Salí al balcón del palacio escoltado por Guisi y por el emperador Lechuguito. Observé a la multitud con la tierna mirada del tiburón que divisa un banco de atunes. No había preparado ningún discurso porque aquel acto sería una simple presentación. Ya llegaría la hora de legislar. Invité con un gesto al emperador a dirigirse al pueblo.
-Amados tornilloallenses, he gobernado durante mucho tiempo con el único propósito de hacer que la felicidad os acompañe, pero ha llegado la hora de mi retiro. A partir de hoy Tornilloallen estará en las manos de Malvado Malasombra, que será coronado y guiará vuestros pasos. Nada debéis temer nada de él porque su bondad y sabiduría conquistará vuestros corazones.
El pueblo comenzó a murmurar ante la inesperada noticia, pero a mí me daba bastante igual. Me adelanté y Lechuguito puso sobre mi cabeza la corona que certificaba nombramiento. Hizo una reverencia de sumisión y se retiró unos metros. Era el momento de decir mis primeras palabras como rey.
-Pueblo de Tornilloallen, quiero agradecer al emperador Lechuguito la confianza que ha depositado en mí. Mi primera decisión es la de cambiar el título de emperador por el de rey porque esta ciudad no está mal, pero no llega a imperio. La segunda es anunciaros que hoy mismo me casaré con Guisanta y será la reina. A ella le debéis la misma obediencia que a mí. Con motivo del enlace real habrá tres días de fiesta para vosotros donde todo estará permitido. Celebrad esta nueva etapa de prosperidad y alegría con cerveza, mucha cerveza.
La reacción del pueblo fue mejor de lo que esperaba y comenzaron a aplaudir. Sí que era cierto aquello de que son muy inocentes. Miré a Guisi y se acercó con la ilusión de una niña, me miró a los ojos y la besé. El pueblo vitoreaba y lanzaba vivas a los nuevos reyes.
Pasados unos minutos nos retiramos al interior y comencé a tomar las primeras decisiones como rey. Pedí a Guisi que encerrase a Lechuguito en un calabozo y que trajese al general Chincheto.
-Bien, general, somos los nuevos reyes y nos debes obediencia.
-Sí, majestad, así es. Estoy a su servicio -dijo con calma.
-Bueno, yo no te conozco y no sé si me puedo fiar de ti. La decisión la tiene la reina -dije mirando a Guisi.
-Nos podemos fiar de él -aseguró Guisi.
-Bien, general, estarás al frente del ejército con tus hombres, pero de momento no te devuelvo las armas. No estamos en guerra y con unas simples porras podréis garantizar el orden. Ahora, libera a tus hombres y marchaos a vuestras dependencias hasta que os llame -ordené.
-A sus órdenes, majestad -dijo el general antes de marcharse.
Guisi y yo nos quedamos solos y fuimos a la habitación del antiguo emperador. El día había sido muy largo e intenso. Nos sentamos frente a la cama.
-Ya eres la reina.
-Sí, mi señor -dijo sonriendo.
-Vale, lo de mi señor entre tú y yo no cabe. Somos reyes los dos.
-Sí, mi señor -repitió mientras sus ojos se deslizaban a la cama.
-Supongo que querrás compartir cama.
-Claro que sí, Malasombra, lo estoy deseando.
-Bueno -concluí.
Nos metimos en la cama y pasó lo que tuvo que pasar. Que si abrazos, que si besitos, que si caricias, que si esto, que si lo otro, que si hicimos el amor...sí, me sedujo.
Guisi se quedó dormida a mi lado, pero yo no podía dormir. Era rey, tenía un pueblo bajo mis pies, una mujer malvada y preciosa enamorada de mí, ¿porqué estaba triste?
Me levanté con mucho cuidado y miré a Guisi, la reina Guisi, por última vez. Llegué a la sala donde estaba la puerta estelar y di el paso. En apenas unos segundos estaba de vuelta en mi castillo.
Fui a mi cama y dormí plácidamente hasta que llegó la mañana. Me levanté y observé mi maravilloso jardín de rosales. No tenía flores porque mis jardineros las cortan en cuanto empiezan a brotar para no estropear la belleza de las espinas.
Volvía a ser el malvado Malasombra. Aquel que conquistó un reino y lo abandonó a su suerte sin ningún remordimiento. Sí, ese era yo.
Comenzaba un nuevo camino de maldad y estaba deseando dar el primer paso.
Continuará...
(Que sí, que dije que éste era el último, pero se me ha ido de las manos. Yo quería terminar en el capítulo 13 porque me gusta mucho el número, El caso es que hay más...¡Anda! lo llamaré epilogo y así mantendré el 13. Resumiendo, que la próxima semana será la última entrega de esta cosa y para que sepáis que lo digo en serio: ¡lo juro por la cerveza!)
Me dirijo a Su Majestad anónimamente a fin de evitar represalias en el "supuesto próximo último capítulo" y porque el Sr. Gúguel y yo no nos llevamos muy bien últimamente (algún día me vengaré, lo juro como me llamo F... ¡Uy!, casi digo mi nombre; lo juro por mi piano, hala).
ResponderEliminarHombre, enhorabuena por su coronación y todo eso, pero ya que por fin aparece una escena picaruela, podía haberse entretenido un poco más en su recreación (y ya de paso subrayarnos los pasajes más hot), que siempre nos quedamos con la miel en los labios, como nuevamente con ese último capítulo que se ha sacado de la manga.
En fin, que es verano y comprendemos que distrae mucho.
Hala, larga vida al Rey.
Gracias y tal y cual F...esto, anónimo. No entiendo su comentario acerca del pasaje "pícaro", cuyas líneas son una obra maestra de la literatura erótica. Por cierto, no se preocupe por las represalias ( a ver si cuela ). Larga vida a mi y eso.
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