-¡Ten cuidado imbécil! ¡No vayas a pisarme!
Aquello no me desconcertó demasiado, estaba acostumbrado a escuchar voces extrañas. Miré hacía abajo y vi a un botón que me miraba con cara de pocos amigos con sus cuatro ojos. Lo recogí y le pregunté:
-Señor botón, ¿qué hace aquí tan solo?
-Me recupero de la resaca, me dejaron tirado en un charco de cerveza derramada y he tardado varias horas en poder llegar a la orilla. Aunque creo que lo mejor habría sido ahogarme y acabar con mi existencia.
Me colocaron en una chaqueta barata, propiedad de un señor bastante descuidado, que no me trataba bien. Si pudiera usted recogerme y tirarme a un fuego para que me funda, me haría un favor.
-Yo podría conseguirle una vida de lujo en un lugar mejor.
-¿Porqué? No nos conocemos de nada.
-Sinceramente, no me gusta ayudar, pero me debería un favor y, algún día podría devolvérmelo. ¿Le gustaría vivir en Los Angeles en una chaqueta de boutique de lujo?
-¡Ya me gustaría! Y si fuese en una prenda de mujer, ni le cuento. Por cierto, ¿cómo se llama usted?
-Soy el señor Malasombra. Y cuenta con mi ayuda interesada.
Por supuesto, cumplí mi promesa y aquel botón viajó a Los Angeles y se colocó en una americana que fue comprada por una famosa actriz de televisión.
El tiempo pasó y por fin descubrí cómo podía ayudarme aquel botón. Me bastó con una llamada telefónica:
-¿Señor botón? Soy yo. Es hora de que saldes tu deuda.
-Por supuesto señor Malasombra, dígame qué quiere y cuente con ello.
-Pues verás, van a entrevistar a tu dueña en el programa de David Letterman y ella va a vestir la prenda en la que vives. Quiero que en plena entrevista te sueltes, para que podamos ver parte de los encantos de doña Eva.
-Cuente usted con ello. Le estoy eternamente agradecido por la vida que me ha proporcionado y siempre estaré a su disposición señor Malasombra.
El señor botón cumplió su promesa, resultó ser un tipo de palabra.
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