El caso es que desde entonces tenía pesadillas con aquel besugo. Solía despertarme de madrugada sudoroso y con una horrible sensación. Esto para mí es una maravilla...tener sueños bonitos no me gusta, te levantas de buen humor y eso debería ser ilegal. Pero esta vez los cantos eran reales. Me acerqué a la pecera y allí estaba mi mascota emitiendo unos extraños y agudos sonidos. Pregunté al animal y no me contestó.
Seré imbécil, me dije a mí mismo, no puedo comunicarme con animales ni cosas con la parte de mi cerebro que en ese momento estaba activa. Cambié mi estado mental para entender lo que decía, es sencillo, basta con darme un cabezazo contra la pared. Puse atención y escuché:
-Señor Malasombra, perdone usted que le moleste, pero estoy un poco incómoda. Esta pecera es pequeña para mí y apenas puedo moverme.
-La verdad es que tiene usted razón señora mascota. Sinceramente, estaba pensando solucionarlo antes de que usted me hiciese la observación.
-Perdóneme el atrevimiento, pero yo sí he pensado en mi problema. Creo que sería dichosa si usted me concediese la libertad.
Estuve pensando un poco antes de contestar. La verdad es que hace siglos (digo bien, siglos, tengo 987 años, como me lo invento, puedo tener la edad que me de la gana) que hice una promesa. Me comprometí a realizar una buena acción cada década y, aunque estamos a principios, las cosas desagradables es mejor afrontarlas cuanto antes.
-Está bien señora mascota, es su día de suerte. ¡Voy a liberarla en el Mediterráneo!
-¡Muchas gracias señor Malasombra!-dijo emocionada- Le estaré eternamente agradecida, si algún día necesita algo de mí, no dude en pedírmelo.
-Lo tendré en cuenta, es posible que algún día puedas devolverme el favor.
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