Que dice mi veterinario que tengo que practicar deporte. Ya me gustaría, pero no tengo un país bajo mi yugo y no puedo deportar a nadie. Lo mejor será que encierre al veterinario en una de mis mazmorras.
¿Qué os ha parecido el juego de palabras? ¿Malo? A mí también, pero me da igual. Si yo soy maligno es lógico que me gusten más los chistes malos que los buenos. A esto se le llama coherencia. Quiero decir que sigo una línea marcada, no que vaya a compartir una herencia.
Hablando de herencia he de hacer testamento que los años pasan y aunque mi hija se vale por sí misma no me gustaría que una gran parte de mis posesiones pasaran a manos del gobierno.
-Papá, yo creo que es mejor que no hagas testamento. Si me declaras única heredera no podría aguantar mucho y te liquidaría más pronto que tarde.
-¡Esa es mi niña! ¡Así se habla!
Pues algo tendré que hacer porque me aburro. Bueno, pues voy a dar un paseo por el campo a ver si pisoteo algunas flores o le pego a algún agricultor.
Allí veo un árbol. Voy a hablar con él a ver que se cuenta.
-Buenas noches señor árbol, ¿cómo se llama usted?
-Me llamo Naranjo, señor Malasombra.
-Este año parece que ha llovido bastante, ¿no se quejará?
-Ya, pero sólo agua. Podría haber llovido algo de cerveza o algún chupito de whisky.
-Eso sí, pero al menos puede sobrevivir y criar a sus hijas.
-¿Y para qué? Si luego llega un desaprensivo y se las lleva, las tortura con un cuchillo para comérselas o las parte por la mitad y las revienta en unas horribles máquinas para bebérselas.
-No parece usted contento, señor Naranjo.
-¡No me diga! ¿Es usted adivino?
-Detecto ironía en sus palabras. La verdad es que me alegro porque comienza a hacer frío y quiero volver a mi castillo.
-¿Qué es eso que lleva en la mano?
-Se llama hacha y no se preocupe que ya no volverá a sufrir más.
Pues eso, que se acabó el paseo y he encendido la chimenea con la madera que amablemente me ha regalado el señor Naranjo. Esta última frase también es ironía.
-¡Hija! Ven a calentarte junto al fuego y tómate el zumo de naranja que te he preparado.
-Sí, papá. Por cierto, mañana tengo un examen y no he estudiado.
-No te preocupes que sobornaré al profesor y si no se deja sobornar le pegaré una paliza, esconderé dos kilos de cocaína en su coche y avisaré a la policía.
-¡Gracias, papi!
-De nada, hija.
Si no fuera por estos ratitos, estas tardes de domingo serían insufribles.
Santi Malasombra
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