domingo, 10 de abril de 2011

La chica de bronce me contestó

       Hoy hizo un buen día para ir a la playa. Fui a Torrevieja, que me pilla apenas a media hora de coche. Ya me había tomado un par de tapas en mi pueblo, pero me quedaba espacio para otra. Un pincho de tortilla, ya se que es poco original, pero bueno, nunca me canso de tan exquisito manjar. Por supuesto una caña bien fresquita. y para desengrasar y no pasarme con el alcohol, un cafe con hielo y una tónica. Además tenía que conducir de vuelta y no me apetecía tener que sobornar a las autoridades si me paraban en un control.
       Decidí caminar un poco por el paseo marítimo y contemplar la maravilla que es el mediterráneo. Llevaba unos metros cuando divisé sentada en un banco a una señorita que miraba el mar de una forma enigmática. Tenía la mirada fija en el horizonte y nada parecía perturbar su calma. Quizá estaba aburrida y yo estaba dispuesto a entretenerla un poco y si de paso ligaba, pues estupendo. Me senté a su lado y le dije:
       -Bonito día de playa.
       -Pues si- Me contestó con una voz dulce y de acento extranjero.
       -Veo que usted no es española, ¿de dónde es?
       -Soy inglesa y usted sí es español. Lo digo  porque no paran de molestarme mientras tomo el sol.
       -No se ponga usted así, sólo pretendía ser amable. Por cierto, está demasiado morena, debería usar un protector solar. Su piel no tiene buen aspecto. Está como oxidada.
       -Es usted un impertinente. Tengo una piel suave y por supuesto que me he puesto crema solar. El truquito de la crema está demasiado visto. Seguro que mientras me la pone, me dice que es mejor que me suelte la parte de arriba del bikini para que no me queden marcas. ¡Qué poca imaginación!
       -¿Qué bikini? Si va más tapada que la Maja Vestida. Me parece que intentar ligar con usted no ha sido buena idea. Por su bien debería pedir ayuda a un psicólogo.
       -A quien debería pedir ayuda es a un policía, deje de molestarme o lo hago.
       -Cálmese, que ya me voy y la dejo aquí, sentada con sus pensamientos.
       -¿Sentada? ¿Es que no ve que estoy tumbada? Largo de aquí, pesado.
       Evidentemente aquella señorita no estaba bien de la cabeza. Me levanté y apresuré mis pasos para alejarme lo más pronto posible. Pero no pude evitar volver la cabeza y mirarla una vez más. Allí seguía imperturbable, sin moverse. Pero, de pronto, una chica preciosa ataviada con un bikini y con una esterilla de playa bajo el brazo apareció detrás del banco y me lanzó una mirada furiosa. Sin duda, le había estropeado la mañana.

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