicilia. 

   Voy a parar un segundo porque se me acumulan las cosas: 
   1- Los años no corren y si no me creéis poned un calendario en en suelo y veréis como no se mueve..a no ser que haya viento.
   2. Sí, Arquímedes fue siciliano, pero se le considera griego. Lo mismo es porque entonces Sicilia formaba parte de la "Magna Grecia".
   3. Pues para el tres no se me ocurre nada por lo que voy a seguir.

   Estaba el tío Arqui con sus historias cuando el rey Hieron II me dijo:
   -Oye, Malasombra, busca a Arquímedes para que halle la forma de saber si la corona de oro que he encargado es de oro realmente y no de una mezcla de metales más barata.
   -Majestad, no hace falta. Si me deja puedo torturar al orfebre para que confiese la verdad.
   -Malasombra, te he dicho mil veces que la tortura no es la mejor solución.
   -Ya, pero es tan divertida. Porfa, porfa, déjeme.
   -¡Que no! ¡Tráeme a Arquímedes!
   -Buenoooooo, valeeeeeee...
   
   Llegué a la casa de Arquímedes y le conté el problema del rey.
   -Malasombra, eso es muy difícil, pero lo averiguaré. Eso sí, necesito tiempo.
   -Oye, Arquí, no me vengas con historias  que tengo prisa.
   -Pero hombre, ¿tú te crees que todo es fácil o qué?
   
   Me tomé aquello como un reto y ya que no me dejaban torturar al orfebre pues le tocó al sabio. llené una bañera y lo metí dentro. No dejéis que os engañen: la tortura siempre es la mejor idea.
   Ya en la bañera empujé su cabeza bajo el agua y la volví a sacar.
   -¿Qué? ¿Encuentras la solución?
   -Malasombra, así es imposible- suplicaba Arquimedes.
   -Ya verás como sí se te ocurre algo- dije mientras volvía a sumergir su cabeza.
   La mala suerte quiso que en ese momento me resbalase y Arquímedes salió corriendo desnudo por la calle gritando:
   ¡Eureka! ¡Eureka!
   Pues no sé, pero seguramente estaría llamando a algún amigo vasco para que le ayudase, pero el caso es que al cabo de un rato lo volví a atrapar y cuando iba a volver a meterlo en la bañera vi la luz, la apagué y se me ocurrió la solución al caer en la cuenta de que el cuerpo de Arqiuímedes desplazaba agua al entrar y salir.
  -Escucha, Arqui, el oro tiene una densidad determinada y desplazará una cantidad de agua distinta a la de los otros metales. Si sumergimos un lingote de la misma cantidad de oro puro que tiene la corona debería desplazar la misma cantidad de agua. Si es distinta sabremos que está engañando al rey.
   -¡Hostia, Malasombra! ¡Pues es verdad! ¡Eres un genio!
   -Ya, ya, pero hagamos una cosa. Diremos que lo has descubierto tú porque si el rey se entera de que soy tan listo me pondrá a investigar y a hacer cosa de científicos y eso es muy aburrido. 
   -¿En serio quieres darme a mí el mérito?
   -Por supuesto que sí. Yo prefiero apalancarme en la barra de una taberna a levantar vidrio. 
   
   Así sucedieron las cosas y todo volvió a la normalidad hasta que los romanos nos acosaron por nosequé de una de las guerras púnicas o algo y se cargaron al pobre Arquímedes mientras hacía cosas. Por cierto, antes utilizó las palancas inspirado en mi brazo apoyado en la barra del bar y quemó unos barcos al darse cuenta de que los vasos de cerveza que me tomaba reflejaban la luz del sol en un punto concreto. 
   La verdad es que el hombre no tenía ni idea de nada y se aprovechó de mi sabiduría, pero no me importa porque yo me uní a los romanos y les ayudé a levantar un imperio, pero eso es otra historia...tal vez algún día os la cuente...