Contraté a un conductor de tren y como no quería viajar solo, convoqué un casting para incorporar al viaje unos cuantos actores que le diesen un poco de colorido a aquel viaje. La única condición que puse es que no me hablasen durante el trayecto.
Ya estaba listo para subir a uno de los vagones de mi tren, cuando escuché una voz que decía:
-¡Cuidado que me pisas!
Esto me resultaba familiar. Hace unos meses me sucedió lo mismo con un botón que me hablaba. Pero esta vez era distinto. Se trataba de una oruga que me miraba desde el suelo con cara de pocos amigos. Yo respeto a casi todos los animales y no quería acabar con aquel bicho. Si se hubiese tratado de un humano, lo habría pisado sin más.
-No se preocupe señora oruga, no pienso hacerle daño.
-Porque te he avisado imbécil, si no, no lo cuento.
-No es necesario que me insulte, señora oruga. No la había visto, discúlpeme.
-Ni disculpas ni gaitas, el susto que me has dado lo vas a pagar.
No pude evitar reirme a carcajadas ante la amenaza de aquel insignificante insecto. Pero el caso es que me cayó bien. Los que me insultan y amenazan son seres que me agradan y decidí perdonarle la vida. De todas formas me despedí con un poco de sarcasmo.
-¡Qué miedo! ¿Qué me vas a hacer? ¿Morderme? ¿Eres un león?
La señora oruga se giró muy ofendida y se alejó mascullando algunas amenazas. Yo subí al vagón y di la órden para que el tren iniciase su camino.
Llevaba unas horas de viaje y estaba disfrutando muchísimo mirando por la ventanilla. Bueno, miraba la cortinilla que tienen algunos trenes para evitar el sol. Era de un color agradable y no creo que el paisaje fuese más interesante.
De pronto, el maquinista detuvo el tren y me informó que no podíamos seguir. Las autoridades nos obligaban a esperar.
-¿Cúal es el problema señor maquinista?
-Señor Malasombra, si se lo digo no me va a creer. Compruébelo usted mismo.
Asi lo hice y me quedé maravillado. Me gustan los seres que amenazan y cumplen.
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